» 17-09-2021

El fin de la política 1: Introducción. Rancière 1.

¡He fracasado! Mi actividad como agitador político no ha tenido ni la más mínima repercusión (quizás pretenderlo era jactancia). Como poco es humano cansarse de predicar en el desierto. A los ciudadanos no les interesa la política ni lo más mínimo, por mucho que en ello les vaya la vida. La ven como espectáculo en el que gentuza como Trump o Diaz se convierten en actores de realities cuyo valor reside en su capacidad de entretener. Ya lo dijo Debord: las ideologías que fracasan son reconvertidas por el sistema en espectáculo. Y el sistema (hasta la izquierda está de acuerdo) es el capitalismo. Es evidente que no se ha llegado a esta situación por su sola dejación. Los políticos han contribuido a ello en gran  (por no decir en absoluta) manera. Analizaremos en esta sección lo que hoy son los políticos para la sociedad: ¡basura! pero lo haremos detenidamente. Si a los ciudadanos no les interesa la política (y solo aprecian el espectáculo) y a los políticos solo les interesa… para determinadas cosas -en general inconfesables- la política ha muerto. No como espectáculo ni como mafia sino como servicio público, como soberanía del pueblo, como gestión eficaz. ¡Descanse en paz!

 

La política ha sido objeto de reflexión de los filósofos desde el principio. La política y la ética son el aspecto operativo de la filosofía. Si la reflexión es importante la acción no lo es menos. En esta sección revisaremos las posiciones de algunos de ellos pero en especial de Rancière. En los blogs dedicados a “Lecciones de política alternativa” y “Filósofos” hemos recalado muchas veces en el pensamiento político de algunos grandes filósofos. En ellos podréis encontrar tanto su pensamiento como las alternativas al mismo. A esa reflexión añadiré la posición de los ciudadanos (también revisada en la primera sección citada) y en “Reflexiones tiopográficas” y la de los políticos -también analizada en “Juego de poltronas”. En fin, que el tema ya ha sido tocado y retocado pero que -como despedida- ordenaremos en la versión definitiva. Y para empezar abordemos el pensamiento general de Rancière antes de entrar en el la parte específicamente política.

 

El pensamiento de Rancière es enormemente original. Es alter-metafísico porque su pensamiento nunca es contra nada. No considera la posmodernidad (considerado como el pensamiento antimetafísico por excelencia) como un pensamiento original sino como la continuación del pensamiento metafísico ya que sigue pensando su extinción con las herramientas metafísicas. La metafísica pretende conocer el mundo que nos rodea y para ello busca la necesidad (huye de la contingencia) como aval del conocimiento, y es, además, profundamente ontológica (considera la categoría del ser/ente/entidad/esencia como la fundamental), buscando la esencia tras la apariencia, lo que le conduce a un mundo de representación frente a otro de la presentación (fenomenoloógica). Separa el pensamiento (la cognición)  de la acción (ética y política) y relega el arte a una situación secundaria. Mediante la abstracción-universalización-ley (que es su método para alcanzar la necesidad antecedente-consecuente)  considera diversos campos: verdad (lógica), cantidad (matemáticas), concepto (lenguaje) e igualdad (ética y política) como los más importantes de su arquitectura, pero no desdeña el género masculino como género único (género), el dinero y la mercancía (economía política), etc. Incluye la intuición como método de conocimiento mediante ciertos principios axiomáticos evidentes (identidad, tercio excluso y no contradicción, singularmente), y también es profundamente causal-lineal (causalidad simple).

 

Pues bien, el pensamiento de Rancière no se aviene con ninguna de estas posiciones. Pero arremeter contra la metafísica (cosa que no hace… pues simplemente contempla un pensamiento alternativo) no es fácil. La metafísica ha sido nuestra forma de pensamiento durante 25 siglos y estamos tan inmersos en ella que, no solo es sistema, sino también método. Prescindir del concepto (encontrar la esencia de las cosas tras su apariencia) como método de conocimiento, solo nos deja con la opción de la intuición (basada en principios indemostrables) o las bases de datos (la enunciación yuxtapuesta de todas las cualidades) lo que ya Aristóteles había previsto y Manovich desarrolló en el SXX. De hecho existe un sistema alternativo a la metafísica: la cibernética basado en las bases de datos-computación-retroalimentación causal, pero presenta una seria dificultad: ha sido integrada en el capitalismo a todos los efectos, por lo que la emancipación y la autonomía resultan imposibles. No se puede denostar la metafísica, atendiendo a lo que ha hecho por el pensamiento. Pero lo que históricamente es irreemplazable en la actualidad, es insuficiente como nos explica la posmodernidad.

