» 19-11-2022

El pensamiento geométrico 25. Marx y la metafísica 2. El fetichismo de la mercancía (y del derecho).

La metafísica se centra en cuatro universales: la verdad, la cantidad, el concepto y la igualdad, que origina cuatro campos: la lógica, las matemáticas, el lenguaje y la ética/política. Pero no son estos los únicos universales que se pueden enunciar. En el sicoanálisis encontramos que el género/sexo masculino es el equivalente universal del género (y por tanto de lo humano) puesto que el género femenino se considera una anomalía. Es el falo como premisa universal del pene, es decir, la idea generalizada de que todo el mundo tiene un pene (es un universal). Y si no lo tienen (el caso de las mujeres) es porque lo han perdido, lo que se evidencia por la forma de cicatriz que tiene la vulva. En la esfera de la economía existen otros dos universales: la mercancía como equivalente universal del intercambio económico y el dinero como equivalente universal del valor. Veamos como entendió Marx estas apreciaciones. Sigo a J. M: Bermudo: “Marx” 2015. Batiscafo sl.

 

Existe una diferencia entre el producto del trabajo y la mercancía. Esta última es un concepto más amplio que engloba: los productos del trabajo (objetos y servicios), los medios de producción (herramientas y maquinaria), el trabajo humano (asalariado) y el dinero. La mercancía es el equivalente universal del intercambio comercial, de todo aquello que va al mercado. Todas estas cosas se intercambian en el mercado. El intercambio de productos entre sí es el cambalache, el intercambio de productos por dinero es la compra-venta, el intercambio de productos por trabajo asalariado es el pago en especies, el intercambio de medios de producción por dinero es la inversión/amortización, el intercambio de trabajo asalariado por dinero es la contratación laboral, y así hasta completar todas las posibles combinaciones aunque algunas no tengan un nombre especial o no sean especialmente frecuentes. El intercambio de dinero por dinero es la especulación y es económicamente improductiva puesto que no involucra al valor de uso. Las relaciones del mercado se dan entre sujetos y objetos. La relación entre sujetos es el intercambio comercial, entre objetos es el fetichismo de la mercancía, entre sujeto y objeto es el consumo.

 

El valor elemental de los productos es el valor de uso y es el que determina la riqueza (de las personas y de las naciones), pero los valores de uso no son intercambiables porque no son conmensurables, son incomparables. Para que los productos vayan al mercado es preciso homogeneizar su valor y ese nuevo valor es el valor de cambio. Ricardo determinó que ese valor es la cantidad de trabajo que contiene cada producto, como todos los productos contienen una cantidad de trabajo se produce la homogeneización del valor. Marx objetivó ese valor mediante los conceptos de límite (precio al que tienden -convergen- la oferta y la demanda) y valor social medio, realizado por el trabajador medio en un contexto medio, es decir el valor estadístico.

 

Para entender el fetichismo empezaré por el concepto psicoanalítico: fetichismo es el otorgamiento a un objeto de características que no le pertenecen y que lo convierten en objeto de deseo. El fetichismo de la mercancía es el otorgamiento a una mercancía (producto, medio de producción, fuerza de trabajo o dinero) de un poder que no le corresponde a priori, que es el de dirigir el mercado. El fetiche se convierte en objeto de veneración, respeto, sacralización. Y ello porque es intocable. El ser humano comerciante se ve obligado a llevar al mercado lo que el mercado exige, y aceptar el valor que el mercado marca (lo que conduce a que en bolsa -y en el regateo- el valor de una empresa no dependa de su valor objetivo sino del valor del deseo de los compradores). El comerciante no puede oponerse a esa relación entre la naturaleza y el hombre -mediada por los medios de producción- que es la producción de mercancías y no le queda otra que bailar al son que la mercancía marca. Esa situación es conocida como fetichismo de la mercancía.

 

Marx entiende el fetichismo de la mercancía como la confluencia de tres aspectos: en primer lugar la materialidad del valor, en segundo lugar la magnitud del valor y en tercer lugar la conversión de las relaciones entre sujetos (los productores) en relaciones entre objetos (las mercancías). No es difícil ver que el primero es la equivalencia universal del valor (del intercambio comercial), el segundo la equivalencia universal del dinero y en tercer lugar la objetivación (universalización) de las relaciones sociales- Podríamos decir que las relaciones entre las mercancías son el equivalente universal de las relaciones sociales. Lo que nos lleva a concluir que el ser social es el productor que trabaja y que va al mercado, el ser humano, en definitiva. El trabajo es su esencia. Pero si las relaciones comerciales son el equivalente universal de las relaciones sociales las consecuencias son incalculables.

 

Son las relaciones comerciales (capitalistas) las que determinan la propiedad, la igualdad, la libertad, y la seguridad. Todos estos institutos que la metafísica considera autónomos y autojustificados son las consecuencias del mercado capitalista. Y ahí se origina el fetichismo del derecho. Esos derechos (propiedad, libertad, igualdad y seguridad) no pertenecen sino al mercado que los determina y los instituye. Pero el capitalismo distingue entre el ser social comunero (Ciudadano) y el ser individual egoísta (hombre). La ficción hegeliana del estado que acaba con todos los privilegios de raza, ocupación, cultura, etc. e iguala a todos los ciudadanos se desmorona: los ciudadanos son iguales pero los hombres son desiguales. La solución que nos proporciona el capitalismo es el establecimiento de los derechos humanos (propiedad, libertad, igualdad y seguridad) como ciudadanos (los proletarios) pero no como hombres (la elite privilegiada). Los derechos humanos no son una característica del Estado (o de la filosofía) sino algo exterior a él. En definitiva,  “en el fetichismo jurídico el intercambio entre los productores-propietarios, mediante un contrato voluntario y conforme a la ley del valor, o igualdad de equivalente, aparece a su vez como forma jurídica concretada en los derechos del hombre” (J. M. Bermudo 2015, 129).

 

El desgarrado. Noviembre 2022




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