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» 14-12-2022 |
Sigo el texto “El fetichismo de la mercancía” Karl Marx con prólogo de Anselm Jappe. Pepitas de calabaza. 2014. Recoge los dos fragmentos de “El capital”: libro 1 y libro 3, que tratan del fetichismo de la mercancía. Como nos advierte Jappe en el prólogo estos dos fragmentos fueron obviados por los exégetas casi absolutamente hasta los años setenta del siglo pasado. Hoy se piensa que el concepto de fetichismo impregna toda el pensamiento marxista y sin el que es imposible entenderlo, incluso cuando no lo nombra explícitamente. No son estos fragmentos los más claros de los que escribió Marx pero la absoluta novedad del enfoque, si no lo justifica, por lo menos lo explica.
El prólogo de Juppe. Distingue Juppe entre varios tipos de fetichismo: 1) característica del capitalismo posmoderno que ha virado hacia el consumismo, la publicidad y la manipulación de masas. 2) “Amor excesivo a las mercancías y adhesión a los valores que estas representan (velocidad, éxito, belleza, etc.)” (Marx 2014, 9), 3) ”ideología espontánea que tendría esencialmente como objetivo velar el hecho de que la plusvalía tiene su origen exclusivo en el trabajo no pagado al obrero” (Marx, 2014, 10). Corresponden a dos distintas concepciones del propio Marx. Esta última es la que enuncia en el libro III de “El capital” en el que destaca la apariencia, la forma fenoménica, la plusvalía, el análisis superficial, el valor entendido como recorrido que lleva del valor (categoría no empírica) al precio de mercado (categoría empírica). Pero en el capítulo 1.4 del libro I destaca la esencia, el análisis categorial, el valor. Considerado como una disgresión marginal, se encuentra, sin embargo, en el centro mismo de su crítica del capital, en el que analiza la doble naturaleza de la mercancía (valor de uso y valor de cambio) y del trabajo (concreto/abstracto y particular/social), afianzando el fetichismo en ese núcleo duro. “El fetichismo forma parte pues, de la realidad fundamental del capitalismo y es la consecuencia inevitable de la existencia de la mercancía y del valor, del trabajo abstracto y del dinero” (Marx 2014, 12)… ellas mismas categorías fetichistas. El fetichismo existe donde existe la doble naturaleza de la mercancía y donde el valor mercantil forma el vínculo social.
Las categorías anónimas de mercancía, trabajo abstracto, valor y dinero. Antes de abordar el capital, el salario, la fuerza de trabajo o la propiedad de los medios de producción, Marx deduce lógicamente (y no históricamente) las categorías anónimas de mercancía, trabajo, valor y dinero. Si bien existen grupos sociales que, históricamente, gestionan el proceso económico burgués/capitalista y obtienen beneficios, ello no es suficiente para considerarlos “clases dominantes”. El valor es un producto automático del capitalismo. “Son la valorización del valor, en cuanto trabajo muerto, a través de la absorción del trabajo vivo, y su acumulación en forma de capital las que gobiernan la sociedad capitalista” (Marx 2014, 13). “La propiedad privada de los medios de producción y la explotación de los asalariados, el dominio de un grupo social sobre otro y la lucha de clases, no son sino las formas concretas, los fenómenos visibles en la superficie (aparentes), de ese proceso más profundo que es la reducción de la vida social a la creación de valor mercantil” (Marx, 2014, 14). La obligación de concurrir al mercado para intercambiar productos (y convertirse, así en una sociedad), la necesidad de reducir los productos del trabajo a una medida común es lo que transforma: 1. el valor de uso, 2. el trabajo concreto y 3, el trabajo privado, en 1. valor (de cambio), 2. trabajo humano abstracto y 3. trabajo universalmente humano. Aunque los hombres sigan efectuando trabajos concretos y privados, deben optar por la (otra) naturaleza abstracta del trabajo que es la única que cuenta. La faceta concreta y privada del trabajo ya no es determinante… como comprueba el agricultor que no obtiene en el mercado un valor objetivo por sus productos sino un valor determinado por el mercado (por un aumento -por ejemplo- de las importaciones).
El fetichismo de la mercancía analiza las relaciones sociales (mercancía, trabajo, valor y dinero) y en absoluto las relaciones de producción (el capital, el salario, la fuerza de trabajo o la propiedad de los medios de producción). El trabajo abstracto es la reducción de toda actividad a un simple gasto de energía. Las actividades particulares (y los individuos que las realizan) se vuelven relaciones sociales por mor de la abstracción del trabajo. El trabajo es principio de síntesis social. El proceso de producción domina a los hombres y no a la inversa, como parece natural. Estas inversiones se multiplican (de acuerdo con la definición psicoanalítica del fetichismo: que otorga a los objetos características suprasensibles que no les corresponden). Esta inversión entre lo que deberían ser elementos primarios y secundarios: el valor de uso se torna en valor de cambio; el trabajo concreto se convierte en trabajo abstracto; el trabajo privados se hace equivalente a una forma social, hace de los objetos sensibles: suprasensibles; transforma lo concreto en abstracto, la sustancia (el ser) en accidente (la relación social). Entendido como inversión el fetichismo no es muy diferente de la alienación (enajenación del hombre de su esencia, expulsión de sí mismo, deshumanización) o de la religión (la supremacía de los dioses sobre los hombre, cuando han sido producidos por éstos). Si bien no exactamente iguales, Marx entiende que el fetichismo de la mercancía es la continuación del fetichismo religioso.
La evolución del capitalismo y de la izquierda. El fetichismo -después de una primera época incomprendido- se convierte en el elemento esencial de la “crítica del valor” a nivel académico. Pero eso no quiere decir que la izquierda lo haya entendido así, dirigiendo sus antagonismos contra el capitalismo sin afectar a las categorías básicas fetichistas (valor mercancía, trabajo abstracto y dinero) a las que integró en su esquema como elementos constitutivos pero no especialmente dañinos o destructores. Dichos antagonismos se resumen en la exigencia de redistribución del valor y el dinero; la posibilidad de una planificación estatal de la economía; la lucha de clases, etc. De hecho la izquierda contribuyó involuntariamente a que el capitalismo fuera introduciendo correcciones necesarias en sus planteamientos como el consumo de masas, el Estado social, el capitalismo de gestión (la integración de los políticos en la clase capitalista), la simulación de la riqueza (mediante la deuda), el ultraliberalismo (la desigualdad), la apropiación de la plusvalía originada por la robotización y la renta social. Por su parte la lucha de clases se amplió a otros colectivos más allá de los proletarios: mujeres, colonizados, altersexuales, minusválidos. Pero de lo que había que emanciparse era de las categorías fetichistas, a las que se podrían añadir el capital y el Estado. Es difícil pensar que grupos constituidos mediante el desarrollo de la propia mercancía y definidos por la producción de valor puedan alcanzar dicha emancipación.
Altercapitalismo. El capitalismo es un sistema que nos incluye a todos y del que todo el mundo desea su continuidad. Más que de capitalismo deberíamos hablar de altercapitalismo, un capitalismo más amable, responsable e igualitario. La crisis económica está hoy acompañada de la crisis ecológica y la crisis energética, que cada vez hacen más inviable la propuesta capitalista (que es la causante de todas ellas) y para ello se deben cambiar las categorías básicas de la economía mercantil (el fetichismo del valor, la mercancía, el trabajo abstracto y el dinero). Porque el capitalismo contiene en su esencia los elementos de su propia destrucción. Otra cosa es que sepa darse cuenta de la situación.
El desgarrado Diciembre 2022.