» 06-11-2023

Animales racionales 10. Emociones y sentimientos 2.

Voy a tratar de aproximarme más a las emociones y para ello usaré textos que sobre el tema ya habían iniciado esa aproximación: “Señoras y señores 70. Gina Rippon. Cerebro y género. Emociones” y “Señoras y señores 72. Amor y cuidado. ¿Un nuevo paradigma?”. “Señoras y señores 74. Amor y cuidado. Efectos, afectos e interfectos”. Todos son textos centrados en el feminismo pero suficientemente explicativos sobre el tema que ahora tratamos. El libro de  Gina Rippon sobre el que hablo es: “El género y nuestros cerebros” Galaxia Gutemberg. 2020 (2019).Kant -en su fusión de empirismo y racionalismo- nos propone una relación entre emociones y razones: el conocimiento se produce en la suma de dos facultades: sensibilidad (intuiciones) y entendimiento (conceptos). A esta fusión le llama razón (ideas). La razón, entonces no es la facultad de entender/conceptuar sino la suma (aplicación) de ésta al campo de la semsibilidad (sentimientos, emociones, percepciones ya categorizadas). Habrá que deslindar así la idea de razón del concepto de entendimiento.

 

“Antes de continuar con el trabajo de Rippon debo hablaros de las emociones. Ella misma distingue dos cerebros el antiguo emotivo y el nuevo cognitivo. Hoy, hemos rescatado el cerebro emocional hasta el punto que entendemos que nuestra humanidad se centra en ese cerebro más que en el frío cerebro racional (análisis, información, abstracción, previsión). Pero el cerebro es un órgano evolutivo. ¿Cómo pasó del instinto a la racionalidad? Es evidente que no se puede abandonar (evolutivamente) un magnífico sistema de supervivencia (el instinto) por uno que, pese a sus expectativas, no es más que una promesa: la razón.  No mantendré el suspense: las emociones (antiguas) son la razón del instinto. Las emociones instintivas son el disparador de las acciones de supervivencia de todos los animales (nosotros incluidos). Debemos perder el tinte afectivo, que para nosotros es insoslayable, para entender lo que es la emoción para los animales instintivos: su razón para actuar, para sobrevivir. Las emociones instintivas no permiten variaciones (o realmente muy pequeñas) son automáticas, son resortes, disparadores, orgásmicos (en el sentido de disparadores explosivos y automáticos, no en el sentido de placenteros… aunque tampoco se desvía mucho: vivir es un placer, el placer)”.

 

“Bien, ya hemos establecido lo que son las emociones para los instintivos: su razón automática, su disparador. El miedo es el principal, pero el sexo, la socialidad y la maternidad/paternidad añaden muchísimos más. Cuando la evolución se plantea pasar de la razón automática a la razón libre (hablo metafóricamente, nadie se planteó nada. La supervivencia marcó el camino) el problema, funcionalmente resulta monumental. No se puede abandonar el instinto (constatado) por una hipotética mejora que podría ser letal si se abandonara el instinto. Hay que conservar y reciclar las emociones. Y ahora viene lo difícil: ¿cómo evoluciona el cerebro ante tamaña crisis? Antes de nada os diré que no soy experto (ni en esto ni en nada). Digo lo que pienso de acuerdo a lo que he aprendido. El cerebro desarrolla una nueva estructura -por encima de la antigua- que se desarrolla sobre el cuerpo calloso (la unión entre los dos hemisferios que en aquel momento era uno. Envuelve las estructuras más antiguas del cerebro; el tallo medular, el tálamo, la amígdala, el hipocampo, la ínsula y el cerebelo. Es el córtex cingulado anterior (CCA)”.

 

Esta estructura evoluciona desde las tareas de control: de errores y de contradicciones a una función inédita: la previsión del futuro, la antelación. Aquí esta el germen de la razón libre. Faltan eones para que esta estructura se recubra primero con los córtex parietales, temporales, occipitales y el glorioso córtex frontal que nos define. Esta explicación no es cronológica. Mientras el córtex se creaban el CCA evolucionaba en sus funciones, es decir todo evolucionaba a la vez. Y entre otras cosas evolucionaban las emociones, porque el CCA se convierte en el germen del cerebro social y esas emociones se reorientan hacia la socialidad (siempre que no sean necesarias para el instinto). Porque instinto y razón deberán (continuar) conviviendo durante eones. La razón: las estructuras cerebrales capaces de predecir el futuro, nacen con el cerebro social sin que sepamos cual empujó a cual. Con el tiempo el CCA establecerá conexiones con el Córtex frontal (CF) mejorando sus habilidades, pero lo que no se puede perder de vista es que el CCA se sitúa sobre los cerebros antiguos (tálamo, amígdala, hipotálamo, tronco estriado. ínsula) -que se estiran alargándose hacia el CCA- y el córtex frontal. En el cerebro la situación de las partes no es casual”.

