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» 19-05-2023 |
La filosofía ha nacido con la ciudad. “Soy un hombre de la ciudad y el problema del tiempo y de la inserción de ese tiempo en un lugar dado se plantea en la misma. La ciudad de dios, de San Agustín, es en cierto modo un libro de urbanismo. No es un libro de urbanismo sagrado, sino un libro de urbanismo, simplemente. No hay política sin ciudad, no en vano, en griego, polis es ciudad. No hay realidad de la historia sin la historia de la ciudad. La ciudad es la mayor forma política de la historia” (Virilio 1997, 41). El trabajo de Virilio no es solo sobre el discurso sino también sobre el trayecto. La ciudad es el lugar de los trayectos y de la trayectividad. Es el lugar de la proximidad de los hombres, de la organización del contacto. La ciudad es la organización de los trayectos… es decir, la naturaleza de la proximidad que une a los seres humanos entre ellos, es la ciudad.
“Toda la historia ha sido una urbanización del espacio real del burgo, de la ciudad, de la capital, de la metrópolis y, hoy en día, de la megalópolis” (Virilio 1997, 42). “Yo soy un hombre de la forma ciudad, un formalista, porque ante todo soy urbanista. Se ha criticado mucho el urbanismo como formalismo, porque daba forma a las ciudades. Se plantean dos cuestiones: primero ¿existirá una ciber-cittá después de la cine-cittá y la tele-cittá? Si la respuesta es no… ¿asunto concluido? Segunda: ¿existirá todavía una forma posible cuando se pierda el lugar?” “Virilio 1997, 43). “La cuestión del próximo y del alejado, es la cuestión de la ciudad. El próximo es aquel que está a mi lado y con el cual formo la ciudad y defiendo el derecho de la misma. Los que están fuera de la ciudad son efectivamente extranjeros, enemigos y, hoy en día, la cuestión de la pérdida se vuelve a plantear” (Virilio 1997, 44). “Más allá de eso, de la TV y su decorado, la ciudad es la que bascula en lo virtual y, con ella, los individuos que se preparan a vivir en ella. La ciudad ha sido siempre un dispositivo teatral… ha sido simplemente, un espacio público. Ahora bien, hoy en día el dispositivo “tele” reemplaza al espacio público por la imagen pública y ésta última está descentrada de la ciudad. La imagen pública no está en la ciudad, o en la tele-cittá, ciudad virtual ya, en la que pretende convivir, los que miran juntos el informativo televisivo. Creo que lo que se cuestiona tras el problema del espacio virtual es la pérdida de la ciudad real, y la ciudad real es, para mí, el lugar del cuerpo social, el lugar de la gente que la habita” (Virilio 1997, 47)
La ciudad ejerce gran atracción sobre la gente a nivel mundial, convirtiéndolas en una ciudad de ciudades: la ciudad de las telecomunicaciones, la ciudad de Internet. “Esto quiere decir que se prepara un nuevo centro. Estamos asistiendo a un fenómeno de migración de las ciudades medianas a ciudades globales: las megalópolis, las ciudades-centro (del mundo). Las ciudades medianas se asocian para… combatir a las ciudades-centro… este fenómeno de metropolización ya existe en el tercer mundo. Paralelamente a esta metropolización aparece un hipercentro, una metaciudad, una ciudad virtual que existe gracias a la urbanización de las telecomunicaciones y que se está gestando en las autopistas electrónicas. Existe, pues, un primer momento de metropolización de las ciudades-mundo y un segundo movimiento de creación de un hipercentro mundial, de una ciudad virtual que convertiría las global-cities en barrios y todas las demás ciudades en suburbios abandonados a su suerte, como ocurre hoy en los barrios periféricos de París” (Virilio 1997, 73). Ahora bien, la invención de una perspectiva del tiempo real y de una óptica electromagnética ondulatoria precisa la comprensión de lo que será la ciudad de esta visión del mundo-allá: ciudad virtual, hipercentro, etc.
Existen dos leyes en el urbanismo (Virilio): la primera es la persistencia del sitio. Una ciudad no se construye jamás afuera. La segunda es que contra más se extiende el lugar de habitación, más se deshace la unidad de población (singularmente la familia que evoluciona de la familia extendida a la familia monoparental e individual). La oposición campo-ciudad ha conformado el SXIX, y la oposición centro ciudad-suburbio ha conformado el SXX. Estamos (exceptuando la burguesía) en una cultura de la ciudad con relación al suburbio. La oposición que se prepara para el SXXI es la oposición sedentario-nómada. Sedentarizados por un empleo, un lugar de inscripción o un alojamiento. Nómadas, los que no están ubicados o cambian de un empleo a otro, siempre precario. Y este fenómeno ocurrirá en toda Europa.
Pero no solo habla Virilio de la ciudad, también lo hace de la arquitectura. La cuestión de la domótica (tecnología del habitar) está unida a la del espacio habitado, de la morada y de su relación con el cuerpo del habitante. Ya Le Corbusier, con su “modulor” estableció una escala de medidas aplicada a la arquitectura basada en el cuerpo humano. El cuerpo del hombre es la referencia de su hábitat. La dimensión ergonómica del cuerpo debe ser tomada en cuenta, en el hábitat. La esencia de las nuevas tecnologías es el telemando. En la domótica nos encontramos que el mando a distancia se ha apoderado del control de la vivienda. Los usuarios se han convertido en minusválidos y el telemando remite al cuerpo de un disminuido físico. Pero también la pantalla de vigilancia tiende a reemplaza a la ventana. Informarse del tiempo que hace ya no es función de mirar por la ventana sino de conectar el televisor. Pero lo más insólito es el vestíbulo virtual, una habitación virtual en la que se recibe a los visitantes, recreados mediante el traje de datos y el visiocasco. “La domótica, la inmótica -el inmueble domotizado- conducen, no solo a la desaparición de la ciudad, sino a la desaparición de la arquitectura, en tanto que elemento estructural de la relación con los demás” (Virilio 1997, 69).
“La arquitectura le parece la primera medida de la tierra, no sirve para alojar o proteger al hombre de la intemperie, ese cometido lo cumplían las cavernas perfectamente. Así pues habitamos un espacio con proporciones que dan un sentido tanto a la escala del barrio, como a la del mundo. Las proporciones a las que uno se adapta en una casa, son el comienzo de la relación con el mundo. Y la calidad de un paisaje está ligada a la calidad de la arquitectura que habitamos. La morada es el indicador de las proporciones y, por tanto, de mi relación con el mundo. ¿Por qué surge el conflicto de los suburbios? Porque no son un paisaje. La palabra paisaje proviene de la pintura, es ante todo, la puesta en práctica de una estética. “El paisaje es un estado del alma” (Amiel). No es simplemente un problema de organización de la perspectiva. Se trata también de lo que ocurre ahí (paisaje de acontecimientos). Es la inversión de una población que vive el paisaje. El concepto “paisaje de acontecimientos” proviene de una visión teológica (Dios trabaja con un paisaje de hechos). Los hechos de la historia (grandes acontecimientos) son equivalentes a los elementos del paisaje (bosque, árboles…). El conflicto en los suburbios surge porque no constituyen un paisaje. No hay inversión de la población. Si existe un estado del alma es monstruoso, un infierno. Existe todo el confort pero no se da ese estado del alma, sino el carácter infernal de un lugar abandonado por todos.
Y hasta aquí el pensamiento arquitectónico-urbanístico de Virilio expuesto en el libro citado En la próxima entrega lo sistematizaremos (el libro es una entrevista) y lo aclararemos, sin excluir el añadir otras citas de otros libros del autor.
El desgarrado Mayo 2023.