» 24-07-2023 |
Los primeros artes en aparecer fueron la música y la danza, ambas hijas del ritmo. Pertenecientes al sistema de comunicación Hmmmmm (holístico, multi-modal, manipulador, musical y mimético), previo al lenguaje simbólico y exclusivamente manipulable en lo real, la musicalidad y la gestualidad les venían dadas pues formaban parte del sistema de comunicación Hmmmmm.
Las artes son originalmente formas de conocimiento no especializadas, es decir que con el transcurso del tiempo, otros campos como la filosofía y la ciencia le tomaron el relevo como formas superiores (más especializadas) de conocimiento. Posteriormente la ciencia apartaría también de su camino a la filosofía, por su carácter no experimental. En un periodo pre-mítico, arte, ciencia y pensamiento no se distinguían. Desde nuestro punto de vista actual podemos interpretar ciertas manifestaciones del mundo antiguo como arte, pero no lo era o, por lo menos, no en exclusiva (como tampoco lo era la filosofía y la ciencia. Tendemos a considerar el arte como una categoría fija a lo largo de los siglos. Nada más lejos de la realidad. El arte, como toda estructura, trata de sobrevivir a su obsolescencia reorientándose y reinventádose continuamente,
Como veremos, cuando aparecen las formas de conocimiento especializadas, las artes se pliegan sobre si mismas empeñadas en sobrevivir. Con la aparición del pensamiento simbólico, el arte se transmuta de forma de conocimiento a arte, precisamente, cediendo su antiguo cometido de conocimiento a la filosofía y refugiándose en la apariencia. Con el nacimiento del arte cristiano la filosofía (la razón) es obligada a abandonar su posición prevalente de forma de conocimiento en favor de la revelación. Pero la revelación (los libros sagrados) presentan lagunas importantes en la interpretación de lo real. Inmediatamente el arte retoma su posición de forma de conocimiento (subsidiaria), especializado en desvelar la verdad de las cosas (las cosas tal como son y no tal como las vemos).
El renacimiento entrontará otra forma de conocimiento: la ciencia. De nuevo el arte se retira como forma de conocimiento dedicándose a construir la realidad mimética a través de la apariencia. En el SXVII nacen las academias, el saber se especializa y como consecuencia nace el neo-concepto de arte. El arte como ente separado de la ciencia. La estética propicia la alianza de filosofía y arte pero también desnaturaliza el concepto de arte alejándolo del conocimiento científico. El arte se universaliza y aparece la figura del genio. La destreza (artesanado) pasa a segundo lugar. Las vanguardias supondrán la desconstrucción del concepto de apariencia real que tan duramente se había logrado.
La ciencia demuestra su impotencia para conocer el mundo y el arte, en un desarrollo paralelo, se desentiende de la realidad. El concepto se dispersa y tal como explicara Ortega, contra más se desperdiga el concepto, mayor es la distancia a que hay que mirarlo para comprenderlo. Este recurso al distanciamiento (que se opera también en el campo de la ciencia y de la filosofía) implica, (como antes ya había ocurrido con el concepto frente a lo real) que contra mayor es el campo abarcado menor es la nitidez con la que vemos los elementos del campo; se pierden los detalles (en un principio de incertidumbre comparable al de Heisemberg). Pero los detalles son los que nos dan la proximidad al campo y, entonces, se produce la deshumanización Ortega y Rubert de Ventós). De pronto la ciencia nos es ajena, el arte nos es ajeno, la filosofía nos es ajena. No se puede observar, a la vez, el planeta y a sus habitantes, hemos de ajustar el visor al fin buscado. La profundidad de campo no es infinita. La posmodernidad arremeterá contra el propio concepto de arte. Arte alto, materiales nobles, concepto de genio, el museo, el mercado, la recepción y en definitiva la muerte del arte.
Mithen defiende que cierta industria lítica de particular finura no tenía fines utilitarios sino de galanteo. Se trataba de lucir, ante la posible pareja, la destreza para tallarlas (la suficiencia de los medios de vida, en definitiva). Dado que todas las formas de arte que analizaremos requieren una particular destreza no es infundado pensar que en todas ellas se involucró ese “utilitarismo” secundario que es el galanteo y en definitiva la perpetuación de la especie. Sería una manera de explicar la subsistencia de epifenómenos como el arte, que distraían de las urgentes y necesarias tareas de la supervivencia. La estrecha relación de las artes con los objetos de regalo (dirigidos en general al galanteo) sería la superviviencia de su origen ancestral.
