» 27-09-2019 |
El problema entre independentistas e integrista es muy sencillo: no se fían los unos de los otros. Pero añaden una seña que lo complica: es normal que yo no me fíe de ti pero no es normal que tú no te fíes de mí. La presunción de inocencia se debe aplicar a rajatabla. Si los detenidos son independentistas su presunción de inocencia es sagrada. Por otra poarte los independentistas pueden sospechar que los integristas no actúan de acuerdo a derecho siempre que quieran (y viceversa. La desconfianza es así). Este juego de tuyas a mías ha funcionado así desde que empezó la fiesta. Nuestro pueblo no es violento, el vuestro sí; nuestros políticos son honrados, los vuestros no; nosotros tenemos derecho a la independencia, vosotros no tenéis derecho a negárnosla. En una palabra, para cada una de las dos facciones el otro es la bicha, el terror, la debacle. Dicen que quieren dialogar. Es mentira. Nadie dialoga con alguen a quien no se concede la posibilidad de la palabra.
Rancière lo explicaba muy bien cuando habla de la dominación: los artesanos no pueden asistir a la asamblea porque no tienen el don de la palabra. Su misión es trabajar. Solo los patricios tienen derecho a la palabra y por tanto a regir los destinos de la patria. Aquí pasa lo mismo. Los independentistas no conceden el derecho de la palabra sobre la independencia a los integristas y viceversa. No estamos en una situación de diálogo sino de enfrentamiento, todo lo no violento que se pueda entender que es una confrontación, pero enfrentamiento, al fin. Es triste pero es así y es triste porque por en medio circula un pueblo al que se le ha engañado vendiéndole un unicornio que nadie en el independentismo quiere reconocer que no existe o que no aparecerá finalmente. El rey está desnudo y la corte lo silencia. Hará falta que llega la inocencia infantil para que lo descubra.
El independentismo reclama la presunción de inocencia para los detenidos, pero no duda en reclamar también su derecho (Cebriá) a sospechar de la justicia a la que tilda de represiva. De hecho no solo reclama la presunción, reclama -en sede parlamentaria- la libertad, es decir la absolución o quizás el derecho a lo no injerencia. No quieren la presunción de inocencia, quieren la inmunidad. Probablemente es la única manera de salvar a Pujol: que todo sea un montaje de un pérfido integrismo que se lo ha inventado todo con tal de perjudicar a Catalunya. La herida de Pujol es inmensa. Es como cuando te enteras de que los reyes magos (el ratoncito Pérez, Santa Claus) no existen. No te roban un mito, te roban la infancia. Con la imputación de los Pujol a los catalanes les robaron la catalanidad, ese paraíso infantil en el que la honradez, la laboriosidad, la inteligencia y el honor, les pertenecían por derecho propio mientras los españoles eran todo lo contrario. Porque los políticos catalanes eran otra cosa, eran honrados, entregados, sinceros. Eran demócratas.
Es duro que el padre de la patria sea un corrupto de tomo y lomo. Solo hay una forma de evitarlo: Que todo sea un invento de una España corrupta, vaga y soberbia. Y solo hay una solución: salir por piernas, montar una república en la que nadie te recuerde nunca lo que el padre de la patria fue. Y no estoy pregonando que los españoles sean buenos. Lo que predico es que los catalanes son iguales. Ni mejor ni peor: iguales. Mientras esto sea una historia de buenos y malos no llegaremos a ningún sitio, y para eso es preciso matar al unicornio, desvelar la verdad del independentismo: nos vamos porque no podemos soportar la vergüenza de un padre de la patria corrupto. No podemos soportar nuestra miseria. Los españoles son menos puretas (se saben pícaros) y no sufren porque Felipe descendiera a las cloacas del estado y se manchara las manos de cal viva, el rey emérito sea un putero y un comisionista, Aznar tenga las manos manchadas de sangre a cambio de una palmadita en la espalda de Bush y Blair, etc. Sí señores independentistas, la justicia no es justa ni los políticos honrados, pero cuando ustedes gobernaban no hicieron nada por solucionarlo. Cuando Maragall habló del 3% Mas lo tapó a toda velocidad y el caso Palau es una muestra de la financiación irregular de Convergencia. No es el momento de sacar a relucir la historia de la corrupción en Catalunya. Simplemente es pareja a la de España. Y mientras eso no sea aceptado por los catalanes, mientras no se le arranque el cuerno al unicornio, no saldremos de esta.
En vez de presumir de santos, de hacer de víctimas, de pregonar una ética que no es distinta de la de los demás, deberíamos tratar de no caer en contradicciones del calado de no somos violentos pero queremos la inmediata libertad de los “hermanos descarriados” (la frase es de Arzallus refiriéndose a ETA), sin juicio y sin causa. Defender la represión es fácil. Incluso los españoles pueden enarbolarla. Los estados modernos son escasamente democráticos y profundamente corruptos. En eso estamos de acuerdo. En lo que no estamos de acuerdo es que a los catalanes independentistas les ha cabido la inmensa gracia de caer del lado bueno de la vida donde los políticos son honrados, los ciudadanos trabajadores y honrados, las instituciones eficientes y honradas y la ética lo ilumina todo, incluso que viven en la millor terreta del mon.
Descuernen al unicornio de una vez. Pujol hizo cosas buenas y decidió que se las había de cobrar. Un pueblo “presuntamente” tan pragmático como Catalunya debería comprenderlo como comprendió la sojuzgación de los inmigrantes, los recortes laborales, el cuñadismo y la dominación. Así de fácil. Tan fácil como se hace en todo el mundo y eso sin discutir ni un ápice su derecho a la independencia. Pero sin unicornios.
El desgarrado. Septiembre 2019.