» 03-11-2023

Animales racionales 7. Ciencia.

Para llegar a la ciencia actual (el método científico) se ha producido un proceso de refino histórico. Todas las culturas disponen de una “cosmogonia” que explica los orígenes del mundo (como marco del origen del propio pueblo que cuenta su génesis), pero incluso antes, el impulso natural de conocer el mundo para dominarlo y para prever sus pasos, es una constante en todas las culturas.  La cosa empezó con la magia (Jakobsen), el animismo (Frazier), la omnipotencia de las ideas, la adivinación y el mito Cassirer), la mitología y las religiones (Eliade). Para los griegos la física (el conocimiento de la naturaleza) era una parte de la filosofía y todavía (Sócrates, Platon y Aristóteles) en tiempos de Newton, (SXVIII) su tratado sobre la gravedad se llamaba “Filosofia naturalis”. La religión estuvo enfrentada a la filosofía hasta que ésta empezó a caminar sola, momento en el que excluyó a Dios del esquema. Finalmente la ciencia y la filosofía se separaron por cuestión de la experimentación, que para la filosofía era accesorio, secundario, y que la ciencia consideró imprescindible. En la actualidad la ciencia es absolutamente laica y autónoma aunque muchos de sus practicantes son creyentes. El método científico se ha erigido en la única vía hacia la verdad de que disponemos. 

 

La historia de la ciencia es una historia de fracasos “sensu estrictu” aunque su avance ha sido imparable dando lugar a una tecnología absolutamente deslumbrante. Y digo fracasos porque cada teoría ha sido desbancada por otra teoría posterior más de acuerdo con el universo. Aristóteles (que había rebatido a los presocráticos) fue rebatido por Newton que a su vez fue rebatido por Einstein. Y no con una teoría más fina sino con una teoría diferente. El tema candente en la ciencia física (la que explica el funcionamiento del universo) es si las leyes de la naturaleza son un descubrimiento o una invención. Es decir si las leyes del universo existen o si no es así, y las teorías físicas simplemente van modelizando cada vez más afinadamente el universo. La teoría de los epiciclos -que trataba de ajustar las órbitas de los cuerpos celestes a las observaciones, situando a la tierra en el centro,- es arto significativa. La teoría era cada vez más enrevesada y las órbitas cada vez más raras pero también cada vez más próximas a lo observado. La única razón que avala la existencia de esas leyes es: las regularidades observadas en el comportamiento del universo. Sin embargo la lógica (filosófica, sí, pero omnipresente presente en las matemáticas de una u otra forma) no acepta que las regularidades observadas constituyan leyes solo por el hecho de la repetición (la lógica niega la inducción). Lo que ha ocurrido un millón de veces no tiene porque ocurrir una vez más (aunque es lo más probable). 

 

La metafísica -un más allá de la física que la trasciende- de ser parte de la filosofía, se ha convertido en un sistema de pensamiento centrado en unos pocos axiomas generales: es posible deslindar el ser humano del mundo, el mundo se rige por leyes, esas leyes pueden ser conocidas por los seres humanos, que bien pueden ser puestos en duda. Junto a estos axiomas se situaron los principios aristotélicos y la preponderancia del ser como categoría esencial (ontología). El problema del establecimiento de los universales -garantía de la existencia de las leyes- se basa en la abstracción (simplificación de las características del mundo hasta abarcar colectivos generales) se ha centrado en la cantidad (que originó las matemáticas), el concepto (que originó el lenguaje), la verdad (que originó la lógica) y la igualdad (que originó la equivalencia, la ética y la política). No es un “numerus clausus” y se pueden añadir el género único (que originó el sicoanálisis y el machismo), la mercancía (que originó la economía política), etc. Este sistema informa y modela la ciencia exactamente igual que lo hizo con la filosofía y la sociología, que bien puede ser tildada de: matemática, conceptual con un lenguaje propio, tendencialmente cierta, fundada en las equivalencias generales, machista y políticamente económica. La ciencia es profundamente metafísica.

