» 03-03-2021

Democracia 9. Rancière y la metafísica.

Vamos entrar en, la varias veces anunciada teoría rancierana de la democracia y otras tantas veces aplazada. Y por poderosas razones. Aparentemente Rancière procede a una deconstrucción de la metafísica en la línea de Darrida y Lyotard, es decir, de la posmodernidad. Pero Rancière reniega de la posmodernidad pues no concibe que haya una ruptura entre la modernidad y la posmodernidad lo que desautoriza esta última. De hecho raramente nombra la metafísica aunque subliminarmente la deconstruye eficazmente. No puedo explicaros por qué es así (porque no lo comprendo) pero es la única manera en que su pensamiento entra en el mío. Entendedme: no pretendo que su pensamiento se ajuste al mío, sino simplemente construir un relato que me sea accesible y trasladároslo. No se puede resumir el pensamiento de nadie. Divulgar es traicionar. Pero en el caso de pensamientos muy complejos a veces es necesario simplificar, no para explicar sino para poder tener acceso. No como hermenéutica sino como estrategia. Nada sustituye al propio pensamiento de Ránciere, y ese, está en sus escritos, pero si con estas notas encontráis una vía de acceso (aunque posteriormente descubráis que era inválida) me daré por satisfecho. Y una vez establecido el contexto empecemos por la metafísica.

 

Probablemente Rancière no nombra la metafísica porque no quiere centrar su pensamiento en la deconstrucción de otro. De hecho sin conocer la metafísica (como sistema) se podría construir un sistema de pensamiento (arqueológico al modo de Foucault, más geométrico que esencial, alejado de la verdad y del ser). Pero tomando como referencia la metafísica es más fácil (para mi) de entender su pensamiento, puesto que la ontología (la reflexión centrada en el ser), la verdad (oposición entre extremos absolutos que excluye la probabilidad y el azar), la igualdad como identificación (principio de identidad y de no contradicción), el principio del tercio excluso (u oposición de términos radicalmente excluyentes), definitorias de la metafísica, están radicalmente excluidos del pensamiento de Rancière. Rancière no habla mucho de filosofía, a veces, incluso, parece que la descarta. Los temas de su reflexión son la estética, la política y la filosofía (soterradamente), pero desde aproximaciones absolutamente originales. Sigo aquí “Disenso”, FCE, 2019, con prólogo de Steven Corcoran de quien tomo su esquema.  Sobre la metafísica he hablado frecuentemente en los blogs de “La muerte de la metafísica” y el “fin de la metafísica”, pero también en otros. Resumo aquí lo dicho.

 

La metafísica es un ingente esfuerzo de ordenación de lo real en categorías. Lo que Rancière llamará la partición de lo sensible. Entender el mundo es ordenarlo en categorías y esa ordenación previa condicionará los sistemas de operación (deducción, inducción, intuición, lógica, etc.) que posteriormente se le apliquen. En definitiva hay una acción previa a pensar (operar con ideas o realidades) que es categorizar (ordenar por categorías) y que va a condicionar esos privilegiados -creemos- sistemas de relacionar. Porque pensar, operar con los datos, es relacionarlos entre ellos. Toda esta operación de ordenación (clasificación, calificación, cuantificación, cualificación, equiparación, etc.) establece clases disjuntas (separadas) que posteriormente las operaciones no podrán reordenar. Pongamos un ejemplo. Separamos el mundo en divisiones: animales, plantas, hombres, frutas, tamaños, colores, etc. Son las divisiones de lo sensible. De hecho corresponden groseramente a las definiciones lingüísticas, pero no se originaron ahí. Esas divisiones no fueron originalmente prácticas, sino mítico-simbólicas. Las castas, las clases totémicas, las categorías, los órdenes, son anteriores al utilitarismo pragmático.

 

Debemos separar con rotundidad lo que es la recogida de datos (percepción) de lo que es su operación relacional (pensamiento, en sus diversas formas). Los datos se nos presenta de tres maneras: la presentación (lo que está ahí), le representación (una elaboración simbólica que permite que una cosa o idea valga por otra) y la irrepresentabilidad (la imposibilidad de la presentación o de la representación). La operación relacional (pensamiento en general) también tiene múltiples facetas: prueba y error (experimentación en lo real), topología (asociación con un lugar o un orden), mitología (la verdad revelada por un ser superior), deducción (aplicación de una ley universal a lo particular), inducción (generalización de lo particular insistente a lo universal), intuición (autoconvicción sobre datos inconscientes o de difícil ubicación), instinto (la verdad de la especie), estética (la verdad de un orden específico), utilitarismo (la verdad del resultado), política (la verdad de la acción), etc. Y por supuesto no podemos aceptar que la recogida de datos opaque una operación relacional encubierta. No puede ser que antes de pensar ya hayamos decidido.

 

Eso es precisamente lo que ocurre en la metafísica de diversas maneras. Cuantificar es ordenar lo sensible por la cantidad, abstraer de lo real una sola forma de ordenar: el número. La aritmética, les matemáticas emanarán de esta forma de ordenar lo real. Pero no solo ocurre con la cantidad. También con la calidad. La calidad es axiológica: determina valores y de entre ellos los más importantes son la verdad y la falsedad. Esta ordenación de lo real obvia lo que no es 100% verdad o 100% falsedad, es decir excluye la probabilidad (todo lo que no es 100% verdad o falsedad). De aquí saldrá la lógica. Con la cualidad (los atributos) también se ordenará lo real en categorías conceptuales (definiciones) y con el nombrar (calificar) se procederá a una operación nominalista que se separa de la calidad en la apreciación subjetiva nominalista.  Pero ambas constituirán la lingüística tanto en su vertiente conceptual como nominalista (con lo que eso creará confusión). A todas estas formas de ordenar lo real hay que añadir la igualdad. La igualdad es una operación (la primera operación para ser exactos) y consiste en equiparar unas cosas (o idas) con otras. Es una operación de simplificación, al reducir el caos perceptual en “clases” de cosas iguales.

 

Estas son la cuatro “particiones de lo sensible” en las que se basa la metafísica pero no podemos olvidar que la metafísica tiene otras premisas (principios). En primer lugar la metafísica parte de una separación radical entre el sujeto (al que se ensalza) y el objeto (al que se pone a disposición). El principio de identidad hace que cada uno de ellos sea irreductible. En segundo lugar, la causalidad simple como forma magnificada de operación que excluye cualquier tipo de retroalimentación o de heterogeneidad. El esencialismo (Platón) es la tercera de estas premisa por la que la apariencia esconde una esencia que categoriza mucho mejor las cosas y las ideas. Relacionado con este esencialismo el idealismo se erige en superior al materialismo a la par que el pensar se sube sobre el actuar y la trascendencia se aúpa sobre la inmanencia. Y por último la metafísica se estructura en pares de oposiciones excluyentes (principio de no contradicción y del tercio excluso).

 

Pues bien todo esto es lo que Racière no acepta de la metafísica y que combate una a una. Pero eso lo veremos en la próxima cita.

 

El desgarrado. Marzo 2021.

 




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