 

Rancière no establece formalmente un sistema de pensamiento (quizás porque lo considera imposible) sino que acomete el estudio de tres áreas específicas: la política, el arte y la filosofía. Su sistemática (distinta de la de la metafísica) reside en el método de la igualdad que aplica a las dos primeras y que hace extensiva a la tercera.  Parte de la idea de que existe un orden “natural” enraizado en lo social, para conocer el mundo, que se articula en la partición de lo sensible: el mundo se divide en partes, en secciones, a las que se atribuyen determinadas cualidades, títulos de operación o lugares. Esta división de lo social por capacidades (los que gobiernan y los gobernados, los que tienen voz y los que solo tienen el grito de dolor o el ruido, los que participan en la política y los que quedan excluidos… en el caso de la política) y los que que basan el arte en contextos compartidos entre los agentes: mítico-religioso-mágico (en el régimen ético del arte) y la mimesis de la naturaleza (en el régimen representativo), lo que provoca que el arte sea homogéneo con los principios de los que parte, y el arte heterogéneo, sin contexto común (régimen estético del arte). Esta forma de repartir lo sensible es el consenso y se asienta en la policía (la distribución jerárquica por competencias) en oposición al disenso y la política. Todo ello se resuelve en el sistema de la igualdad.

 

Para resumir podemos decir que mediante el reparto de lo sensible (la ordenación “natural” del mundo) se reparten las competencias y las capacidades, los lugares y los títulos, mediante el consenso (el orden “natural”, la lógica espontánea que subyace a toda jerarquía) y la policía (política no igualitaria institucionalizada). Es el sistema de la dominación y la jerarquía. La alternativa es una redistibución de lo sensible, el disenso (heterogeneidad radical; organización de lo sensible en la que no hay ni realidad oculta, bajo las apariencias ni régimen único de presentación y de interpretación que imponga a todos su evidencia) y la política (comunidad sensible virtual o exigible por encima de la distribución de los órdenes y las funciones) de acuerdo al sistema de la igualdad. La redistribución de lo sensible no se centra en el concepto sino en un reparto topológico (geométrico), en una distribución de posiciones. Los conceptos de consenso y disenso; policía y política, se realizan por yuxtaposición (base de datos).

 

La retroalimentación (la causalidad circular) es la alternativa que nos ofrece Rancière a la causalidad lineal o simple. Ésta última fue un gran avance: cada consecuente se derivaba necesariamente (obligatoriamente, inequívocamente) de un antecedente… y así sucesivamente. Es el modelo del progresismo o desarrollismo: no mirar como los consecuentes afectan a los antecedentes (el medio ambiente o status previo). Lo importante era la necesidad y lo otro fueron efectos desdeñables. La retroalimentación (la causalidad circular) ve las cosas de otra manera: el efecto retroactúa sobre el efector y lo modifica iniciándose otro ciclo a partir de ese efector modificado. Ranciére llega más lejos (dentro de este esquema) y recupera la necesidad (lineal) que se había diluido en la causalidad circular. De una suposición (hipótesis) -en general la igualdad- se pasa a la realidad (una situación en que la igualdad es efectiva…) solo a través de su verificación (síntesis entre la hipótesis y la tesis) en el espacio de la suposición al que se retrotrae. Es la verificación la que garantiza la necesidad venciendo la contingencia. Corcoran (en su introducción a “Disenso” de Rancière) lo dice así: “Rancière argumenta que la igualdad solo puede postularse y demostrarse de forma retroactiva a través de su verificación”… “dando la solidez de un fundamento a lo que solo tiene justificación en sus efectos”. (Rancière 2019 (2015), 18 y 21).

 

Y acabo con la filosofía. Para Rancière la filosofía “está ligada a la distinción de formas artísticas y políticas de disenso y al análisis de sus relaciones” (Rancière 2019, 44). La práctica de la filosofía debe concordar con lo que Rancière llama un “método de igualdad” (que rechaza las distinciones entre territorios disciplinarios y la división entre los que conocen la verdad y los que son sus objetos. Para Rancière la filosofía es también una actividad conflictiva. No trata de argumentos ontológicos que refutan otros argumentos ontológicos. La filosofía no tiene una conexión con el ser o la verdad (es decir… con la metafísica), ni algo que extrae sus consecuencias de la policía, ni siquiera con una superpotencia filosófica (ontológica). La filosofía nace de procedimientos  de verificación. La filosofía como el arte y la política es simplemente un dominio singular del pensamiento y la actividad humanas, sometido al sistema de la igualdad.

 

Con esto basta (aunque el pensamiento de Rancière es imposible de resumir) para que nos adentremos en su idea de la política, que es en lo que pretendemos ahondar. Recordad que estamos en un pensamiento alter-metafísico, totalmente opuesto a ésta e inventado una nueva forma de pensamiento. Continuará.

 

El desgarrado. Septiembre 2021.

 

 




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