» 21-09-2021 |
¿Cuál es el orden “natural”? Diré en primer lugar que las comillas de “natural” hace referencia a como se publicita interesadamente, por la sección de la sociedad que se beneficia de ella. El orden de la dominación, de la explotación, de la sojuzgación, ha existido siempre. Hobbes enmascaró la cuestión en la violencia biológica (“el hombre es un lobo para el hombre”) para soslayar la auténtica realidad: el hombre es un sojuzgador interesado para el hombre. Es cierto que existe un pasado animal y antropológico que avala la dominación: la dominación del individuo y de la especie, pero magnificarlo supone olvidar la dimensión social (también de raíz biológica, aunque fuertemente codificada por la cultura). Nuestra civilización se basa en la socialidad y no en la individualidad. La sociedad es una tensión entre el individuo, que lucha por zafarse de las normas -lo que solo se puede conseguir, en primera instancia, por la dominación-, sobresalir (lo que se consigue por la excelencia), o la significación (el liderazgo en cualquier campo), y la sociedad que trata de imponer unas normas comunes.
El orden “natural” no es el orden natural (biológico, antropológico, social) sino el orden de la dominación. La sociedad no es una teoría sino una praxis histórica. La tradición no es sino la historia de los dominadores (que se encargan de escribirla y reescribirla contumazmente) y es en esa sociedad y en esa tradición en la que se espera que se base lo común. Ya Platón en “La república” enumeró los títulos por los que se puede gobernar: la cuna: los viejos (sobre los jóvenes) y los nobles (sobre los plebeyos); la fuerza: la violencia; el conocimiento: el saber; y -sorprendentemente- la democracia: el gobierno de todos. Cuatro títulos individuales y uno común (social). Y aún así esa democracia, ese “todos”, era muy limitada. Grecia fue una sociedad esclavista, misógina, patricia. Rancière destaca que “el que parte y reparte se lleva la mejor parte”. Lo importante no es lo que dice el conocimiento o la ley, lo importante es como se aplica y esa aplicación se realiza mediante la partición de lo sensible, la definición del cuerpo involucrado (electoral, gremial, gobernante, etc.). Si de la democracia se excluyen los esclavos, las mujeres y los trabajadores, estamos en una oligarquía de los propietarios. La partición de lo sensible es una cuestión previa (a la ley, al conocimiento) que determina efectivamente el resultado. Todos sabemos que el resultado de una encuesta depende de como se determina el campo encuestado. El gobernador depende de los títulos para gobernar, y las elecciones, del cuerpo electoral.
Ranciére habla eventualmente del orden “natural” -casi siempre referencialmente a los temas que le interesan: reparto de lo sensible, consenso/disenso, policía política, heterogeneidad, emancipación… pero habla, y aquí está la muestra. El arte y la política rompen con sus principios propios de realización (son heterogéneos con esos principios), rompen con toda interpretación del arte y la política en cuanto el dominio de aquellos que por ser políticos o artistas tienen la capacidad necesaria de esa realización. Existe una conexión entre formas de conocimiento y el orden del poder desigual que implica una división de la humanidad en dos: los que tienen las capacidades (o los títulos) para dominar y aquellos que no las tienen. En Mayo del 68 surgieron formas de experiencia y conocimiento que fracturaron este orden de poder/conocimiento y dieron testimonio de otras capacidades excluidas del orden del poder y delataron que las divisiones del orden del conocimiento estaban construidas de manera contingente. Esas condiciones de posibilidad de los efectos igualitarios (que rompen el orden jerárquico, con la división del orden desigual) desembocan en un método de la igualdad que se opone a la lógica de las capacidades y los títulos. La política (la democracia) es irreductible a cualquier forma estatal o social. Del mismo modo el arte surgió primero como una forma de suspensión igualitaria de los modos jerárquicos de representación. La ruptura de la jerarquía social es un proceso de reordenamiento de los sentidos, un di-sentir, una revuelta lógica.
Lo que hacen el arte y la política es una redistribución de lo sensible. Para que afloraran (se contaran) las nuevas capacidades tenían que deshacerse las viejas: los obreros debían separase de las divisiones de lo sensible que los identificaban como obreros y crear un nuevo cómputo (cuenta) distinto del orden de la dominación (la policía entendida como la distribución jerárquica de la comunidad en partes), rompiendo así, con el cómputo (la cuenta) de la dominación. Una comunidad virtual (no real, sino posible/exigible), sensible (procedente de una partición de lo sensible). La genuina práctica política y artística (y filosófica) es la práctica de una emancipación, inseparable de una comunidad en la que los cuerpos son arrancados de sus lugares asignados y muestran capacidades (verbales, emocionales) que “naturalmente no deberían tener. Rompe la lógica “natural” del cómputo que divide a los seres en los que poseen el lenguaje y los que solo emiten ruidos; que señala a unos como como seres de decisión y acción y relega a los otros a la esfera de la reproducción. Pero esta denuncia de la división jerárquica de unas ciertas relaciones de poder y conocimiento -que comparte con otros pensadores- se magnifica en cuanto introduce en el arte y en la política una nueva visión sobre su posibilidad y su emancipación. (Rancière 2019, 13-17). “La política produce una ruptura con la evidencia sensorial del orden “natural” que destina a grupos específicos e individuos a gobernar, a la vida pública o privada” (Rancière 2019, 23).
