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» 12-09-2019 |
Einstein desconfió de la física cuántica (que el mismo había ayudado a fundar con la aceptación radical del principio de cuantización (la energía se produce en cantidades discretas, en paquetes), en su descripción del efecto fotoeléctrico de 1905), por tres razones: 1) no le reconocía una objetividad entendible (la explicación de Copenhague desechaba que debiera tener una imagen en lo real). 2) No se conformaba con la probabilidad -entendida como algo estructural- (que convertía la realidad en algo azaroso) y 3) no veía la teoría como completa (capaz de demostrar todos sus extremos) a la que pensó que le faltaban algunas variables ocultas. Llegó a pensar que la in-completitud era la causa de la probabilidad. Dedicó la segunda parte de su vida a tratar de encontrar respuesta a estas contradicciones…infructuosamente. Siendo como son tres escollos importantes no son los únicos que aparecen con la cuántica.
La pregunta: ¿Es la cuántica una nueva física o es que lo muy pequeño (el factor de escala) es suficiente para que las cosas se vean de otra manera? Si algo les gusta a los físicos es que las leyes de su disciplina sean universales (no otra cosa dice el principio de la relatividad). Excluida alguna “singularidad” en el principio del universo (Big Bang) o en situaciones especiales en los agujeros negros, la voluntad de los físicos es que las leyes sean universales. ¿Tiene arreglo la cosa? De momento es evidente que no (Gell-Man y parece que Feynman dijeron que la cuántica era algo que sabían operar pero que no eran capaces de entender). Mach -uno de los grandes filósofos de la ciencia… desde la ciencia- criticó la posición de Einstein, que tras unos principios prometedores se vendió al paradigma que él mismo había creado. No olvidemos que tras “atracar” la ciencia de su tiempo con audacias tales como impugnar la gravitación de Newton, establecer la constancia de la velocidad de la luz, la equivalencia entre masa y energía, entre masa inercial y masa gravitatoria, restituir la manifestación de la luz como partículas (fotones), aceptar la gravedad como una geometría del universo, etc. sin embargo no se atrevió a aceptar la geometría de Minkosky (en un primer momento) y sobre todo no escuchó a sus propias ecuaciones relativistas que le decían que el universo estaba en expansión, amén de exonerar a Dios de ser jugador. Lo que no empece su enorme calidad ni su genio, pero nos muestra que el paradigma reinante, la tradición, el sentido común y los pre-juicios, pueden ser más poderosos que la ciencia. Genios, sí, pero humanos.
Y de eso quiero hablar: de los pre-juicios, del paradigma reinante y de la tradición. Sobre los paradigmas (científicos) suscribo todo lo que Khunt expuso en su rompedora obra “La estructura de las revoluciones científicas”. Los genios son las personas llamadas a romper esos paradigmas. La pregunta es ¿Son capaces de romperlos totalmente? y aún más ¿no se encontrarán atrapados en el nuevo paradigma que proponen? Ese es el tema que quiero tratar y no desde la crítica ponzoñosa sino desde la crítica filosófica. Y ahí entramos en la oposición ciencia filosofía. La filosofía fue la ciencia durante veinte siglos. En el SXVI Galileo fundo la filosofía natural, la ciencia física. El experimento marca la diferencia. Ambas utilizan la razón, la reflexión, pero mientras la filosofía expone, la ciencia comprueba. Y al decir comprueba quiero decir que comprueba en lo real.
Porque se puede comprobar en la teoría como hacen las matemáticas (y ahora la física). Es una prueba de coherencia o consistencia, pero prueba al fin. Pero no definitiva. Tal como lo vemos hoy la prueba definitiva es el experimento, no el mental (el experimento mental es un experimento imaginado) sino el físico. De ahí surge la famosa (por las disputas) diferencia entre físicos teóricos y físicos experimentales, e incluso esa curiosa manera que tienen de repartirse los premios Nobel. Los unos comprueban en el papel y los otros en la realidad. Los matemáticos nunca han necesitado comprobar nada. Por una parte las matemáticas aplicadas les sirven de comprobación, por otra, tal como expuso Hilbert, la matemática no tienen una relación directa con la realidad: es una axiomática. Sus construcciones son i-rreales, un cajón de sastre de la que cualquiera puede echar mano para acoplar sus hipótesis. Evidentemente su consistencia en el papel debe ser irreprochable.
