» 09-10-2022

El pensamiento geométrico 23. Marx 1, panorámica.

Antes de entrar en el pensamiento geométrico (y su enfrentamiento con la metafísica) de Marx voy a dar unas pinceladas de su pensamiento general. Marx es un filósofo y un activista, de un lado piensa y persigue una filosofía que sea capaz de vehicular sus ideas y de otra lucha por imponerlas, de transformar la sociedad. La idea radical de Marx es que la esencia del hombre (su ontología) no es algo exterior él, trascendente, sino algo que dimana de su materialidad y esa esencia es su lucha con la naturaleza para obtener sus medios de subsistencia. Esa lucha se mediatiza con los instrumentos que utiliza en su trabajo. Ese trabajo es comprado como mercancía por la clase dominante, en el trabajo asalariado. Pero la clase dominante (los capitalistas, la burguesía mercantil) hace trampas y en vez de pagar el trabajo por lo que vale obtiene un plusvalor que le escatiman al trabajador y que divide a la sociedad en una clase dominada (a la que se engaña) y una clase dominante (que engaña). El aumento natural del comercio (de la mano de la burguesía) hace que la diferencia entre clases sea cada vez mayor lo que provoca el descontento, el enfrentamiento y, por último, la revolución.

 

Pero para Marx la reivindicación de la igualdad y la justicia (y como consecuencia la libertad y las seguridad) son reivindicaciones dentro de la ideología burguesa. La simple reivindicación de “a cada uno lo suyo” es burguesa, individualista (a-social) y a-ideológica y por tanto es necesario encontrar una ideología que escape de las premisas burguesas lo que no es fácil porque nunca se ha hecho. De entrada se necesita un lenguaje nuevo. nuevos conceptos y una nueva teoría, y ahí reside la lucha de Marx consigo mismo: hallar esas herramientas y esas ideas para transformar el mundo a través de conocerlo. Marx transige con las reivindicaciones del movimiento obrero pero no le parecen el fin del movimiento sino una etapa: la de lo “exigible” frente a lo “necesario”. Pero no duda de que la victoria solo se obtendrá si los trabajadores se unen (física e ideológicamente), son informados (educados) y actúan a una. Así el movimiento obrero es bicéfalo. Por una parte los utopistas reivindicadores y por otra los que persiguen un pensamiento “necesario” y no deseos o compensaciones inmediatas. La vida de Marx es un compaginar esas dos (contrapuestas) tendencias… aunque su corazón está con la teoría filosófica y no con el activismo (que ve necesario). Como el mismo dijo en muchas ocasiones: hay dos enemigos el interno y el externo.

 

Marx está convencido que la economía es la clave y estudia denodadamente a los científicos economistas -como Ricardo- cuya teoría del valor desmenuza. Para este, el valor (que es lo que tienen en común las mercancías y les permite el intercambio) es el tiempo de trabajo invertido en producirlas. Demasiada subjetividad (individualidad) para Marx que corrige el concepto añadiéndole socialidad y por tanto universalidad: El valor es el tiempo medio invertido socialmente en producir una mercancía. Pero ¿que es la mercancía? La mercancía es el equivalente universal del intercambio comercial, lo que permite que cosas desiguales puedan ser intercambiadas. El valor determinará la proporción en que serán intercambiadas. La mercancía y el valor convierten al mercado (el lugar en el que se producen los intercambios) en un lugar de relación social entre productores y productos. Pero la mercancía (universal) se convierte en algo mas importante que los productores (individuales) hasta el punto que el mercado gira en entorno de ella. Es el fetichismo de la mercancía.

 

La mercancía necesita al productor que la lleve al mercado pero a partir de ahí se erige en protagonista. Solo falta un componente para que el mercado burgués sea el que conocemos: el dinero. El dinero es el equivalente universal del valor. La mercancía que unifica todos los intercambios. El poder de la mercancía es tan grande que todo lo que va al mercado se convierte en ella: los productos, el trabajo (y en consecuencia los productores, el dinero, y el capital, entendido como el dinero que compra el trabajo… asalariado). No podemos obviar que la existencia de esos equivalentes universales: la mercancía y el dinero, sigue la estela más clásica de la metafísica que ya había establecido otros equivalentes universales como la verdad, el concepto, la cantidad o la igualdad. Pero Marx ha añadido elementos sustanciales: la dialéctica hegeliana (la contradicción y la lucha), el concepto de historia como devenir (también hegeliano) y el materialismo (contra-hegeliano). Porque Marx es deudor del hegelianismo, desde su lenguaje filosófico hasta su idealismo, que durante años dirigirá su pensamiento.

 

Marx tiene formación matemática lo que le permite adentrarse en meollos imposibles para otros pensadores humanistas (“Contribuciones a la critica de la economía política”). Tampoco le es ajena la antropología (los manifiestos del 44) pero que se cuida siempre de conceptualizar más allá del biologismo. Pero lo que es insoportable de Marx, para el pensamiento institucional es, por una parte su radicalismo político y por otra su desvergüenza ontológica. Decir que no quiere modificar la sociedad, el estado y las clases sociales sino destruirlas,  no puede ser entendido en 1860 más que como radicalismo revolucionario. Decir que la esencia humana es intrínseca (no viene de fuera, no es trascendente) y ademas centrada en el trabajo, la relación utilitaria con la naturaleza y la producción, es simplemente inaceptable (no solo para la religión sino para la moral civil). Porque los objetivos de la burguesía y de los obreros coincidieron mientras se trataba de desalojar a los feudales del poder prusiano, pero cuando eso ocurre (1948) se manifiesta la inconciliable diferencia entre burgueses y proletarios. En ese momento, el pensamiento de Marx se convierte en el enemigo de la burguesía… y en eso estamos.

 

La enajenación/alienación y el fetichismo de la mercancía (del sujeto, del proceso y del objeto) son -dice- la cara amable de la explotación y por tanto las claves de la emancipación. La obra de Marx no es un manual revolucionario ni un dogma del materialismo histórico. Trata de comprender el mundo (teoría) para transformarlo (práctica) y entiende que ese es el camino de la emancipación, lejos tanto de la explotación de clase como del socialismo utópico. No arremete contra la propiedad privada (como Proudhom) -a la que considera una consecuencia del trabajo asalariado y no el origen de todos los males-, ni el blanquismo de la revolución por la revolución, sino la toma del poder por el proletariado como único medio para acabar con la explotación, ni siquiera atiende a los cantos de sirena del socialismo utópico guiado por el deseo de emancipación más que por un análisis serio de la realidad, entendió el comunismo como un orden económico que debía subsumir el orden económico burgués y en absoluto como una ideología. Marx ha sido ampliamente mal entendido y lo ha sido de manera sistemática e interesada. Se merece una revisión porque las condiciones del proletariado no han parado de empeorar. Incluso al borde de la robotización del trabajo, corre el peligro de desaparecer.

 

El desgarrado. Octubre 2022.

 




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