 

La teoría cuántica, de lo más pequeños (o de menor energía) de las partículas elementales y la astrofísica de lo más grande, de los agujeros negros y el Big Bang, se desvían de las pautas que siempre ha seguido la ciencia, desoyendo los principios aristotélicos de identidad, no contradicción y tercio excluso (que se cumplen en nuestro mundo a escala humana), instalan la probabilidad en el corazón de la física (la verdad fraccionaria) y descubren singularidades (momentos o lugares en los que no se cumplen las leyes de la física). El problema del tiempo reversible, de las múltiples dimensiones, la anhelada teoría del todo, la naturaleza de la materia y la energía oscura, la conciliación de la teoría cuántica con la de la relatividad de Einstein, la estabilidad de la masa del protón, la gravedad cuántica, el inflatón, el gravitón… no desdicen los éxitos de la física en la predicción de sucesos (y en la fabricación de artilugios) pero tampoco pintan un futuro demasiado halagüeño para el saber puro.

 

Si entramos en el campo de las matemáticas los éxitos han sido innegables, pero desde que Hilbert renunció a que las matemáticas se relacionaran directamente con el mundo físico, las dejó reducidas a una caja de herramientas para que los físicos se sirvan a su gusto. Gödel y su principio de completividad dio un hachazo a las pretensiones de que podamos modelar el universo mediante un sistema axiomático (como las matemáticas). Dicho de forma grosera, estableció la imposibilidad de determinar la verdad de un sistema desde dentro del mismo. No se puede demostrar que las matemáticas sean un sistema completo y coherente. Como decía “Expediente X”: “La verdad está ahí fuera”. Pero no se acaban aquí los tropezones. Frege fracasó en identificar la lógica con las matemática (teoría de conjuntos) debido a la aparición de la paradoja que descubrió Rusell y que popularizó Groucho Marx: “Nunca pertenecería a un club que me aceptara como socio”, paradojas que - más allá de Zenón- están insertas en el corazón de las matemáticas. Todo es relativo.

 

La palabra más repetida en los libros de divulgación científica escritos por científicos es “premio Nobel”. La ciencia está hecha por seres humanos aquejados de las mismas pasiones que el resto de los mortales. Si para un político su prioridad máxima es la poltrona, para un científico, es publicar. La valía de un científico se cifra en los artículos que ha publicado. Y su sueño es el Nobel, la meta suprema. Por conseguirlo, algunos, mienten y roban. Sabida es la historia de Watson y Crick que robaron los datos cristalográficos a una colega para poder redondear (quizás crear) la estructura del ADN. Menos lejana es la disputa entre Gallo y Montagnier por la paternidad de la vacuna del SIDA. Históricamente el antagonismo entre Newton y Leibniz por el descubrimiento del cálculo diferencial, trascendió a las relaciones entre Inglaterra y Alemania durante decenios. Bell robó la patente del teléfono y Darwin se adjudicó la paternidad de la teoría de la evolución a costa de Wallace. Brigman y Sokal escribieron “Imposturas intelectuales” para ridiculizar a los filósofos y sociólogos que “competían” por la verdad con los científicos, desde el lado de las humanidades. Y cómo no citar la “banalidad del mal” (Harendt), la amoralidad del esfuerzo científico para el que la perfección del resultado está por encima de cualquier consideración ética. Si hay que fabricar la bomba atómica, fabricaremos la mejor bomba posible.

 

No pretendo denostar a los científicos (que simplemente participan de la condición humana) ya que la construcción de la ciencia me parece admirable (aunque no deja de ser tenebrosa la alianza con el belicismo), pero no entiendo el gremialismo y el ocultismo de los grandes errores (que también los hay en la historia de la ciencia como, el flogisto y el éter, sin ir más lejos). Los científicos no son dioses y aunque el método científico es el mayor logro sistemático jamás alcanzado en la búsqueda de la verdad, no por ello hay que ocultar los defectos. La ciencia no es ni completa ni homogénea, está plena de personalismos y de pasiones, se alía con facilidad con el poder, presenta un afán desmedido por ocultar sus fracasos que, por otra parte, a la vista están, pues toda teoría científica es provisional. Los científicos como los saltadores de altura, acaban el concurso con un fracaso. Las cosas son así. ¿Racionales?

 

El desgarrado. Noviembre 2023.




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