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» 02-12-2020 |
En Enero empezará el holocausto coranavírico. Si hasta ahora hemos tenido en España 100.000 muertos (30.000 oficiales y 70.000 expúreos) en enero nos aproximaremos al resultado de una guerra. Trump hace días que consiguió tener más muertes que en Vietnam. Durante años pareció que los políticos solo conseguían grandes números de muertos con armas. Ahora sabemos que se pueden conseguir también con estúpidas decisiones sanitarias. Qué nadie se equivoque: las muertes en hospitales son tan muertes como las muertes por armas y por lo tanto, susceptibles de acusación de crímenes de guerra. La guerra contra el virus. La pregunta es ¿por qué vamos hacia el holocausto vírico? Estas son las claves.
1) A los políticos solo les importa su poltrona y su bolsillo. Así las cosas los ciudadanos muertos son daños colaterales. La poltrona se mantiene con los votos y los votos se obtienen a) haciendo trampas (dopándose con dinero negro en las elecciones, manipulando las leyes electorales, intoxicando al electorado, usando la demagogia y el populismo, manipulando el recuento, etc.). b) Despilfarrando (aeropuertos sin aviones, autopistas sin cohes, hospitales sin enfermos…) para convencer a los ciudadanos de que esto es Jauja, c) Practicando la guerra sucia entre partidos, es decir hundiendo al contrario en vez de superándolo. d) Haciendo buena política (no se conoce ningún caso). Respecto al bolsillo ya sabemos que a) la corrupción en sus múltiples variedades es la práctica más utilizada pero no se desdeñan b) las corruptelas, o c) la legislación sesgada. Pero, de entre ellos, el método más generalizado es “comprar” al electorado con “regalitos”. No es sino el populismo de decir al electorado lo que quiere oír y lo que quiere oír es que estad Navidades serán como otras y que el virus no es importante. Y eso hacen.
2) Los ciudadanos están cansados. Tras nueve meses de penar física y económicamente el terror inicial ha dado paso a una cierta banalización. La cosa va por segmentos de edad: los jóvenes no tienen miedo a la muerte, se sienten inmortales. No hay razón para seguir las normas de unos políticos a los que hace tiempo que no hacen caso. Inmortales y a-políticos es imposible concienciarlos. La media edad piensa que más cornadas da el hambre y exige que la economía se reactive con subvenciones o con apertura. La presión para que se ignore al virus es importante. La tercera edad es la más consciente del peligro pero su labor de canguros y de transfer de los nietos es imprescindible para la economía y el funcionamiento familiar. Y todos están cansados de la cruda realidad de una sociedad que se depaupera cada vez más. La muerte no deja de ser una salida a una vida de mierda y esta vida nuestra hace ya tiempo que es una mierda. El desgarro también cuenta.
3) Las directrices contra el virus han extendido la idea de que todo es improvisación y desconocimiento. Tanto los medios -criticando cada decisión- como la lucha partidista -tratando de sacar ventaja de cada decisión del oponente- hacen pensar que todo es inútil, que las directrices son fútiles. Ambos, políticos y periodistas, han minado la moral de los ciudadanos hasta la extenuación. La desconfianza en las medidas conduce a su desprecio. Tampoco es ajeno al desespero que los científicos sepan tan poco sobre el virus y que disientan tantas veces entre ellos. Los aereosolos (nubes de virus suspendidas en el aire) son la última teoría que conduce a que el invierno sea el capitán invierno.
4) La vida es un equilibrio de placer y dolor y este año ha traído mucho dolor y poco placer. Los ciudadanos están ansiosos de equilibrar la cuenta y ¿qué mejor opción que una gran Navidad, con los seres queridos? Los políticos ceden y ceden a las presiones: el gobierno central a las autonomías, las autonomías a los ayuntamientos y los ayuntamientos a los ciudadanos, a los sindicatos y a las patronales. Las cesiones han llegado demasiado lejos. El tiempo cura todas las heridas, o por lo menos, las suaviza. Ya nos hemos acostumbrado a los miles de muertos. Ya no nos parece alarmante.
5) Las noticias sobre la vacuna -a pesar de las autorizadas voces que nos advierten de que hasta verano no se alcanzará la vacunación generalizada- han insuflado optimismo hasta en la bolsa. La vacuna ha sido entendida como la solución a un problema, que por el contrario, ha llegado para quedarse, con o sin vacuna. El optimismo es el peor consejero en casos de peligro. Es la tormenta perfecta. El holocausto de Enero será descomunal. Este año la cuesta de Enero y Febrero será una lápida, histórica. ¡Ojalá me equivoque!
El desgarrado. Diciembre 2020.