La relación del arte con la magia es intensa. El arte presimbólico ES magia. La magia es una forma de manipular lo real por lo tanto con los mismos fines que el conocimiento. Jakobson distinguía dos tipos de magia: en presencia y en ausencia, metonímica y metafórica.
Tanto en el mundo como en la mente (huérfana de instinto), al principio, existía un todo indiferenciado, un desorden uniforme, todas las probabilidades abiertas, la certeza cero. Los físicos utilizan el mecanismo de la ruptura espontánea de simetría para explicar porque el mundo se decide en un momento determinado por una opción concreta de entre varias igualmente probables; Un mundo uniformemente desordenado es indistinguible de un no mundo. Nada nos permite observar su existencia. No tenemos comparables. Al igual que el movimiento uniformemente acelerado es indistinguible del reposo, la uniformidad existencial es indistinguible de la inexistencia. En la misma situación se hallaba la mente pensante en los albores de la humanidad. Afortunadamente el instinto estaba allí para evitar la catástrofe. Sin relaciones necesarias el mundo no era pensable. Era preciso romper la simetría a favor de las relaciones necesarias, establecer esa primera relación necesaria que pudiera originar las demás (siempre el problema del origen). Pero las primeras relaciones necesarias no eran pensables puesto que son anteriores al pensamiento. No quedaba otro remedio que fueran manipulables (es decir establecidas en lo real y no en lo mental) Y ese fue el papel de las artes.
El orden imaginario puede ser espacial o temporal aunque el orden sucesivo de la percepción introduce un elemento de temporalidad mucho más marcado. En seguida se vio que no todos los órdenes son iguales. Existen órdenes naturales –mucho más fáciles de recordar o de inducir- y ordenes “artificiales” creados por necesidad o por interés, pero difíciles de manejar. Cardinalidad, ordinalidad, taxonomía, jerarquía, ordenan el mundo en un intento de darle sentido. Pero hubo unas rupturas de simetría, unos modos de orden que se impusieron de forma natural. Podríamos decir que son formas de orden natural o absoluto y precisamente se producen en lo que luego conoceremos como artes. Visto desde otro punto de vista, en ausencia de abstracción se hacía necesario que existiera algún tipo de atracción (al modo de los atractores extraños de la teoría del caos) que llevara unas cosas a otras, que las asociara. Fuera de la abstracción dicha atracción debería ser forma, es decir ajena al contenido. Esas formas de atracción darán lugar a las distintas artes. Lo que está en juego es la predicción del futuro, el conocimiento de lo por venir como medio de control y conocimiento del mundo.
El primero de ellos es el ritmo. El ritmo ya existía en el interior del homínido: el latido del corazón, sólo hubo que traspasarlo a lo real. El ritmo es una cenefa temporal. Es predecible. Y predecir es conocer. La sucesión del día y la noche, de las estaciones, de la calma y la tempestad. No sólo existía en los sonidos. También se manifestaba en el lenguaje corporal, en los dibujos de la naturaleza (espacialmente), en la sucesión de acontecimientos. El sonido del tam tam debió anunciar la llegada del hombre. El ritmo es una sucesión temporal previsible (orden, al fin). El ritmo nos arrastra, habla con el cuerpo. Una vez que se han sucedido tres sonidos al mismo ritmo la simetría se rompe en favor de un nuevo e idéntico espacio temporal. La dificultad y la urgencia de obtener relojes nos habla de esa ausencia de ritmos fiables y evidentes en la naturaleza. El ritmo es la primera puesta en orden, por el hombre, en la naturaleza. El ritmo rompe la simetría de los acontecimientos sucesivos en favor de una sucesión predecible y determinable.
En música, específicamente, ese orden natural es la melodía (en el tiempo) y la armonía (en el espacio) dentro de un ritmo. La octava es un universal. Cualquier oído se percata de que se trata de la misma nota en distinta altura (escala). De ahí surgirán las distintas divisiones en cinco, siete, doce, veintidós, (etc.) notas musicales. Pero de inmediato entre esas notas se establecen relaciones diferenciales. La tónica melodiza con la quinta y la cuarta (además de con la octava). Es como un atractor para ellas. La simetría se ha roto y se establece una afinidad entre ciertas notas. Con la armonía sucede lo mismo, pero en simultaneidad en vez de en sucesión. La voz masculina y femenina armonizan especialmente a una octava de distancia. A parte de la octava, de nuevo la quinta y la cuarta establecen lazos especialmente armoniosos. Todo dentro de ese corsé que es el ritmo.