 

“Ya tenemos una especie racional (capaz de anticipar el futuro) pero que en su evolución ha arrastrado unas emociones antiguas (instintivas) y actualizadas (cinguladas) que le acompañarán para siempre. La ficción racional de la cognición sin emoción es imposible. Las emociones están ahí para recordarnos de donde venimos (del instinto) y para teñir nuestra vida de lo que nos diferencia de las máquinas: las emociones. Spinoza fue especialmente agudo para darse cuenta que los afectos eran tan importante como la racionalidad. Hoy el estudio de la inteligencia emotiva ha puesto en su sitio la complejidad del ser humano: racional y emotivo. Humano tiene dos acepciones: racional o  emotivo y son contradictorias. Así somos: tan complejos como para no entendernos ni s¡quiera nosotros mismos. Ahora ya estamos preparados para continuar con las enseñanzas de Rippon, pero será otro día. Solo una última observación: Si en algún punto del cuerpo reside el alma no será otro que en el CCA del cerebro, en donde el animal se hizo racional”.

 

La ilustración -como continuadora del racionalismo- hizo un gran bien a la humanidad: acabó con la superstición, el animismo, la religión revelada, y otras formas de “conocimiento” que sin ser deleznables, eran inferiores a la razón. Lo cierto es que no acabó con ellas. El 90% de la población cree en alguna forma de Dios, la omnipotencia de las ideas (confundir los deseos con la realidad) sigue siendo omnipresente y seguimos practicando la superstición (desde el horóscopo, al número 13) como si nada hubiera pasado. Para más INRI hemos añadido la homeopatía, las medicinas alternativas y todo tipo de otros alter que nos han conducido al negacionismo de la ciencia, desde la planitud de la tierra a la negación del cambio climático pasando por la de evolución de las especies. 

 

Una de las cosas que el racionalismo barrió de su horizonte fueron los sentimiento (emociones y deseos), no exactamente por ser clasificables con las anteriores categorías sino porque eran difícilmente cuantificables. Y no precisamente, porque uno de los grandes racionalistas: Spinoza, no los hubiera integrado en su campo de estudio con largueza (hasta el punto de llamar a su tratado “Ética” en vez de metafísica). La cuestión es que los sentimientos (al igual que toda una serie de disciplinas difícilmente racionalizables, a las que se llamó ciencias humanas) fueron expulsados de la razón por a-científicos. La decisión no fue aceptada pacíficamente y se estableció una guerra entre las ciencias exactas y las humanísticas que duró (y dura) siglos. Las ciencias de la cantidad se apoderaron del campo intelectual del que expulsaron incluso a la filosofía (que no dejaba de ser su madre). 

 

Pero todo eso cambió en el SXX. Freud amplió el campo de la razón al inconsciente que se aproximaba más a las humanidades que a las ciencias de la cantidad (“el inconsciente se estructura como un lenguaje”, dirá Lacan). Einstein puso en duda las bases de las ciencias de la cantidad al unificar el espacio y el tiempo en un continuo y poner en duda la simultaneidad. Tampoco ayudó que estableciera la equivalencia entre materia y energía. Años antes la termodinámica (Bolzmann) se había establecido como una ciencia estadística (por tanto: no exacta)…”.  “La filosofía también estaba inquieta. La fenomenología de Husserl había retomado una forma más simple de enfrentarse con el mundo: la intuición inmediata. Gadamer entendió que la verdad no era una cuestión que residía en el objeto sino que correspondía al sujeto en la interpretación de la realidad. Las filosofía de la diferencia se enfrentó con la metafísica de los pares de oposiciones contradictorias y excluyentes para abogar por tomar ambos extremos como algo unitario, de alguna manera introducir la contradicción en el interior del objeto. La posmodernidad arremetió directamente contra la metafísica (la deconstrucción de Derrida), contra los grandes relatos (Lyotard) y en el caso de los estudios literarios, contra el concepto de género, de colonizado y de altersexual. Por supuesto se produjo el giro lingüístico (todo es lenguaje), y el giro ético de Rancière (la confusión del derecho y el hecho)”. Y si algún sentimiento se opone a la razón es el amor.

 

“El amor es irracional y por tanto no le interesó al racionalismo… nunca. Y por tanto no le interesó a la metafísica. Las cosas cambian cuando la teoría del cuidado de Haraway y Puig proponen una nueva forma de pensamiento (femenino) que puede ser alternativo a la metafísica. El amor y el cuidado tienen un nivel de colateralidad que eleva el amor (cuidado) a la categoría que tenía la razón en la metafísica. El amor deja de ser irracional -no porque la supere- sino porque la razón ya no es el estándar de análisis del mundo. El cambio es radical y si algo sabemos es que la metafísica no funciona. Si esa nueva forma de pensar, que es el cuidado, puede sustituir a la metafísica no lo sabemos, lo que sí sabemos es que es más compatible con el planeta, y mucho más justo con los colectivos que han sido hasta ahora marginados como las mujeres, los altesexuales y los colonizados. En una palabra: su componente de igualdad es enormemente mayor”. 

