» 24-11-2023 |
He analizado diversos campos en los que se manifiesta la irracionalidad sin aplicsr ninguna sistemática, a medida que surgían en mi mente. No descarto que en el futuro se me ocurran nuevos campos adecuados o nuevas ideas a añadir a campos existentes, pero de momento voy a esbozar unas conclusiones inevitablemente provisionales. En algunos casos he tratado de identificar el blog con circunstancias de la actualidad; en otros casos no se me ha ocurrido la posible conexión aunque me hubiera gustado encontrarla.
El análisis filológico es el primero al que se suele recurrir: animales racionales. ¿La proposición completa sería: el ser humano es una animal racional. ¿Se complementan los dos rasgos o presentan una disyuntiva? Creo que se acerca más a lo segundo que a lo primero. Y sin embargo, muchas de nuestras virtudes derivan de nuestra condición animal. Tenemos cuatro mil millones de años de evolución a nuestras espaldas. Con una diversidad, originalidad y eficacia sencillamente pasmosa. Pero además el gradualismo de la evolución hace que nuestras diferencias con nuestros especies vecinas (singularmente los chimpancés pigmeos o bonobos (Del Vaal) sean ínfimas… aunque a nosotros nos parezcan abismales. De acuerdo con la hipótesis de nuestros cerebros aditivos todo nuestro pasado animal permanece en nuestro cerebro. No se ha tirado nada, Porque uno de los mecanismos de la evolución es reutilizar lo que hay, para nuevos cometidos. ¡La chatarra evolutiva tiene mucho futuro.!
A los mecanismos que Darwin estableció: mutación y selección (funcional y sexual) se añadido la recombinación de genes, la cooperación de Margulis, la epigénegtica… pero otros se han quedado en el tintero como el equilibrio puntuado de Steghen Jay Gould (la inhomogeneidad de los lapsos temporales de evolución) o la modificación genética actual o mutación selectiva. El concepto de suerte pierde sentido cuando pensamos que entre cien mil millones de estrellas fuimos a caer en la que hasta ahora es la única que ha sido capaz de establecer un sistema planetario en el que uno de esos planetas reúne las condiciones de la vida y de los millones de formas de vida posible hemos recalado en la que nos permite la autoconciencia. Las cien mil millones de neuronas que poseemos se han ordenado de forma que nos permiten haber creado una cultura y una tecnología fuera de todo parangón. Cada vez que nos lamentamos de tener mala suerte deberíamos recapitular para constatar que somos la estructura físico-biológica más afortunada que haya existido .
¡Animal no debería ser un insulto, una peyoración, sino una enorme satisfacción. Gracias a la diversidad biológica (que tan poco cuidamos) la ecología se ha convertido en un gigantesco orden externo a nuestra identidad que ordena toda la biosfera. Nos adentramos en una segunda fase de la evolución en la que lo importante no es ya el desarrollo, el progreso, sino la conservación y el cuidado. Estamos en la transición de los valores masculinos (fuerza, arrojo, análisis, dominación agocentrismo…) a los valores femeninos (maña, prudencia, síntesis, respeto…) Resta por saber si la metafísica (en cuanto sistema de pensamiento universal) es una característica masculina y debe desaparecer o lo es de la especie humana y debe cambiar a una metafísica del cuidado. De una manera o de otra el futuro (que empieza hoy) es de las mujeres. Y el respeto por los animales no se puede entender como el mascotismo. Hombres y animales debemos convivir con respeto mutuo, ausencia de dominación, sojuzgación, parasitismo, etc. (Haraway). Pero ¿qué podemos esperar de esta metafísica nuestra que se ha manifestado siempre como jerarquía, dominación, explotación? Si no hemos logrado respetar a las mujeres, a los colinizados, a los altersexuales, a los discapacitados ¿cómo vamos a respetar a los animales? No somos individuos aislados ni pertenecemos a una especie aislada. O salimos de esta en colaboración con el resto de especies biológicas o no saldremos.