La tesis de estas líneas es que existe un superparadigma -por encima de los paradigmas khuntianos- que es el paradigma metafísico del que es muy difícil escapar para los científicos. El superparadigma metafísico es universal, abarca la filosofía y la ciencia y arranca cinco siglos antes del cero (le llamo cero porque hablar de ciencia y filosofía nombrado a quien se considera o dios o profeta me parece engañoso. Es la primera tradición que querría abolir). En la próxima entrega hablaremos de este superpadigma hasta llegar al fin que me propongo: La cuántica se opone a la ciencia clásica en cuanto la cuántica no ha logrado desembararzarse del suoerparadigma y debe acatar lo que ya no tienen sentido en una ciencia libre de tradiciones, pre-juicios y sentido común. Como muchos científicos repiten no existe una oposición entre la cuántica y la clásica: todo es cuántica. Que durante siglos no hayamos atisbado sino lo que es macroscópico nos ha empujado a que nuestras teorías abarquen solo la realidad que explorábamos. Ampliado el campo de observación las cosas ya no pueden verse igual, pero eso no quiere decir oposición sino ampliación del campo observado y cómo no, cambio de teorías, hipótesis y conclusiones.
Me guía el espíritu de Mach cuyas escasas traducciones en castellano (yo mismo lo conozco, mayormente por referencias) privan a muchas mentes abiertas de una iluminación que, en un mundo que ha dejado de tener estudios universitarios específicos para el mundo laboral (en 2040 nadie trabajará en lo que ha estudiado), necesita de enfoques generales y abiertos entre los que distinguiría los que aúnan filosofía y ciencia, que me parecen de lo más recomendables. Los enormes éxitos que la tecnología (la física aplicada) ha obtenido han ensoberbecido a los científicos que se han constituido en faro y guía de nuestra sociedad. Y como para muestra solo hace falta un botón, (además del libro “Imposturas intelectuales” de Bricmont y Sokal) os traigo una perla que he encontrado en el libro “La geometría del universo”, publicado bajo el amparo del CSIC (los libros de la catarata 2012) en el que se puede leer: “La lección a aprender es que la ciencia es la única verdad que debemos admitir, y fuera de ella no hay más que supercherías y supersticiones” (Manuel de León, 2012: 8). “Llenemos la cabeza de nuestros hijos de matemáticas y ciencia, esa es la mejor defensa para garantizar su futuro. (Manuel de León, 2012: 9).
No soy ni científico, ni filósofo, lo que en un mundo de superespecialistas me invalida para meter la cuchara en este tema. Igualmente lo haré. Si queréis rebatirme (cosa que os agradeceré) no lo hagáis con sesudos tratados jeroglíficos. Con nivel divulgación me basta. A no ser que sea eso lo que os pide el cuerpo. En ese caso mandad lo que queráis. O ignoradme olímpicamente. Eso también me gusta. Si a pesar de todo comprendéis que todos tenemos derecho a comprender la ciencia, aunque sea de forma sucinta e incluso equivocada, gracias y bienvenidos. Sé que no todos los científicos son iguales (aunque el modo gregario funcione en todos los colectivos). Los comentarios que pueda hacer de determinadas conductas de éstos, no tratan de retratar a todo el colectivo sino exclusivamente al que reseño. ¡Mal estaríamos si todos fueseis iguales o tan siquiera yo lo creyera. Simplemente ¡que cada cofrade aguante su vela!
El desgarrado. Septiembre 2019.