» 04-06-2025 |
El portavoz del PP “acata” la sentencia del Constitucional -acerca del procés- tildándola de “ilegal e inmoral”. Defiende que la sentencia paralela que el propio PP sostiene es mejor (condena al gobierno sin paliativos), más ajustada a la realidad (fue un mangoneo político) y en definitiva más justa (cualquier cosa que sea eso tras la defenestración de los jueces). No es la primera vez que el PP se enfrenta descaradamente a las instituciones del estado… denostándolas. Lo ha hecho siempre que sus intereses partidistas se lo han aconsejado (lo que ocurre: ahora sí… y ahora también). El delirio político, la confusión de los deseos con la realidad, la preponderancia de lo mental sobre lo real, hace tiempo que está instalado en la política. Pero cada vez se da una vuelta de tuerca más cuestionando a todos y a todo con un único fin: encaramarse a la poltrona sea como sea. Del argumentario (la repetición machacona y coordinada de eslóganes, titulares, proclamas) hemos pasado a las bulerías (mentiras puras y duras sin ninguna parentesco con la realidad, delirios mentales interesados e incoherentes). Porque estamos en la superación de la retórica (el arte de convencer). Estamos en la intoxicación, en el uso de las categorías mentales sin coherencia ni concierto, contradictorias y abiertamente falsas. Hemos pasado de maquillar la verdad a atropellarla, despreciarla y utilizarla como arma arrojadiza. Como aquellos primitivos en los albores de la humanidad se confunde lo real con lo mental (omnipotencia de las ideas) y se hace valer esto último como la “nueva realidad”: el delirio.
Porque hubo un tiempo en que la política (como la ética con la que tan malas relaciones tiene) era acción y no reflexión; práctica y no teoría; quehacer y no palabrería. Pero los medios se convierten en fines y ganar elecciones (el medio de llegar al poder, presuntamente para mejorar las cosas) se convirtió en el fin de todo político. Tomar decisiones se convirtió en una cuestión de alto riesgo por cuanto no se puede legislar a gusto de todos y los desairados desertan en las urnas con mayor volatilidad que los mercados de valores a manos de Trump. La poltrona se convirtió en un estado y no en una herramienta sobre la que se gobierna. Y los que se postulaban voluntariamente para el servicio público exigieron un pago adecuado a sus denuedos, que para no ofender las suspicacias del populacho era mejor ocultar: la corrupción económica. ¿Cómo armonizar estos contrapuestos intereses? Mintiendo. Convenciendo al electorado de que tu facción es la que más le conviene. ¿Y cómo se logra eso desde la inacción? Mostrando que el opositor es la bicha, el caos, el desorden, lo peor. Los programas políticos se convirtieron en campañas de difamación. Ante la imposibilidad de convencer de las propias virtudes (inexistentes) se afanaron en destruir la imagen del contrario: la acritud. Hoy estamos ante una clase política que legisla para la mayoría (mayorías cada vez más heterogéneas y menos ideológica) y -a poder ser- lo menos posible… para no ofender. Y esa escalada de bulos, mentiras, descalificaciones, compensaciones espurias y -en una palabra- desafueros, esa situación de delirio mental sin relación alguna con la realidad, es lo que hoy es la política. Todo vale con tal de perjudicar al opositor, porque no se trata de lo que vales sino de la ignominia de tu contrario: satán, el caos.
Ciertamente la ultradercha/ultraizquierda -disfrazada de una democracia en la que no cree pero que se ve obligada a fingir- tiene mucho que ver con esta cuestión. Pero no son los únicos culpables. Los probos políticos de derechas e izquierdas moderadas han contribuido a la situación merced a sus maniobras partidistas para conservar las poltronas y para enriquecerse, para congraciarse con sus grupos de presión y prevaricar a su favor. Hace ya mucho tiempo que nuestra democracia está enferma (¿moribunda?) Pero siempre hay una peor que tomar como referencia de comparación. El relativismo democrático hace que en una guerra entre Rusia y Ucrania (ambas en los puestos más bajos de las democracias mundiales) se puede fingir que es la guerra de la democracia contra el imperialismo, lo que no es si no la lucha de dos antidemocracias. Los intereses comerciales (y por tanto: electorales) priman sobre cualquier otra consideración (y la democracia es una consideración). La UE y USA miran hacia otro lado o apoyan abiertamente a un estado genocida que está masacrando a un pueblo desarmado en la guerra más sucia jamas contada. Guerra contra mujeres y niños tildados de terroristas. La campaña propagandista de Israel acerca del holocausto tapona cualquier crítica acerca del sionismo. El pueblo elegido puede masacrar a los palestinos porque dios les ampara… y occidente les apoya. Las mentiras son flagrantes: no es una guerra, es lucha contra el terrorismo; no está ocurriendo, es una campaña contra los judíos; Todo es mentira salvo alguna cosa (como dijo Rajoy).