 

“El amor sexual es biológicamente espectacular. El cóctel de hormonas supone un cambio radical en el comportamiento que implementa un futuro de alguna manera no previsto: para el hombre que no quería cuidar ni de su pareja ni de su prole y para la mujer que cuida a alguien que no estaba en su panorama instintivo: el hombre. Podríamos pensar que el fin penúltimo del amor es implementar cuidados que la socialidad no había previsto. Dice la religión que el fin del matrimonio es aplacar el deseo sexual y cuidar de la prole (el placer es secundario cuando no pecaminoso). Socialmente el matrimonio es un contrato socio-económico. Pero lo que magnifica al amor es el amor cortés (el romanticismo), que no data de la edad media sino que ha existido siempre aunque más mediatizado por las instituciones. La ilustración estableció la libertad y la igualdad y el amor casaba perfectamente con esas aspiraciones, además de elevar al pueblo, a sujeto de la soberanía. El amor libre (no el sexo libre) se puso como premisa, pero la culturización del amor (la literatura, el cine, la democracia…) complicó su percepción hasta complicar su uso. Para unos jóvenes cada vez más cuidados por sus progenitores (gracias a la subida del nivel de vida) el amor es libertad y el cuidado es una obligación, a veces, insostenible. Culturalmente el amor sexual y el cuidado se han separado. Lo que la naturaleza creó como impulso biológico y reenfuerzo sociológico se ha disgregado en sexo y cuidado (cariño)”. 

 

“En otros sitios he defendido que los afectos (sentimientos y deseos en la formulación de Spinoza) son la “razón” del instinto, su disparador. Con la llegada de la metafísica (el sistema de la razón) los afectos se reconvierten en una segunda vida, una segunda escena (que Freud “reubicó” en el inconsciente, del que nunca habían salido). Inconsciente, quería decir fuera de la razón: instintivo). La razón, el superyo, se había instalado en el consciente y controlaba subrepticiamente al inconsciente donde residían (de siempre) los afectos. Y evidentemente se produjo el conflicto. Porque algunos afectos se reciclaron. Tal como explica Gina Rippon esto tiene un correlato evolutivo en el cerebro: Los cerebros antiguos (instintivos): sistema límbico (cerebelo, tallo cerebral, amígdala, hipocampo, hipófisis…) quedaron recubiertos por la corteza cingulada que constituyó el cerebro social. Esa corteza cingulada se constituyó en el puente entre los cerebros antiguos y los modernos (cuando aparecieron), singularmente la corteza frontal. Con esto quiero decir que no estamos hablando de teorías (que lo son) sino de estructuras físicas. Esta corteza cingulada alojó los nuevos afectos controlados por el cortex frontal y no por el sistema límbico”. 

 

“Lo importante es que tenemos afectos instintivos y afectos sociales y es probable que algún afecto totalmente racional. Los afectos fluctúan (en el tiempo) entre lo instintivo (inconsciente, aunque la relación no sea lineal) y lo racional, pasando por lo social. Tratar de soslayar -como hizo la razón metafísica- todo este entramado es simplemente una locura. El amor es un bello ejemplo de esta transitividad de los afectos que “fluyen” de lo instintivo a lo racional, de lo límbico al lóbulo frontal. La teoría de los cerebros aditivos (McLean) es antigua y probablemente necesita una revisión a la vista de los nuevos datos. Pero lo que me parece más urgente es integrar los afectos en cualquier teoría de la mente que seamos capaces de construir”. 

 

“Volvamos al amor (como en la canción). El amor es un afecto (instintivo) que se hizo social en la corteza cingulada y que se racionalizó en el lóbulo frontal. Para resumir: tres amores que residen en tres distintas ubicaciones del cerebro y que son determinante del afecto, del cuidado, y de una forma de pensamiento sensible que puede salvarnos. Si la teoría del pensamiento femenino alternativo a la metafísica es cierta (lo que niega Rippon, en su pasión de igualdad), estamos en el siglo que deberá ver la implementación de ese pensamiento ecologista (respetuoso con el planeta), cuidadoso (en vez de racional), no agresivo (instalado en el pacto y en la convención), no desarrollista (el progreso no es una huida hacia adelante), no destructor (¡que ya lo reconstruiremos!), etc. La aparición del pensamiento cibernético apadrinado por el capitalismo-machismo es la mayor amenaza para que ese pensamiento femenino sea capaz de triunfar. Pero sea o no sea viable lo que está claro es que la metafísica está descartada y que la dominación como sistema de relación no ha perdido ni un ápice de su “encanto”.

 

La metafísica se basa en la lógica que a su vez es la ciencia de las relaciones necesarias (dado un antecedente, el consecuente es obligado). El pensamiento masculino hegemónico se asienta en la necesariedad. Las inclinaciones, tendencias, los sesgos, las afinidades, está excluidas de la lógica. Spinoza trató de superar la metafísica con una ciencia (a la que llamó ética) en la que las emociones, los sentimientos, las tendencias, las afinidades tenían tanta importancia como las necesidades. Spinoza inventó el mundo moderno. Pero no era eso lo que los hombres -la dominación que habían establecido sobre los otros (extranjeros), las mujeres y los altersexuales- necesitaban.

 

El desgarrado. Noviembre 2023.




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