» 30-09-2021 |
3. La política es una ruptura específica con la lógica de la arje. Ésta no supone simplemente una ruptura con la distribución “normal” con posiciones que define quién ejerce el poder y quién está sujeto a él; tampoco exige una ruptura con la idea de que existen disposiciones “propias” a esas disposiciones.
Platon -Libro III de “Leyes”- analiza los títulos para gobernar y ser gobernado (ejercer la “arje”). Los cuatro primeros son títulos de autoridad y hacen referencia a la diferencia de nacimiento: 1) los padres sobre los hijos, 2) los viejos sobre los jóvenes, 3) los amos sobre los esclavos, 4) los nobles sobre los siervos. El quinto hace referencia a la naturaleza: 5) el fuerte sobre el débil. El sexto habla de la cultura 6) los que saben sobre los que no saben. Y aunque podría haber acabado aquí enuncia un séptimo título que depende de la elección de los dioses o del azar (sorteo) 7) la democracia. La democracia se caracteriza (puesto que depende de dios o del azar) por la completa ausencia de cualquier título para gobernar. Es un estado de excepción en el que los opuestos (padres/hijos, fuertes/débiles, etc.) no pueden funcionar, no hay ningún principio de repartición de roles: “Tener parte en el hecho de gobernar y de ser gobernado”, lo que es muy distinto que la reciprocidad. Es: la ausencia de reciprocidad que descansa sobre una paradoja: el título que no es título, el dominio del que no domina. Esta lógica es contraria a la lógica de la “arje” en cuanto se funda en su objeto (encuentra su fundamento en su práctica, en su resultado), siempre se precede a sí misma en el círculo de su propia disposición y ejercicio. Esta situación de excepción, es idéntica a la condición que hace posible la especificidad de la política en general.
4. La democracia no es un régimen político. En cuanto ruptura de la lógica de la “arje”, es decir, de la anticipación del dominio en su disposición, es el régimen mismo de la política como una forma de relación que define un sujeto específico.
Lo que hace posible el “tener parte”, propio de la política, es la ruptura con todas las lógicas que distribuyen las partes conforme al ejercicio de la “arje”. La libertad del pueblo (que constituye el axioma de la democracia), tiene como contenido real la ruptura con el axioma de la dominación, es decir, con cualquier tipo de correlación entre la capacidad de gobernar y la capacidad de ser gobernado. El ciudadano que “tiene parte” en gobernar y ser gobernado solo puede concebirse a partir del “demos” como figura que rompe con todas las formas de correspondencia entre una serie de capacidades correlacionadas. Así la democracia no es un régimen político (en cuanto construcción que define las maneras en que las personas se reúnen bajo una autoridad común). “La democracia es la institución misma de la política, de su sujeto y de su forma de relación” (Rancière 2019, 57).
La democracia es un término despectivo inventado por aquellos que tienen un título para gobernar hacia aquellos que no poseen ningún título, ninguna característica en común. Son las personas que no cuentan, que no tienen ningún título para ejercer el poder de la “arje”, ningún título para ser tomados en cuenta. Estar fuera de cuenta 8del cómputo) no es una deducción sino una definición. Es no tener voz. No designa una categoría social inferior, sino a aquel que toma parte en aquello de lo que no tiene parte.
5. El pueblo, que es el sujeto de la democracia, y por tanto el sujeto atómico de la política, no es el conjunto de miembros de la comunidad ni la clase trabajadora de la población. Es la parte suplementaria con relación a toda cuenta de las partes de la población, que permite identificar “la cuenta de los incontados” con la comunidad entera.
Empecemos por lo que el pueblo no es: 1) no es la lógica del arje (comienzo/dominio), sino su ruptura; 2) no es la clase de los que se reconocen entre sí el mismo origen o nacimiento; 3) tampoco es una parte o suma de las partes de la población. Y ahora lo que es. El pueblo es el suplemento (la parte que se genera por la caracterización de “no tener parte”) que separa a la población de sí misma (es decir de su destino natural, de su “arje”) al suspender todas las lógicas del dominio legítimo. La reestructuración que Clístenes efectuó de los barrios (demoi) de Atenas lo ilustra perfectamente. Aplicó criterios geométricos (topológicos abstractos) a lo que tradicionalmente había sido divisiones caciquiles por su poder económico (riqueza) y su origen (nacimiento). a) El pueblo es un artificio que atraviesa (desmonta) la lógica que designa al principio de riqueza como heredero del principio de nacimiento; b) es un suplemento abstracto respecto a toda cuenta efectiva de las partes de la población, de sus títulos y de las partes que les corresponden; c) es una existencia suplementaria que inscribe la cuenta de los incontados o la parte de los sin-parte; d) el pueblo es la igualdad de los seres hablantes (que paradójicamente sostiene la desigualdad).
Es una parte vacía (para los críticos: la nada constitutiva del pueblo), suplementaria (se inscribe como un excedente) que separa a la comunidad de de la suma de las partes del cuerpo social. Este vacío (estructural) puede interpretarse de dos maneras: a) la anarquía: ausencia de toda legitimidad del poder y constitutiva misma del espacio político, y b) lo que queda del cuerpo del rey tras la desagregación de lo humano y lo divino, cuando lo simbólico se derrumba para producir lo social incorpóreo. Entonces el pueblo (heredero del rey en la legitimación) crea una reconstrucción imaginaria de dicho cuerpo. Aunque también puede pensarse que es el pueblo, y no el rey, el que inicialmente tiene un doble cuerpo y es en esta dualidad en la que reside el suplemento por el que la política misma existe como suplemento a toda cuenta social y como excepción, a toda lógica de la dominación.
La atención que hoy recibe lo teológico-político disuelve la cuestión de la política en la cuestión del poder y en la de la situación originaria que lo funda: el sacrifico originario. Sin embargo, la división de la “arje” que funda la política (la democracia) no es un sacrificio fundacional. Es la neutralización de todo cuerpo sacrificial. La evidencia del cuerpo sacrificial significa asociar la democracia a un pecado o maleficio original. Significa reducir la lógica de la política a la cuestión de de la escena originaria del poder, es decir: reducir lo político a lo estatal. Subsume el carácter litigioso de la política dentro de una versión del pecado o del asesinato original.
Y aquí lo dejamos por hoy
El desgarrado. Septiembre 2021