» 09-01-2020

Cat-adeu 75. El problema catalán. Nacionalismos enfrentados.

Derrida desconfiaba de la comunidad. Entendía que toda comunidad por definición se definía tanto por lo que incluía como por lo que excluía. Afirmó que la fraternidad (el parentesco) y la amistad como nexos de unión, no eran la base adecuada para la cohesión del grupo. Judío sefardí, renegó de la conciencia judía que se consideraba como el pueblo elegido (lo que implica excluir a los demás de esa condición) mientras que pensaba que la característica de su pueblo era la de conservar la tradición (el secreto que se hereda), pues consideraba que el judaísmo era el pueblo del secreto. Su caracterización del secreto como lo inalcanzable del texto es suficientemente elocuente. Nadie puede poseer el secreto, ni siquiera el pueblo judío. A lo más que se puede aspirar es a conservarlo. Fue, como tantos otros, desde Marx a Freud y Benjamin, un judío ateo pero ligado a la condición de su pueblo: la escritura (las Escrituras), el mesianismo (las Escrituras) y la proximidad entre poesía y filosofía (las Escrituras). Esos fueron sus paradigmas de fe.

 

El problema catalán es el enfrentamiento entre dos nacionalismos: el catalán y el español y la simetría de las dos posiciones es exacta. No cabe, por tanto, plantearlo en otro plano que en el del nacionalismo. Ambas facciones tienen en su ámbito (Catalunya y España) contingentes que no participan de esa lucha nacionalista y que son silenciados como inexistentes. Poco importa para esa exacta simetría que una facción sea disidente (independentista, separatista) y la otra sea integrista (imperialista, constitucionalista). La fuerza que está en juego es la misma: el nacionalismo. Ver sus manifestaciones es aleccionador: los mismos perros con distintos collares, banderas y símbolos pero con el mismo anhelo: una nación soberana. La una en separación y la otra en su unidad, pero nación y soberana. Y por supuesto con una identidad específica que determina a la perfección quien pertenece, y quien no. Lengua, cultura, tradición, historia. De ahí al racismo, solo media un incentivo del encono.

 

El otro día un proselito me comentaba que él era anarquista. Anarquista pero nacionalista. Los nuevos tiempos han creado extraños compañeros de cama, pero lo de anarquista y nacionalista supera todas mis expectativas. También añadió que no necesitaban (o no aspiraban) el 50% de los votos para lograr la independencia. Una de dos: o pretenden el golpe de estado, o lo de la democracia se las trae al pairo. Afortunadamente no hablo con los patriotas que incendian contenedores en las calles y que, evidentemente no son catalanistas porque como ya sabemos: si son violentos, no son de los nuestros. La posverdad ha invadido todos los ámbitos, incluso los de esa clase pura e irreductible que es el independentismo. Lo que dicen los dirigentes no es lo que dicen los acólitos. Para estos últimos, esto es una lucha racial y definitiva, digan lo que digan sus dirigentes. Es malo enfervorecer a las masas. Jugar a ese doble juego de la puta y la Ramoneta acabará pasando factura al movimiento.

 

Todo lo que los catalanes dicen de España es cierto. Es una democracia mediocre, con una separación de poderes mediatizada por los partidos, con un sistema representativo altamente cuestionable y con unas relaciones con los inmigrantes más que mejorables.  Y posiblemente, autoritaria y opresora. Hasta ahí estamos de acuerdo, pero cuando hay un verdugo hay una víctima. ¿Es Catalunya una democracia, con separación de poderes, con un trato hacia la inmigración impecable y con un sistema representativo ejemplar? ¿El autoritarismo y la opresión que está ejerciendo contra el 50% de los catalanes que no quieren la independencia es diferente que el trato que da España a Catalunya? ¿Todo eso es lo que era Pujol y ya no queda nada? Volvemos a la teoría del pueblo elegido. ¿Cómo es posible que todo lo bueno cayera de este lado y que toda la mierda cayera del otro? ¿No hay ningún estadístico en Catalunya? El planteamiento de los independentistas es que Catalunya es una víctima por el mero hecho de ser independentista, al margen de sus pecados. Astuta maniobra. El tema de la mierda que esconde Catalunya, como diría Pujol “¡no toca!” No importa la opresión hacia la mitad de Catalunya, no importa el pasado de colaboración con el enemigo, no importan ni los pecados ni la corrupción. Solo importa que ellos son los malos y nosotros los buenos, como en las películas de polis.

 

Y volvemos a Derrida: la comunidad provoca exclusión. Como los alemanes bajo los nazis, los catalanes (el 50%) están encantados de provocar exclusión. Ya se lo dijeron a las empresas que se fueron y se lo dirán a todo aquel que deserte del glorioso procés. El nacionalismo nunca ha sido razón, siempre ha sido pasión. Hace ya tiempo que es imposible hablar (dialogar) con ellos. Tiene gracia que exijan el diálogo que ellos mismos han perdido. Llaman dialogar a imponer sus tesis, no otra manera de diálogo les interesa. La temible ira de los mansos evangélica. Cuando un pueblo razonable (con seny) se aíra, el resultado es Alemania y Catalunya. El diálogo sin condiciones es como “todo es relativo” una paradoja. No se puede hacer algo sin condiciones empezando por poner una : que no las haya, como no se puede enunciar un absoluto para defender la existencia única de lo relativo. El lenguaje tiene estas cosas pero cuando un movimiento las hace suyas es que la razón ha perdido la partida. Solo nos queda que rezar y esperar. En mi caso esperar.

 

El desgarrado. Enero 2030.




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