» 09-05-2021

Reflexiones tipográficas 320. La justicia, la pandemia, y su percepción ciudadana.

Una de las resacas de la pandemia ha sido la percepción de la justicia como ajena a los problemas de la sociedad. Dejando aparte la lucha partidista para que sea el otro el que tome las decisiones impopulares, es decir no querer tomarlas, es difícil entender por qué la justicia puede tomar decisiones distintas en comunidades distintas sobre cosas iguales (por ejemplo el confinamiento: la libertad deambulatoria). La seguridad jurídica (ese principio de afianzamiento de la idea de justicia en el pueblo) se ve seriamente damnificada: si las decisiones de los jueces son distintas en las mismas situaciones, ¿donde queda la confianza y la seguridad en la ley? Para qué decir que las cosas ya se habían deteriorado con el rey emérito, al que se le da un trato de favor desmesurado, negando la igualdad de todos ante la ley, la separación de poderes, que hacienda somos todos (menos unos pocos) y en suma el estado de derecho.

 

El gobierno se ha negado a asumir el papel de chivo expiatorio y les ha endilgado a las Autonomías la misión de reprimir a sus nacionales. Como cláusula de cierre ha añadido que sea el Supremo el que decida sobre los criterios, para unificar doctrina. Pero -en el chacorrismo que nos caracteriza- no hemos perdido ocasión de reírnos de las decisiones de la justicia, medio para venirnos arriba y medio para venirnos abajo en nuestra confianza en la justicia. En definitiva, para reírnos del poder que es el derecho al pataleo filtrado por el humor. La cuestión es que los jueces no tienen el mismo criterio en distintas autonomías y la pregunta es (teniendo en cuenta que su cometido es aplicar la ley al margen de cualquier interpretación personal) ¿por qué? La solución, a continuación.

 

Los jueces -como se ha adelantado- deben juzgar aplicando la ley. Si difieren es por una de estas cuestiones: 1) las leyes no son claras y cada uno las interpreta como le da la gana. Sin embargo esta posibilidad ya la previó la ley y para ello incluyó los modos de interpretación admitidos. 2) Los jueces no son dóciles y fallan en equidad ( o cosas peores) en vez de cumplir con su deber y aplicar la ley. 3) Las leyes son injustas o incomprensibles y los jueces se sienten liberados de aplicarlas. Pero deberían seguir el camino legal e impugnar las leyes injustas (o incomprensibles) pidiendo una interpretación autorizada a tribunales superiores. En definitiva: por culpa de la leyes (mal hechas eventual o intencionalmente) o por culpa de los jueces (que llegan más allá de su cometido), en iguales circunstancias se obtienen resoluciones distintas. Y la seguridad jurídica se va a la mierda.

 

Los periodistas se ponen las botas. Hoy se acaba el Estado de Alarma y hoy los periódicos se llenan de las contradicciones de los distintos tribunales. Que los medios informativos son medios dedicados a la sorpresa, lo insólito, lo truculento y el espectáculo no es nuevo. No se pueden vender periódicos con explicaciones legales y noticias anodinas. Hace falta que el hombre muerda al perro, que se subvierta la normalidad y salte la noticia, lo nuevo, lo impensable, lo insólito lo espectacular. Olvidan que su misión es informar y no vender periódicos y se suman a la fiesta de la desinformación, de sumir a los ciudadanos en la inseguridad y en la zozobra, lo que -de entrada- parece ser lo contrario de informar.

 

Vivimos en una sociedad en la que la igualdad ante la ley no existe (inviolabilidad, aforamiento, indulto, amnistía, leyes ad hoc, connivencia fiscal), la separación de poderes es un chiste (los políticos gobiernan las instituciones judiciales); los jueces se alinean con sus partidos descaradamente y, además, no cumplen con su papel al juzgar por razones que exceden en mucho la aplicación de la ley; los medios en vez de informar se unen al espectáculo de las dis-democracia con alborozo. Y cuando alguien denuncia que esta democracia no es plena, se le replica que no solo lo es, sino que, además, tiene que dimitir porque un político no puede decir que nuestra democracia es una democracia de mierda. Y en esta situación se criminaliza a los que celebran el final de la Alarma con fiestas y alborozo. No digo que esté bien, pero no está peor que la inseguridad jurídica o informativa en el Estado de Derecho. ¡Vacunaos. No solo del virus, también del otro virus que son los políticos. Y vacunarse no quiere decir no ir, sino que quiere decir actuar, con las vacunas y con los políticos.

 

Por cierto, ya que los políticos de la derecha solo han manifestado su alborozo de “haber acabado” con Iglesias (que tuvo palabras laudatorias a la salida de Rajoy) le haré yo el panegírico. No me cabe duda que -con tus errores y tus sombras- solo procuraste un mundo mejor para todos. Que no te lo reconozcan es la prueba de que no merece la pena representar a quien no quiere ser representado. El cielo no se toma por asalto, se toma poniendo el culo. Por lo menos en una mierdo-democracia como la nuestra. También se equivocó Marx y su buena intención solo la discuten los obcecados y los sicópatas como Diaz, que no solo se alegró sino que se apuntó el tanto. Y esa deficiente democracia no cambiará sola. Se necesita que todos arrimemos el hombro. Y arrimar el hombre es algo más que el ji ji ja ja. Lo que es seguro es que esto no cambiará solo ni de la mano de la derecha. Amén.

 

El desgarrado. Mayo 2021.




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