La segunda parte de la proposición: racionales, ha sido el principal objeto de desmitificación de estos blogs. La racionalidad es una opción de supervivencia biológica pero no necesariamente la mejor. Las emociones y los sentimientos no son otra manera posible de entender a los seres humanos sino una rasalidad en la que vivimos inmersos. Probablemente somos animales emocionales más que racionales, aunque estoy de acuerdo que lo racional mola más. La razón es un cajón de sastre. Recoge todo lo que no tiene que ver con la corporalidad, con el soma. En la carrera por obtener relaciones necesarias (lógica, según Leví Staruss) hemos recurrido a todo lo imaginable: bio-lógica, mito-lógica, analógica, topo-lógica, sicológica… Lo que llamamos razón no es un cuerpo unitario de procesos o de conocimientos sino un batiburrillo en el que cabe casi todo: sentdo común, intuición, instinto, inducción, deducción, hipótesis-deducción, falsacion, lógica computacional y ahora inteligencia artificial. La reflexión sobre la reflexión (discurrir sobre como pensamos) presenta dificultades que ya contemplaron los logicistas como Frege, Rusell o Witgenstein: las paradojas de autorreferencialidad. A la espera de que la nueva neurociencia nos desvele los procesos físicos del cerebro y acabe de una vez con el espiritualismo, el animismo y el trascendentalismo, nuestro conocimiento todavía está muy verde para producir una cosecha relevante de metaconocimiento.
Casi podríamos decir que la gran muestra de nuestra racionalidad es nuestra inmensa capacidad de contradecirla, de ser irracionales. Nuestra autoestima en cuanto especie (lo de “homo sapiens, sapiens”) es alarmante. Nos centramos mucho más en presumir que en autoconocernos. También podríamos ser animales soberbios. La humildad nos es ajena… por eso es una virtud. Estamos aquí porque las otras homos prehistóricos han desaparecido en su totalidad, sin que sepamos a ciencia cierta cual fue nuestro grado de intervención en el suceso. El desarrollo evolutivo ha sido truncado por la especie humana actual. Somos la especie ganadora y para ello hemos recurrido a una violencia que no existe en el mundo animal. Para ellos la violencia se reduce a la obtención de comida, de sexo y de territorio. Nosotros hemos perfeccionado la ecuación y nuestra agresividad se extiende a cualquier objetivo: poder, riqueza, seguridad, bienestar, dominio… También nos podríamos haber nombrado como animal agresivo-compulsivo. De una u otra manera, por el camino que llevamos no tenemos futuro.
Nuestra posición ante el futuro es ambivalente. Por una parte nos creemos tan arrogantes como para tener el poder de acabar con el mundo. Por otro no hacemos caso de las señales que nos indican que vamos por ese camino. Arrogantes y negacionistas. Respecto a lo primero diré que no acabaremos con el mundo sino con nuestro mundo, con nuestra especie. El mundo seguirá existiendo sin nosotros y no nos echará en falta. El negacionismo tiene otro calado: negamos lo que no nos interesa creer. No es una posición racional sino emocional, escurrimos el bulto para poder seguir con nuestra loca carrera hacia el poder y el dinero. El pensamiento de que siempre hemos salido de todos los atolladeros no es concluyente. Millones de especies consolidadas sucumbieron debido a cambios menores que los que hoy en día atisbamos. Las estupideces ecológicas se suceden y cristalizan en el caso de las especies invasivas y su imposible erradicación. Aunque detengamos el cambio climático harán falta muchos años para restablecer el equilibrio ecológico alterado por esas especies invasoras. Aunque siempre nos quedará la manipulación genética… otra bomba ecológica.
La biosfera se desenvuelve en un delicado equilibrio. La vida consiste en robar energía a nuestro entorno para aumentar nuestra complejidad, y eso solo puede ocurrir en una situación dinámica. El estatismo de nuestro pensamiento solo tuvo sentido cuando no éramos capaces de pensar de otra manera (dinámicamente) porque excedía nuestras facultades. Hoy eso ya no es excusa: podemos razonar dinámicamente. Romper ese equilibrio aunque sea mínimamente es el desastre. El cambio climático natural produce un cambio gradual que el ecosistema es capaz de asimilar. El cambio climático producido por nuestra especie es inasimilable. Nuestra intervención está acelerando el proceso más allá de la capacidad de respuesta de la biosfera. Nuestro comportamiento es altamente irracional. Nadie mata al burro que le lleva, si el camino es insoslayable. Nadie… excepto la especie humana. La inteligencia artificial (maquinas que aprenden de sus propios errores) asoma por el horizonte, ¿Se puede razonar sin sentimientos y emociones? No lo sabemos (nunca lo hemos hechos) pero los casos en que el dogmatismo se ha hecho totalitarismo las cosas no han ido bien. ¿Significa la IA el pensamiento único? Estamos al borde del precipicio y no sabemos la altura que tiene. Parece que las convicciones, los valores, los ideales, toda esa chatarra sentimental, es más necesaria que nunca. Necesitamos una alternativa a la metafísica (el pensamiento de los últimos 25 siglos, en occidente) y la necesitamos ya. ¡O racionales o muertos!
El desgarrado. Noviembre 2023.