» 07-01-2021 |
El golpe de estado no os lo explicaré porque lo hemos visto todos. Ver a un presidente de la nación azuzando a los radicales (a los que ama) a tomar el Parlamento, es decir a dar un golpe de Estado, para salvar su culo. Hemos visto también la desbandada de su gobierno, y de muchos de los que hasta ahora callaban, que dimiten en masa para salvar su culo. En pocas palabras: todos toman medidas para salvar su culo, lo que demuestra que la política es universal y en todas partes el culo es lo más importante. Últimamente he revisitado la serie “El ala oeste” de Sorkin y hay algo que me fascina: el problema político interno de USA es exactamente el mismo que en España. La trifulca entre republicanos y demócratas es exactamente el mismo al que asistimos en España entre los partidos del bipartidismo. Las estrategias son las mismas, incluso las palabras son las mismas. No es de extrañar que Garcia F. adore la serie. Probablemente ha aprendido todo lo que sabe sobre política, viéndola. La única diferencia es la corrupción que en España es estratosférica y en USA no se ve (o es más sutil, menos directa).
Lo primero que podemos aprender de este espectáculo dantesco, de un presidente que se niega a aceptar la democracia (la voz del pueblo) es que si los mandatarios no aceptan las reglas del juego, el juego pierde su sentido. Son las instituciones las que sustentan las ideas, y son los mandatarios los que sustentan las instituciones. La democracia no es nada sin las instituciones; las instituciones no son nada sin los mandatarios. La democracia es un castillo de naipes porque su base: la soberanía popular es una fantasía, una ficción, un subterfugio. La democracia se asienta en una gran mentira: la soberanía del pueblo. Las élites burguesas (las que impulsaron la independencia americana y la revolución francesa) nunca quisieron que el pueblo fuera soberano, pero usaron su nombre para quitar el poder a los monarcas absolutos. Fue un cambio radical, pero los ciudadanos se creyeron que eran los protagonistas. El SXIX y XX son la epopeya de las élites para robar la soberanía al pueblo tratando de que se notara lo menos posible. Solo el pueblo (el conjunto de todos) podía sustituir a Dios como fuente de la legitimidad. Porque la legitimidad es importante: es la fuente de la que emana el poder. Trump acaba de decir que el poder emana de su propia persona (es Dios) o de sus seguidores (el pueblo elegido) pero en ningún caso de la comunidad, del pueblo todo y soberano.
Estamos ante un juego de tronos. Trump quiere un golpe de estado basado en sus más de setenta millones votos (véase el juego entre lo democrático: el número de votos y lo autoritario: no reconocer su fracaso electoral) y lo quiere al más puro estilo político: para salvar el culo. Trump tiene deudas (es un pésimo empresario), y cuentas pendientes con la justicia (es un delincuente consumado), todo le cual puede soslayar si es presidente. El problema no es un problema de deficit democrático estructural sino de prebendas desproporcionadas de los políticos. Cuando los políticos defendían los derechos de los ciudadanos se les protegió para que no fueran violados por los poderes fácticos que para nada querían esa defensa de los ciudadanos. Luego esa amenaza desapareció, o mejor dicho se efectuó una alianza entre políticos y poderes fácticos. En ese momento la protección ya no tenía sentido, pero los políticos decidieron que la sobreprotección… ¡ellos lo valían! y la inviolabilidad se quedó (inviolabilidad, aforamiento, amnistía, inmunidad, indulto). Lo mismo ocurrió con la representación: con unos medios de comunicación inseguros e infames los políticos representaban a los ciudadanos en la corte. Hoy ya no tiene sentido (grandes medios de comunicación rápidos y seguros, internet) pero los políticos se aferran al privilegio de la representación. No solo hay que salvar el culo, también hay que asentarlo en una poltrona jugosa y duradera. Y lo mismo ocurrió con la representación directa (la comunicación directa entre el diputa y el ciudadano). Los partidos políticos se erigieron en el intermediario insoslayable entre uno y otro. Ya no se votan diputados sino listas y en el orden que el partido determina. Los políticos se convirtieron en parásitos, desconectados de los ciudadanos y aliados con los poderes fácticos (desde la Iglesia hasta las eléctricas), y así se llegó a la situación actual: los políticos “representan” (teoría) a los ciudadanos pero no los representan (práctica). Se representan a sí mismos.
La lucha por la poltrona se agudiza (todos quieren una, al fin y al cabo, a cambio de nada). El político se convierte en alguien a quien solo le importa su culo (cómo salvarlo, donde asentarlo, y el teorema del culo: al amigo, el culo; al enemigo, por el culo y al indiferente la legislación vigente). Los ciudadanos son para él… números: votos, muertos, parados, hijos de puta. A veces enemigos a los que hay que aniquilar. Y siempre culpables de todo lo que les pasa: por vivir por encima de sus posibilidades, por codicia comprando efectos financieros tóxicos, por no seguir las incompresibles instrucciones contra el coranavirus, por no entender que es mejor morir de virus que morir de hambre, por empeñarse en que la sanidad pública (el suministro de agua, la recogida de basuras, la vivienda oficial, la educación pública, las empleadoras públicas, etc.), es mejor que la sanidad (etc.) privada.
Lo que ha ocurrido en USA no es diferente de lo que pasa en España y no precisamente (aunque también) por la república catalana (cuyo Parlamento no fue tomado) como han afirmado todos los fachas, sino por el golpe de Estado de Tejero y la derechona, la negación de la legitimidad de la moción de censura a Rajoy, la negativa a renovar la cúpula del poder judicial, del tribunal de la competencia, y de tantos otro organismos que el PP no quiere soltar como si fueran suyos por derecho divino. Cuando un partido se cree con derechos por encima de los derechos que le han conferido las urnas es un golpista. Lo que ha hecho Trump es lo mismo que hace Casado: conculcar la democracia y de paso intoxicar a los ciudadanos engañando, mintiendo y azuzando. Ahora todos arrimarán el ascua a su sardina e interpretarán la asonada americana en clave “local”. Dice el refranero que en todas partes cuecen habas (y en mi casa a calderadas). ¡Casado!: la democracia pasa por ser demócrata, eso de lo que usted no acepta lecciones pero que no practica en absoluto. ¡Átese los machos y reconozca la moción de censura, renueve los cargos del Poder Judicial y lo que cuelga, condene la dictadura franquista, apoye la memoria histórica, reniegue de las maniobras de Rajoy para soslayar la financiación de la dependencia, acepte los partidos que se rigen hoy por los dictados de la democracia parlamentaria, deje de azuzar a los ciudadanos a desobediencia civil a las leyes democráticamente aprobadas, y deje de desautorizar a partidos democráticos como Podemos por más que dfiendan la reforma de la constitución y el republicanismo, etc.! Lo que usted hace es lo mismo que hace Trump: remontarse sobre la democracia y adaptarla a sus ambiciones y aspiraciones políticas como si eso no fuera un golpe de estado.etc.! Y más en su caso en que la tentación de homologarlo con Trump es más que justificada.
El desgarrado. Enero 2021.