En primer lugar el ritmo establece una relación necesaria entre los intervalos de tiempo que separan determinadas pulsaciones (de una vibración). En segundo lugar la melodía. Ésta establece una simpatía entre algunas notas (debido al fenómeno físico de compartir armónicos) que establece una atracción entre las notas, que impulsa a que se resuelvan de determinada manera. Según se produzcan sincrónicamente o sucesivamente, las leyes que ordenan dichas relaciones necesarias son la armonía y la melodía. La armonía es sincrónica, temporal o vertical. El ritmo y la melodía son diacrónicos, espaciales u horizontales. Para el ritmo, la ley es la similitud de espacios temporales en tanto que para la armonía y la melodía la ley es la similitud de armónicos aunque una en el espacio y otra en el tiempo.
La música no tiene una dimensión de profundidad como la poesía, no tiene argumento. Como en el caso anterior la facilidad de memorización de la música es monumental. Con toda facilidad podemos conservar en la memoria miles de canciones que suponen cientos de miles de notas cada una (debido a la rotura de simetría que hace que ciertas notas o armónicos se sucedan con más probababilidad que otros. Debe ser difícil encontrar un mejor sistema de almacenamiento de registros.
En arquitectura es el equilibrio gravitatorio y por tanto la simetría el atractor universal. La ruptura de simetría se decanta por el equilibrio (el desequilibrio desasosiega) y el equilibrio supone la simetría, como en la balanza. La gravedad establecía una relación necesaria al individualizar el eje arriba-abajo frente a los ejes delante-detrás y derecha izquierda. Los objetos pesados siempre caen en la misma dirección. El apilamiento de cualquier clase es ancho en la base y disminuye hacia la altura. La pirámide es el paradigma de la estabilidad, el equilibrio, El camino (escalera) hacia el cielo. La balanza se equilibra si los brazos y los pesos son iguales. Las cosas no se mueven si no se las toca (o no se las hechiza). De la gravedad se infiere el equilibrio (estático) y la simetría. El mito de la torre de Babel nos explica cuanto enloqueció a la humanidad la conciencia de la arquitectura. ¡La arquitectura igualaba Dios al hombre!.
En plástica es la composición para el dibujo, la complementariedad de los colores para el color y el equilibrio para las masas. La composición establece relaciones entre las lineas principales del dibujo. Relaciones que deben ser fáciles y amables. Deben integrarse para formar un conjunto. La complementariedad de los colores exige que los colores se dispongan de acuerdo a una norma de complementariedad hoy en día perfectamente establecida, pero descubrible intuitivamente. Las masa, (forma y color) deberán equilibrarse de acuerdo con su peso relativo de modo que la composición de masas quede equilibrada. Es similar a la de la arquitectura pero con mayor libertad. La simetría sería una forma entre muchas de equilibrio de masas (la más elemental). Cualquier disposición que cumpla la ley del momento (la suma de los productos de las masas por las distancias deben ser iguales a ambos lados del dibujo). En resumen que el dibujo no gire. Que se mantenga en equilibrio.
La plástica se relaciona con la semejanza de forma intensa. Hemos de recordar que la semejanza no es una relación que rompa la simetría (no hay atracción por una u otra de las infinitas modulaciones que se extienden entre la identidad y la abstracción total). Solo los dos extremos del abanico establecerían relaciones necesarias... en el caso de que fueran alcanzables, pues no dejan de constituir límites inasumibles del espectro.
En Poesía el orden natural es la rima, la métrica y el acento. Afrontemos el siguiente problema. En un planteamiento exclusivamente formal cualquier palabra (sonido) puede seguir a otro, si no existen relaciones necesarias. Todos los sonidos son equipotentes. Es necesario romper la simetría para decidirse por uno de ellos y salir de la incertidumbre. La rima rompe la simetría. La rima genera una atracción entre una palabra y la (las) que rima con ella. La rima determina un atractor que escoge entre múltiples posibilidades, una en concreto. Esta ruptura de simetría rompe la igualdad de posibilidades para distinguir unos sonidos sobre otros. La incertidumbre desciende. Las opciones disminuyen. Antes de que surjan las leyes sintácticas y semánticas, ya existe una querencia que hace que un sonido reclame a otro que rima con él. Musical o vocalmente. Entendemos la poesía ligada al lenguaje pero el lenguaje Hmmmmm debía tener una musicalidad (cadencia, acentuación) anterior al lenguaje simbólico. Para un homínido con escasa memoria simbólica las cantinelas de las formulaciones Hmmmmm debieron ayudarle enormemente a recordarlas (como los escolares aprenden de memoria cantando o rimando).
