» 12-06-2025

Ciencia y filosofía 15. El desarrollo histórico. Localidad y relatividad.

Nos desplazamos de casa al trabajo en un medio cualquiera de movilidad urbana (horas). Nuestro planeta tiene una velocidad de rotación alrededor de su eje (días). Además gira alrededor del sol (años). Nuestro sistema planetario se desplaza dentro de la galaxia que a su vez se desplaza por el espacio cósmico (eones). Estamos pues sometidos a diversas velocidades distintas (que pueden ser más si tenemos en cuenta: los cúmulos de galaxias -por arriba- y nuestros desplazamientos dentro de los medios de transporte -por abajo). La clave de este sistema anidado de velocidades es la palabra “local”. No siempre será necesario que tengamos en cuenta todos esos movimientos y velocidades y si nos atenemos a criterios útiles, en cada ámbito de estudio (horas, días, años, etc.) podremos determinar la partición de lo sensible que efectuamos (ciudad, país, planeta, sistema planetario, galaxia, cúmulo…) y que acciones de velocidad consideramos.  A esta partición de lo sensible, a esta determinación del ámbito de actuación le llamamos localidad. La velocidad local (localidad=ciudad) será la de nuestro medio de transporte urbano, prescindiendo de todas las velocidades que nos afectan en ámbito cada vez más amplios. Es una cuestión práctica pues para afinar nuestra puntualidad no nos hace falta considerar ámbitos más extensos que el transporte urbano. La segunda palabra pertinente es relatividad. Nuestros movimientos (desplazamientos y velocidades) son relativos a un ámbito previamente determinado (local): el contexto o referente. Local también se entiende como “desde el interior del sistema” es decir el ámbito que determina la partición de lo sensible elegida, y suele ser tácito -en el lenguaje común- lo que no debería ser así en el lenguaje científico.

 

Vamos con la relatividad. La simplificación es nuestra norma de actuación en nuestra estrategia de conocer el mundo para controlarlo y en definitiva para sobrevivir. De entre todas las explicaciones seleccionamos la más simple (la navaja de Occam), tanto por un principio de economía, como de estética (elegancia). Nuestro sueño es una teoría del todo en la que todo pudiera referirse a un solo, o pocos principios. Es decir: que todo estuviera relacionado con esos pocos principios; que todo fuera relativo a ellos. No nos basta con que el universo responda a cuatro fuerzas fundamentales sino que tratamos de que sean reducidas a una (GUT: teoría de la gran unificación, o TOA: teoría del todo). No cabe duda que es una estrategia mental, que conviene a nuestra mente y que simplemente suponemos que afecta al mundo real… y que somos capaces de acometerla con nuestras capacidades. Estos son los dos principios de la metafísica como histórica teoría del todo… cuando la filosofía (la pura razón) mandaba sobre el conocimiento. Así vistas las cosas parecería que la relación es la estrategia de conocimiento determinante. Sin embargo el conocimiento se ha desarrollado históricamente de acuerdo a nuestras necesidades (solucionar problemas) y nuestras capacidades (intelectuales). El contexto del descubrimiento ha sido determinante sobre el contexto de la justificación (la construcción de la teoría). Primero antepusimos el ser al cambio (devenir), pues el movimiento nos pareció imposible de acometer; después lo real (objetivo) a lo mental (subjetivo); lo absoluto (el dogma) a lo relativo (la relación) y así sucesivamente en un sistema de pares de oposiciones que simplificaban el mundo a algo y su contrario/complementario. Era una manera de reducir el mundo a pares de oposiciones excluyentes.

 

Para cuando volvimos la vista atrás habíamos construido un mundo de masas (partículas) y velocidades al que llamamos física clásica. Un mundo de realidades físicas objetivas y tangibles. Pero la estrategia del conocimiento científico siempre operó aceptando verdades parciales a la espera de poder resolver los flecos que desajustaban lo real (el universo) y lo mental (la teoría). Como Khun denunció aquello era un sistema de paradigmas que se sostenían a base de parches hasta que aparecía un nuevo paradigma. Poco a poco los nuevos paradigmas (cambio por ser, relativo por absoluto, subjetivo por objetivo, estable por fijo, posible por cierto, energía por masa, onda por partícula…) fueron irrumpiendo. Las ciencias evolutivas (evolución de las especies, termodinámica, cibernética…), la probabilidad (verdad fraccionaria o relativa), la teoría cuántica (granularidad, indeterminación, relación) fueron introduciendo relatividades que si por una parte unificaban el mundo por otra le añadían complejidad. Era como una huida hacia adelante en la que cada problema se resolvía creando otro. En la actualidad la necesidad de un nuevo paradigma parece inexcusable y ese paradigma apunta a ser la relación. No solo todo está (o puede estar relacionado) sino que la realidad es relación, las cosas no existen si no interactúan, las ondas desplazan (absorben) a las partículas, las alternativas/posibilidades tiene tanta realidad como la sustancia. En definitiva el mundo real es inalcanzable (noúmeno) y debemos conformarnos con la imagen mental del mismo. ¿Significa eso que esos dos mundos no pueden tener comunicación? No. No pueden tener comunicación a través de sistemas de inferencia (inducción, al fin), pero sí a través de sistemas de verificación. Prueba y error, recursión, azar/selección. Son los sistemas que ha utilizado el universo y la vida para llegar donde han llegado. Están pues suficientemente contrastados. 