Al margen de todas estas aproximaciones: biológicas, antropológicas, sociales, filosóficas, hay una instancia sistemática que las contiene a (casi) todas: la metafísica. La metafísica es la fotografía que nuestra mente hace de nuestro mundo occidental, de lo real, de lo natural. Rancière, sin nombrarla, se posiciona fuertemente en su contra. Repasemos los puntos que se separan de esa metafísica, omnipresente durante 25 siglos en nuestra visión del mundo: 1) De entrada no acepta la trascendencia (que está presente en el título: meta-física). Materialista e inmanente, no acepta la trascendencia ni siquiera al modo de Aristóteles que magnifica lo intangible sobre lo tangible. El pensamiento político no es el que realiza de forma trascendente el intelectual (filósofo político) sino lo que de forma inmanente produce el colectivo de los involucrados en la acción política. 2) Aristóteles trató al ser, (ente, entidad, esencia), como la categoría primera relegando a las otras (en especial espacio y tiempo) al papel de predicados del ser: lo que se dice de ellos. Sin plantearlo abiertamente Rancière aboga por un pensamiento geométrico (espacio-temporal) en el que la situación en el espacio y en el tiempo cobra visos de esencialidad.
3) La igualdad (entendida como identidad, igualdad o semejanza) es la operación privilegiada de la metafísica que desdeña la posibilidad (probabilidad) y otras relaciones no igualitarias (mayor, menor, etc.) lo que no quiere decir que se ate a ella. En una pirueta lógica la desigualdad (poder/conocimiento) presupone la igualdad de los individuos (como seres hablantes). La dominación es la principal relación ética y política… entre seres iguales pero con distintas capacidades. Para Rancière la igualdad no es una esencia, un valor o una meta. Es una suposición, un presupuesto, una hipótesis. Un significante (un operador) vacío de significado, que el orden de la dominación puede utilizar en ambos sentidos (igualdad/desigualdad). 4) El concepto (esencialista), la definición, que para la metafísica es uno de los pilares de su sistema (concepto/lenguaje) tampoco es aceptada por Rancière que prefiere los conceptos por enumeración o yuxtaposición (bases de datos) o la acumulación de puntos de vista desde distintos ángulos. Prefiere la presentación (¿fenomenológica?) antes que la re-presentación. 5) La disyunción apariencia/realidad (esencialismo) tampoco es aceptada por Rancière, en su concepto de disenso, al que añade la inexistencia de un régimen único de presentación e interpretación (la verdad única, artículo de fe para la metafísica). La posibilidad aparece con frecuencia en su pensamiento aceptando -de facto- la verdad fraccionaria (la probabilidad).
6) la causalidad simple (lineal) tampoco funciona para Rancière que opta por la causalidad retroalimentada (circular) y en especial la verificación: no hay sujeto político que exista previamente a los efectos de igualdad que le dan coherencia. Los pre-supuestos se verifican por los efectos de sus consecuencias. 7) El pensamiento metafísico no solo es inductivo/deductivo (lógico-conceptual-igualitario), de acuerdo con el esquema operativo: universalización-abstracción-ley, también es intuitivo basado en axiomas (verdades primeras indemostrables, como los principios de identidad, no contradición y del tercio excluso). Tampoco con estos principios comulga Rancière: frente a la identidad nos habla de desidentificación (del obrero con su papel “natural”, por ejemplo); frente al de no contradicción opone la contradicción intrínseca consenso/disenso; y del principio del tercio excluso (los pares de oposiciones metafísicas) destaca la existencia de las alternativas no binarias (como la de hipótesis, tesis, síntesis).
El “orden natural” son los datos, el sustrato sobre el que se aplica el conocimiento, y la percepción y el tratamiento de esos datos. A eso llama Rancière la partición de lo sensible y a la que opone una redistribución igualitaria. Porque si no se permite a un artesano (pues su misión es trabajar) acudir a la Asamblea, ese reparto de lo sensible afecta al resultado aún antes de que se utilice el conocimiento para analizarlo y actuar. Favorece los títulos y las capacidades de los que han efectuado esa partición como medio de dominación (aunque sea inconsciente). El recurso a lo social, a la tradición, a la experiencia, a la historia, a la razón en fin, enmascara la dominación, la vocación de desigualdad. Por eso lo primero que hay que combatir es el orden “natural”, la metafísica. La partición de lo sensible: títulos, capacidades, territorios es la causa de la dominación y la desigualdad. La igualdad es un (pre)supuesto que solo se autentifica en su verificación como válido, como resultado de su aplicación a la realidad.
Cuando un político dice: “Como debe ser”, “Como es natural”, “Como es lógico”, “Como no podía ser de otra manera”, “Como ha sido siempre”, “Como los países de nuestro entorno”, “Como es de sentido común”, está defendiendo una partición de lo sensible que es la partición de la dominación. Cuando se defiende que el emérito es igual a cualquier ciudadano ante la ley se defiende la desigualdad originada en la cuna. Por eso la monarquía es inadmisible. Cuando los políticos se colman de mecanismos para no ser juzgados (aforamiento, indulto, amnistía, legislación ad hoc) están dividiendo lo sensible en los intocables y los comunes, entre los dominadores y los dominados. Por eso la política está muriendo.
El desgarrado. Septiembre 2021.