En USA un presidente golpista (que incitó a tomar el Parlamento a sus huestes cuando perdió las elecciones), con innumerables casos de acoso sexual, estafas y fraudes económicos, gana las elecciones (por los pelos… nunca mejor dicho) mintiendo a los electores con un populismo xenófobo pero resultón en el que USA es la víctima del resto del mundo que la engaña y la explota. Lo primero que hace es autoindultarse e indultar a sus huestes en un avance de lo que será la justicia de ahora en adelante. Un pueblo cada vez más oprimido, sin seguro médico ni prestaciones sociales, inmerso en una competitividad extenuante y sin recursos para luchar contra una competencia que no tiene la presión democrática (China), agotado por el gasto militar (aunque sea un magnífico negocio proveer de armas al mundo), se vuelve hacia un salvador de pacotilla que les promete orgullo americano y retorno a la primacía: “América first”. Trump es un comerciante, un tendero que se ha encaramado a la tienda más grande el mundo. Da grima oírle quejarse de que el libre comercio, la libre competencia les está jodiendo. ¿Habrá que recordarle que el capitalismo ultraliberal lo inventaron ellos? En nada se diferencia su gobernar de cualquier monarquía absoluta de hace dos siglos: legislar por decreto; indultar a los amigos; utilizar los recursos del poder para enriquecerse; utilizar la diplomacia internacional para hacer negocio. Las migajas de democracia que hasta ahora “compensaban” los evidentes rasgos de imperialismo, están desapareciendo: la emancipación de mujeres, altersexuales, colonizados, razas, se ha detenido; la destrucción del planeta se ha reactivado desregularizando y negando. La libertad de las universidades desaparece; la política internacional del consenso es sustituida por el imperialismo del tendero.
Y la bolsa impertérrita. El dinero está seguro con un dictador al mando. Los recientes altibajos están al servicio de la información privilegiada que el presidente maneja (no es difícil desde el poder saber cuando hay que comprar y vender si eres tú mismo quien legisla sobre los movimientos bursátiles). Los buitres económicos del mundo se han puesto a su servicio. Musk, es el nuevo gorrilla del despacho oval pero los gurús de las redes sociales no han tardado en unirse a la camarilla. El contubernio entre políticos y empresarios que iniciaron Reagan y Thatcher llega a su máxima expresión cuando es un empresario el que se encarama a la primera poltrona de la nación. Y sin embargo la suerte está echada. El nuevo orden mundial ya no es una promesa sino una realidad y el tendero Trump bien puede ser equiparado a Luis XIV: “Tras de mi… el diluvio”. USA se muestra como lo que siempre fue: un país de marginados de la metrópoli, cuya libertad se cimentó en la evasión de los impuestos, con una constitución esclavista y pequeño burguesa de tenderos celosos de su propiedad privada y una moral cuáquera machista y meapilas. Tras el “sueño americano” -caído el velo- emerge la auténtica realidad: la América profunda de desheredados convencidos de ser -por derecho divino- la primera nación del mundo. Pero los culpables últimos de esta situación no son los ciudadanos engañados, sino los políticos engañadores. No será la bolsa la que derroque al payaso. Al más puro estilo americano caerá abatido por arma de fuego cuando los lobbies afectados por sus medidas reacciones de la forma que saben. Buenos tiempos para los ricos y malos para los pobres. El secreto consiste en convencer a los ciudadanos que ellos pertenecen al grupo de los ricos, tal y como se les convenció que pertenecían a la nación más poderosa y democrática del mundo. Eran otros tiempos, pero el recurso a la intoxicación y a la mentira funciona incluso mejor.
Haría falta recordar la diferencia que existe entre lo real y lo mental. La religión, la ideología, el deseo, la previsión, lo posible, la esperanza (infundada), las palabras, las intenciones, las promesas, las garantías son mentales. La realidad es la calle: la nómina, los precios, la opresión¡, el control, la desigualdad, la injusticia. Vivimos de ilusiones porque la realidad es cruda y dura. Y sin embargo debemos votar de acuerdo a la realidad, la cruda realidad. No escuchéis los cantos de sirena. Medid los resultados, las mejoras, los logros… sabiendo que os quieren engañar, dar gato por liebre. La democracia es -hoy por hoy- mental. No hay democracia en un sistema que solo permite la participación una vez cada cuatro años, mediatizada por un voto (¡de tal manera!) que no se traduce en lo que se espera de un voto que según la constitución es: “universal, plural, igual, libre, directo y secreto”. El PP cuestiona el voto por correo como medio de descalificar al gobierno. Un partido que ha protagonizado gobiernos sobre-salientes, con ministros en el banquillo por corrupción económica (Rato) y política (Fernández); que nos engañaron sobre la existencia de armas de destrucción masiva con tal de llevarnos a la guerra, que desmantelaron el plan de energías limpias para favorecer a las eléctricas, que sostuvieron la persistencia de ETA para no reconocer que un gobierno del PSOE había acabado con ella, que defienden el genocidio israelí, la sojuzgación de la mujer y la xenofobia inmigracional; que anularon la ley de Costas para que sus votantes disfruten de acceso directo y privativo al mar desde sus “casitas” de verano. Esos que tanto tienen que hacer de puertas adentro son los que se postulan como más justos que los jueces y más democráticos que el voto por correo. El modelo americano está ahí. Solo hace falta seguirlo.
El desgarrado. Junio 2025