En la literatura (la poesía no rimada ni sometida a métrica) aparece un atractor que sobrepasa lo formal para adentrarse en el contenido: el argumento. Tal como lo expone la “Poética” de Aristóteles, la literatura debe atenerse a una serie de condiciones: causalidad, secuencialidad, necesariedad, expectativa, y sobre todo coherencia. El relato debe parecerse a la vida (por eso es tan difícil mentir), tal como lo expresa Rancière: “la ficción es una estructura de racionalidad”. El relato tiene un atractor en la vida misma. Un relato debe parecer real. Ese es su mimetismo y su modelo. El relato fue una forma de conocimiento mítico que en la catástrofe racional-abstracta se convirtió en arte. La coherencia del argumento no es la única regla del relato. Existen muchas otras de carácter formal que es lo que se enseña en los talleres de escritura.
Pero en todo esto subyace una contradicción. ¿Si la palabra se desarrolla con la inteligencia, cómo es posible que sea previa al sentido? “En el principio era el verbo y el verbo estaba en Dios y el verbo era Dios”. Efectivamente la palabra es previa al sentido. El parloteo de la madre con su bebé, la canción de cuna, la onomatopeya emotiva. El lenguaje se origina como nexo social y no como vehículo del sentido. La humanidad nace social y el lenguaje es un remedo de las pautas de despiojamiento, acicalamiento o acariciamiento. Su misión es unir al colectivo. Solo posteriormente el lenguaje se convertirá en vehículo privilegiado de sentido e información. Esa ruptura de simetría, esa caída en lo necesario se manifiesta de manera palmaria en esas reglas nemotécnicas (por supuesto rimadas) con las que facilitábamos la memorización de pasajes especialmente difíciles de cualquier materia docente en la infancia. Esa consecuencia añadida de la facilitación de la memorización la volveremos a encontrar en otros artes. La caracterización que hemos hecho de espacial y temporal podría haber sido, también, sincrónico y diacrónico o vertical y horizontal. En este último caso el sentido representaría la profundidad. No quiero, con ello, afirmar que son precisamente tres las posibilidades de ruptura de simetría. Como en la naturaleza otras dimensiones podrían estar enrolladas e invisibles a nuestra percepción. Por otra parte, y como luego veremos, los atractores se multiplicarán en el desarrollo evolutivo de las artes hasta constituir una pléyade. La peculiaridad de estos primeros es que se desarrollan previamente a la aparición de la inteligencia simbólica, coexistiendo con la inteligencia imaginaria.
En gastronomía (el arte de los sabores) la ruptura de simetría se produce en favor del sabor dulce, amargo, ácido y umami (sabroso). Cada receptor del sabor es afín a los sabores que lo excitan y ante los que reacciona. Pero esta ruptura es de origen instintivo. La necesidad de comer debió arrinconar cualquier veleidad sobre sabores preferidos. Cualquier sabor era bueno para sobrevivir. O dicho de otra manera sobrevivir ere el sabor preferido. Esta dependencia tan estricta de la supervivencia dilató la aparición de la gastronomía como arte hasta tiempos muy cercanos. De hecho la gastronomía entró en una muestra de arte (la Documenta de Kassel) en el año 2007.
En perfumística, los olores que rompen la simetria son las feromonas, pero también son de origen instintivo. El olfato, en el homínido, estaba desligado de la supervivencia por lo que podría haber generado un arte pero en este campo no existe ruptura de simetría en favor de ningún olor en particular, que no esté culturalmente determinado. Los olores pueden ser irritantes, asfixiantes, amables, pero indistintos desde un punto de vista volitivo. Profundamente dependientes de la cultura los olores se distinguen por decisiones culturales. La mímesis es tremenda (florales, evocativos).
El resto de las artes (teatro, danza, etc.) es posible que tengan sus propios atractores y es posible que, simplemente, se hayan desarrollado por su propias concomitancias con las otras artes. En ningún arte el orden natural es la belleza o la mímesis figurativa.
El desgarrado. Julio 2023.