 

¿Quiere esto decir que sustituimos el idealismo/racionalista por el empirismo (¡una vez más!). No. No se trata de contrastar en lo real lo que se ha construido en lo mental, entre otras cosas porque no solo la medida (absoluta) es imposible, sino también, porque -para la mente- el mundo real siempre está indeterminado (la indeterminación no es un rasgo de la realidad cuántica sino de nuestra mente). Se trata de aproximar la verdad tanto como se quiera mediante sucesivas aproximaciones: la recursión. De hecho este ha sido el proceder de la ciencia históricamente: aceptar teoría solo parcialmente exactas y sobre las que se volverá recursivamente mejorándolas… sin alcanzar la verdad absoluta nunca. No es un sistema exacto pero tampoco inútil. Podemos aproximar la verdad tanto como nos lo propongamos… iterando una y otra vez. Porque la verdad no pertenece al mundo sino que pertenece a la mente. La verdad es un objetivo a alcanzar (aproximar). ¿Estamos en un nuevo idealismo? Sí y no. Sí en cuanto la mente es la verdadera realidad. No en cuanto estamos en perpetua consulta a la realidad sobre la bondad de nuestras presunciones. Es la realidad la que contesta (y no la que impone su presencia indiscutible) y la mente la que pregunta. (“¿Si el universo es la pregunta. Cuál es la respuesta” decía Wagensberg). Parece el último paso de la caída hacia lo cotidiano al que es sometido el hombre despojado sucesivamente del geocentrismo, de la unicidad, de la inteligencia, de la especie elegida y ahora de la  realidad. Sin embargo ¡nunca fuimos tan espirituales: pura mente!

 

Sobre la relatividad -que es evidente que ha interesado a la ciencia sobremanera- hagamos unas precisiones. Para que algo sea relativo a todo, debe ser absolutamente relativo. Para empezar: una paradoja. La palabra clave es equivalencia (donde la igualdad y la proporcionalidad se confunden). La teoría del todo consiste en hallar un equivalente universal, algo que se relaciona con todo (y por tanto: absolutamente -universalmente- relativo). La historia de la humanidad es la historia de la búsqueda de ese universal (confundido con lo absoluto). Dios fue un buen caso. Pero los ejemplos se multiplican: la metafísica entronizó cuatro (podrían ser cualquier número pero me ciño a los más evidentes): la cantidad (que dio origen a las matemáticas), el concepto (que dio origen a la semántica), la verdad (que originó la lógica) y la igualdad que apadrinó la ciencia (¿existiría sin el signo =?), la ética y la política. El género constituyó el género único masculino, asentado sobre el falo: la premisa universal del pene (todo el mundo tiene uno y si falta es que se lo han quitado), mandando a la mujer al limbo de la irracionaslidad, expulsándola de la especie. La economía instauró la mercancía como equivalente universal del intercambio comercial; el dinero como equivalente universal del valor y el comercio como equivalente universal de las relaciones humanas. 

 

¿Cómo se generan estos equivalentes? Desde la mente humana mediante la abstracción: se toma cualquier concepto y se poda de todo lo superfluo (calidad) hasta hacerlo universal (relativo a todo).  Los números, la cantidad son el paradigma de esta operación: un número lo representa todo, es relativo a todo. En el caso de la ciencia los equivalentes universales son múltiples y se ciñen a operaciones de equivalencia distintas: indistinguibilidad (la relatividad galileana: el reposo y el movimiento uniforme son indistinguibles. La relatividad cartesiana (de coordenadas) todo punto del espacio (tiempo) es equivalente a cualquier otro. Las cuatro fuerzas son el equivalente universal de todo (inter)cambio y la Energía es el equivalente universal de… el universo. Como Hamilton formuló cualquier teoría puede ser reducida a energía. Otra forma de exponer la relatividad es: aquella situación en la que se produce la invarianza de las leyes físicas.  Tras la abstracción de la cantidad las matemáticas realizaron una nueva abstracción (más próxima a los objetos del mundo): la teoría de grupos. Lo que aquí se abstrajo (relativizó) es la estructura, la información que informa (ordena) los elementos de un conjunto. La simetría es una de las primeras “estructuras” consideradas por la teoría de grupos y de la mano de Noether implica una conservación de una magnitud física (el momento, el momento angular, la energía, la paridad, el spin, etc.).

 

El desgarrado. Junio 2025

 




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