» 07-05-2020

Reflexiones tipográficas 237. La manada y el coranavirus.

Parece que la manada será lo que definirá a esta época en la que estamos viviendo. Manadas de depredadores sexuales y manadas de descerebrados despitavíricos. Y sin embargo es el individualismo lo que impera. En un blog muy anterior pontifiqué que la enfermedad no se llama virus sino individualidad. Que la máxima dificultad para combatirlo será ese ego monstruoso que hemos adquirido en los últimos cincuenta años, es una evidencia. ¿Es posible ser individualistas y manada? Si, sin problemas. Somos sociales antes que individuos. La individualidad solo se produce cuando la vida del individuo está en peligro, y ahora está en peligro. Pero eso no priva para que seamos profundamente sociales. Por eso una facción se enfrenta a la otra. Los apocalípticos y los integrados, decía Eco. Los que son individuos y los que son especie. En el fondo somos animalitos.

 

La inmortalidad ha sido durante milenios el privilegio de los muy jóvenes. No es que lo fueran, sino que lo creyeran. Para un joven la muerte es algo que tiene que ver con los mayores. No la han adquirido por la experiencia. Por eso cogen un coche y se estrellan con él. Porque la muerte no existe en su horizonte. Las aseguradoras lo saben y no aseguran a los jóvenes. Vemos en Yoytube como los jóvenes se juegan la vida por obtener unos likes. Lo achacamos a su falta de previsión (prever las consecuencias de sus actos), pero damos por supuesto que eso se pasa con la edad. La experiencia es el registro de los conocidos muertos, por su estupidez o por el azar. Pero nuestra evolución es hacia la neotenia, cada vez la juventud se alarga más. Mi abuela, cuando yo la conocí, ya estaba amortizada, ya no tenía función alguna socialmente. Mi madre pasó de doncella deseable a madre amortizada para el deseo sexual, simplemente con un parto. Hace muy pocos años, así eran las cosas (menos para Karenina o Bovary). Pero llegó la desamortización que culminó con las abuelas haciendo de, y siendo madres subrogadas, llegó la eterna juventud.  No es de extrañar que esa neotenia, esa eterna juventud, desemboque en una “inmortalidad” asociada.

 

La inmortalidad es una aspiración individual. La inmortalidad de la especie funciona de otra manera: por la herencia de los genes. Ha encontrado otro mecanismo mucho más efectivo y mucho más simple. Es como decir que la inmortalidad no existe para el individuo, ni siquiera en la proximidad de la muerte, del peligro. Es una ficción, un delirio. El mecanismo de la especie es una realidad. Nuestros  egoístas genes (Dawkins) consiguen la inmortalidad, en tanto que los intentos individuales de la inmortalidad son quimeras, estupideces, mamonadas. Si a esa estúpida idea de la inmortalidad infantil añadimos una educación absolutamente individualista como la que hemos practicado en España tras la dictadura, el resultado es la manada: aquellos que puede hacer lo que se le ocurra (individualismo) sin que le pase nade (inmortalidad). Visto así no hay ninguna diferencia entre la manada sexual (jodo lo que quiero, sin tener que rendir cuentas), de la manada social (me salto las normas que quiero, sin tener que rendir cuentas). Manadas.

 

Probablemente los estúpidos que anteponen su necesidad de socializarse, de alternar, de contar su historia, a las normas establecidas para su seguridad y la del colectivo no se den cuenta de lo que están haciendo (perpetrando). 25.000 muertos es el resultado de ese no darse cuenta, de esa inconsciencia. Y no son solo jóvenes son también, los eternamente jóvenes los neoténicos, los que no pueden abandonar su irracionalidad juvenil. Veo la calle desde la ventana. Es mi terapia contra la confinación. Desde el lunes 4/04 pasan multitud de grupos que no son familiares. Los niños alternan con los que se encuentran. Los padres no renuncian a disfrutar en pareja del paseo de sus niños. Nadie respeta la distancia de seguridad. Todos se sienten capacitados para interpretar las normas porque al fin y al cabo, quien es un puto político (o científico) para decirme lo que tengo que hacer. Qué importa que los sanitarios se infecten en manada, qué importa que los mayores mueran en manada, qué importa que España se infecte en manada. La única manada que importa es la propia, la que formamos al encontrarnos y hacer tertulia, la que formamos para depredar mujeres, La nuestra, la de mi yo.

 

Sé que nadie de los que describo leerán esto. No pretendía ser pedagógico. Es simplemente la vía de escape de mi cabreo. Inútil, evidentemente.

 

El desgarrado. Mayo 2020.




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