» 08-04-2021

Reflexiones tipográficas 318. Violencia y provocación.

La provocación no es un concepto lógico (hablo de lógica formal). En lo legal es un concepto jurídico indeterminado (como el de peligrosidad). No cabe en otro sitio que en la ética, en la subjetividad o en la política. Dos personas pueden responder de manera absolutamente distinta a la provocación. Esa falta de objetividad es lo que lo ha llevado fuera de la lógica y del derecho. Pero afectivamente tiene una presencia innegable. La provocación nos saca de nuestras casillas y tendemos a culpar al provocador de la reacción a su acción. El derecho ha utilizado la provocación -del atuendo o de las actitudes de las mujeres- para justificar las reacciones de los hombres (singularmente la violación). Hoy parece que la cosa desaparece pero no de los sentimientos que siguen 2afectados” por la provocación. En una palabra: puede ser ética o políticamemte reprobable pero de ninguna manera lógica o jurídicamente.

 

Abascal da un mitin en Vallecas. No era para captar votos (es un barrio anticapitalista en el que no rasca nada) y cuando ve que su presunta intención de provocar la violencia no funciona atraviesa el cordón policial (lo que es ilegal) y se dirige a la multitud. Y se organiza el belén de la violencia. La polémica sobre la provocación está servida. De acuerdo con lo expuesto más arriba, ni legalmente, ni lógicamente se le puede oponer a Abascal nada. Se le puede imputar por atravesar el cordón policial, pero no por provocar. Ética y políticamente se le puede afear la conducta por usar estrategias poco éticas o reprobables políticamente. Pero nada más. El estado de derecho es para todos (aunque ellos lo desprecien). Eso no quita que se pueda analizar si la ruptura del cordón policial (lo que sí era ilegal) ocasionó los disturbios y por tanto estos son consecuencia de su acción. También se debería analizar si la policía debió impedirle -incluso con la fuerza- que infringiera la ley con consecuencias lesivas. Esos son los presuntos delitos, pero no el de provocación. Si las mujeres pueden tener actitudes provocativas para algunos hombres, arriesgándose a que las llamen putas (lo que sí es delito) los políticos (que no dejan de ser las putas de la sociedad política) pueden provocar lo que quieran si no infringen la ley. Y no hay más.

 

Claro, que estoy hablando de un estado de derecho perfecto… que no es el caso. La politización del poder judicial es tan insoportable que la sentencia depende de qué juez te ha tocado y los políticos son los que deciden que juez te toca. Con la ley en la mano Diaz no debería haber podido convocar elecciones porque las mociones de censura se registraron antes de que su convocatoria apareciera en el BOE (o el BOP), tal como dice la ley. Solo el tribunal Supremo puede establecer jurisprudencia (cambiar la ley). La presunción de que el Supremo efectivamente hubiera hecho eso (lo que consiste en un derecho de los ciudadanos a que la ley evolucione hacia lo más justo, y del que se les privó) no justifica que los tribunales inferiores (en este caso muy inferiores) se dediquen a enmendar la ley. Los jueces están para aplicar la ley y no para cambiarla (excepto el Supremo), pero sus señorías (con privilegios desproporcionados en un estado democrático) consideran que ser juez no tiene sentido si no instrumentan la ley de acuerdo a su pertenencia política.

 

A VOX le van mal las encuestas. El hecho de que Diaz se haya situado en la extrema derecha les deja sin espacio político. Y han reaccionado como reaccionan los tahures: haciendo trampas. Trampas ética y políticas pero trampas al fin. Ahora Diaz se ve ante la alternativa de hundir a VOX y no poder gobernar (si no alcanza el 5% sus votos se repartirán proporcionalmente entre el resto de partidos) o descararse aún más y hacerle (más) guiños a los ultras. C’s que ya se huele la tostada de su exclusión le propone al PP pactos de gobierno tras que les mandaran a la mierda en la convocatoria de elecciones. No es mala estrategia. Le brinda a Diaz  la oportunidad de decantarse por el “centro” en vez de por la ultraderecha. Casado estaría de acuerdo después de que metiera la pata más grande de su vida al desmarcarse (en la moción de censura) de los ultras, con la consecuencia de que, ahora, el PP piensa que su líder es la Diaz. Pero estábamos en la violencia.

 

Todas las revoluciones (las insurgencias) han sido violentas (menos la transición española que fue un apaño para salvar el culo de los fascistas). Las Constituciones no aclaran si la revolución (presumiblemente violenta) es o no es, una opción política. Probablemente porque si la soberanía pertenece (presuntamente) al pueblo y el pueblo quiere levantarse en armas no es factible oponerse a ello porque la violencia no aparece en la Constitución. La violencia ha sido la madre del cordero en la insurgencia de los políticos catalanes por la independencia. La violencia no es que esté proscrita del estado de derecho, sino que es privilegio absoluto del Estado: policía, ejército, justicia penal (entre las opciones legales). Por lo tanto decir que la violencia no se puede aplicar de ninguna manera porque no es democrática, no es cierto. El Estado detenta su ejercicio, muchas veces, mucho más lejos de sus competencias (Floyd, o la intervención en Irak, sin ir más lejos). Movimientos como Tiqqun abogan por la violencia como única posibilidad de luchar contra la opresión. La violencia de género (ampliada por los ultras a violencia doméstica) es ampliamente admitida por mucho macho. La violencia institucional nos rodea. Levantar la voz porque la violencia es anatema, inconcebible o inaceptable es pasarse tres pueblos.

 

Recientemente he hablado del movimiento de las plazas (11-M en España): “Lecciones de política alternativa 77: la ocupación de las plazas” y de sus formas de administrar la violencia desde la destrucción de cajeros y tiendas de lujo hasta el enfrentamiento con la pollcía y la destrucción de mobiliario urbano. La única conclusión posible es que si la violencia es inadmisible el primero que tiene que ponerse a hacer los deberes es el Estado. ¿O, no? En otro caso la inadmisibilidad de la violencia es postureo.

 

El desgarrado. Abril 2021.




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