» 15-09-2019

Ciencia y filosofía 20. El superpadigma metafísico. La apariencia y la medida.

Fue Platón el que arremetió contra la apariencia en favor de una pretendida esencia que existía agazapada tras ella. Husserl restauró la apariencia (la fenomenología), lo que captamos a través de los sentidos, el mundo sensible, como algo de tanta consistencia como el mundo inteligible, acabando con esa dicotomía (metafísica, como todos los pares de oposiciones) entre lo sensible y lo inteligible y con esa jerarquía que ponía a la una al servicio de la otra. Ante las cosas del mundo tenemos varias posiciones posibles: a) como son (su esencia, su verdad), b) como aparecen (su apariencia, como las percibimos, la sensación que nos producen), c) cuánto miden (cómo las experimentamos con nuestros aparatos de medida, cómo las reducimos a un número), d) Cómo las interpretamos (Cómo las filtramos a través de nuestra razón: esencia, apariencia, medida, contexto, circunstancia) Es lo que Miret llama la ontología de la realidad. (Mecánica cuántica. S. Miret Artés, Los libros de la catarata. 2015, 105). Cuatro maneras de reducir el mundo a ser: verdad, sensación, número y conceptualización, mediante la igualación (el mundo es…). De nuevo los cuatro grandes recursos metafísicos a los que se añade la fenomenología, la apariencia.

 

La esencia ha sido siempre el bastión de la ontología. Qué importa la apariencia (lo sensible), el concepto (el lenguaje), la igualdad (la ética-política) o el número (la medida, las matemáticas) si podemos acceder a la verdad (la lógica). Bien es verdad que la ciencia aunó todos los extremos (convenientemente ponderados) pero prevaleciendo la cantidad y la lógica, y les añadió el experimento (la verificación en lo sensible). Todos estos sistemas de abstracción-universalización-ley se complementaron con los sistemas de verificación que son la medida y el experimento y se sustentaron en la percepción. La ciencia no dejó un cabo suelto, por eso se impuso claramente a la filosofía (la lógica), al concepto (el lenguaje), a la igualdad (ética-política) y sobre todo a la apariencia. Pero el SXX trajo nuevos aires de innovación y la fenomenología y la hermenéutica se centraron de nuevo en la percepción y el lenguaje, primero, y en la ética-política, después. La ciencia era un sistema epistemológico basado en la ontología (y en definitiva en la metafísica). Pero no es solo matemáticas. Sin el resto de los sistemas no sería nada. Si algo le sobra no son la lógica, el concepto, la igualdad, la apariencia. Lo que le sobra es la metafísica-ontología.

 

¿Qué es la medición?: el contraste entre una entidad desconocida y la norma o gálibo que hemos determinado como patrón. Medir es domesticar, clasificar, domeñar. Medir es cuantificar, convertir en número y por tanto simplificar, podar. Los aparatos de medida son traductores entre el mundo sensible (cualidad) y el mundo matemático (cantidad). La operación de medir no es “tan solo” una operación de igualación entre el aparato calibrado y el objeto a medir. Es una transformación completa. Por ello no es extraño que, más allá del mundo a escala humana, la medición se convierta en interacción, perturbación, modificación.  Toda medición esconde una modificación (la poda de las cualidades). En las escalas inferiores/superiores (la cuántica, por ejemplo y también la cosmológica-relativista), esa modificación aflora perceptiblemente. Medir, observar, es iluminar (con fotones de luz). Para una partícula elemental el fotón supone una perturbación, una interacción, un choque. La observación se deshace cuando el objeto de la medida es perturbado. No es un cambio de física sino un cambio en la escala lo que acarrea consecuencias enormes. Por ello se inventó la medida débil (Aharanov 1988). La medida que no perturba (o lo hace lo menos posible), de modo que se evita el colapso de la función de onda. Claro que la medida débil resulta incierta y debe repetirse innumerables veces, pero finalmente se obtiene la certeza sin perturbar el objeto observado.

 

Porque lo que Heisemberg (principio de incertidumbre) había concluido es que no se podía determinar a la vez las variables conjugadas: posición (x)/momento (m.v) y Energía (E)/tiempo (t). O conocemos una o conocemos la otra. La cuestión es que la constante de proporcionalidad entre las dos variables conjugadas es la constante de Plank cuyo valor desciende a la friolera de 10E-34. Si afinamos la posición de un electrón en una micra (una milésima de milímetro) determinaremos la velocidad con un error de 700 m/s. (Miret Artés, 2015, 76). Para acabar de arreglarlo el producto no es conmutativo de modo que no es lo mismo efectuar una medida en primer lugar que la otra. A efectos prácticos “Ese indeterminismo fundamental parece pues un límite infranqueable para nuestro conocimiento de la naturaleza”. (Miret Artés, 2015, 77)

 

Dos experimentos (Steimberg 2011 y Bamber 2011) relataban en Science y Nature la obtención indirecta del patrón de difracción del experimento de la doble rendija de Young, mediante la obtención de las trayectorias promedio de los fotones, y en el otro una medición directa de la función de onda del fotón. Ambas mediante mediciones débiles (no perturbadoras) y que por tanto no colapsaron la función de onda de cuántica a clásica. Se abre una nueva era y quizás una nueva forma de entender la física cuántica (Miret Artés, 2015: 13, 99). Ya Bohm anteriormente (1926) había abierto la puerta para una explicación causal (la explicación de Copenhagen era a-causal y a-determinista) restableciendo el concepto de trayectoria en la física cuántica. En aquel momento no tuvo repercusión pero la ha empezado a tener tras la aparición de la medida débil.

 

En la actualidad se tiende a considerar el proceso de medición como la evolución temporal (dinámica) de un sistema abierto (sistema en el que el objeto de estudio y el entorno son tratados conjuntamente). El aparato de medida puede considerarse como el medio o entorno que interacciona con el sistema objeto de estudio. Como en el proceso de medición las fluctuaciones (las variaciones entre el comportamiento del objeto de interés y el promedio, es decir el entorno) son muy importantes, el proceso de medición puede considerarse un proceso estocástico regido por una ecuación de onda tipo Schrödinger no lineal, es decir en el que la superrposición de las soluciones o suma de alternativas: principio de superposición, dejan de ser válidos. En una palabra: a la interpretación a-causal ortodoxa (Copenhagen) y a la interpretación alternativa causal de Bohm añadimos ahora una tercera alternativa que es la interpretación estocástica.

 

Nuevos pares de oposiciones (metafísicas) aparecen, pues no poder medir simultáneamente, es lo mismo que declarar la imposibilidad de armonización de los pares: posición/momento y Energía/tiempo. En el próximo capítulo vamos a centrarnos en las paradojas cuánticas y clásicas de modo que profundicemos más en la aparente oposición entre la clásica y la cuántica.

 

El desgarrado. Septiembre 2019.

 




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