» 30-06-2023 |
El pensamiento geométrico 27-9. Urbanismo 16-9. Paul Virilio. La ciudad y la guerra en la historia.
A lo largo de su libro “Velocidad y política”. La Marca 2006 (1997) Virilio destaca -a modo de flashes- diversos momentos históricos en los que se producen los grandes cambios que conforman la ciudad y la guerra. En cada caso estos momentos son explicativos del tema del capítulo en el que se hallan (Calle, ruta, velocidad, guerra práctica, cuerpos incapaces, vehículos metabólicos, seguridad consumida, etc.), pero suponen un desarrollo coherente histórico de la evolución de la guerra, los inventos técnicos, y la ciudad. La antigüedad, la Grecia de Licurgo, la Edad Media europea, la revolución francesa, el SXIX y el SXX (la disuasión nuclear). La entrega es larga pero es muy descriptiva lo que siempre es más fácil de leer.
Pero para entender este desarrollo histórico, diacrónico, evolutivo, debemos investigar un poco en la metafísica ontológica (del ser estático). La metafísica ontológica es una metafísica centrada en el ser (la sustancia) como categoría aristotélica fundamental; cualquier otra categoría; cualidad, cantidad, espacio, tiempo, posición, relación, acción, pasión, etc. es accesoria. Esta metafísica, para la que el cambio, el devenir, es circunstancial y para el que Aristóteles deberá “inventar” un cambio inherente al ser, se construye en torno a la construcción/destrucción. Como sabemos la metafísica se centra en pares de oposiciones sobre las que se asientan los principios aristotélicos; identidad, no contradicción y tercio excluso y que, básicamente (pero no exactamente), oponen a un extremo con su contrario, con su negación. El par construcción/destrucción define no solo la metafísica ontológica sino el antropocentrismo (La existencia de un solo género cuya negación da lugar al otro… como nos dice el sicoanálisis: la mujer es un hombre capado). El niño despanzurra sus juguetes para saber cómo son, como funcionan, mientras la niña conserva (cuida) los suyos. El hombre destruye para luego construir, la mujer conserva y cuida, cultiva, mima, para alargar la vida útil de las cosas. Es la oposición análisis/síntesis que caracteriza ambos géneros. La dialéctica construcción/destrucción es la de la guerra; se construyen defensas que el asalto trata de destruir, La guerra es constitutiva del ser humano masculino y por tanto, de la metafísica ontológica. La guerra no es una disfunción de la paz (estable, sustancial), sino la estructura metafísica del ser humano masculino (y por imposición) femenino.
La historia de la guerra es la de la fortaleza y el estado de asalto (la agresión) o de sitio (la inmovilización, inanición). La agresión se opera con las armas que multiplican el poder muscular (destructor) del guerrero: mazas, espadas (armas presenciales) y, lanzas, hondas, flechas, catapultas (armas a distancia). La pólvora significa un cambio sustancial pues inutiliza la posibilidad de la esquiva, dada su gran velocidad, cambiando el concepto de asalto. Tras los explosivos moleculares se perfeccionan los explosivos nucleares que darán origen a la guerra de disuasión. Frente a estas armas de ataque se dispusieron (construyeron) estructuras de defensa: escudos, blindajes, emplazamientos naturales adecuados (ríos, desiertos, colinas…) murallas, fortalezas, torres de vigía, castillos, fortalezas, plazas fuertes, etc. hasta el punto que la arquitectura es la arquitectura de la guerra. Pero hasta que la guerra no se extendió al mar el asalto seguía siendo la solución final. Para ello se crearon los carros de asalto (velocidad, blindaje y potencia de fuego), desde las cuadrigas a los tanques. La movilidad y la velocidad (dromología) siempre fueron elementos esenciales del asalto dando lugar a la guerra del tiempo (resistir) y desbordando la guerra del espacio (invadir). Con las armas nucleares, los escudos, la distancia (posiciones avanzadas) y la contra-guerra (destruir los vectores/misiles de destrucción) desaparecen ante alcances, potencia de destrucción y velocidad de reacción impensables hace poco tiempo. La principal baza de estas armas es la disuasión (el miedo a la respuesta destructiva definitiva), aunque no han disuadido a los contendientes de la carrera armamentística.
Este desarrollo paralelo de las armas y de las defensas han hecho evolucionar la guerra a distintas concepciones: popular, total, absoluta, económica, del tiempo, disuasoria, etc. La arquitectura nace como estructura defensiva. El cobijo, la vivienda familiar, el arte o el boato, no son suficientes para sostener algo tan complejo. Las arquitecturas son estructuras de defensa, desde la muralla a la plaza fuerte. Contra los elementos pero fundamentalmente contra los otros. Las ciudades nacen para defender los excedentes de los depradadores. Sin la guerra (interior o civil y exterior o inter-nacional) la arquitectura no habría pasado de la tienda de los nómadas, de los abrigos y los cobijos. Son las murallas (naturales o artificiales) las que originan las ciudades y por tanto, la arquitectura. Las armas a distancia, el estado de sitio (bloqueo), los explosivos moleculares y los nucleares generan en su oposición: la muralla, la fortaleza, la plaza fuerte, la guerra en el mar (fleet & being), la guerra económica, la guerra de desgaste, la guerra práctica (que acabará con los estados mayores) estructuras que resisten a la agresión con el estatismo y la duración de los materiales.
1. La antigüedad. “La arquitectura le parece a Virilio la primera medida de la tierra, pero no sirve para alojar o proteger al hombre de la intemperie; ese cometido lo cumplían las cavernas perfectamente. Sirve para proteger a los hombres de otros hombres. Así pues habitamos un espacio con proporciones que dan un sentido tanto a la escala del barrio, como a la del mundo. Las proporciones a las que uno se adapta en una casa, son el comienzo de la relación con el mundo. Y la calidad de un paisaje está ligada a la calidad de la arquitectura que habitamos. La morada es el indicador de las proporciones y, por tanto, de mi relación con el mundo. (Paul Virilio, “El cibemundo la política de lo peor” La cátedra 1997). La ciudad nace segregada, y no por casualidad. Se valora, monetaria y socialmente, el “domicilio fijo; se implanta la especulación en bienes raíces en cuanto venta y tráfico de lo inmóvil(iario); se concede el derecho a residir detrás de la muralla, derecho a la seguridad y a la conservación en medio de la peligrosa migración de un mundo de peregrinos, de parroquianos, de soldados, de exiliados, que se desplazan por millones. (Paul Virilio, “Velocidad y política”, La marca, 2006), excluidos del derecho al espacio, a la vivienda individual, a la hospitalidad divina.
El primer asesino de hombres (vale decir guerrero) fue Cain el agricultor, y el origen del crimen fue el arriendo de la tierra. Dios no apreciaba el pago que Cain le daba por el arriendo de la tierra mientras se complacía con las ofrendas de Abel, el cazador. Cain fue expulsado de cultivo de la tierra (sobre la que había caído la sangre de su hermano) y su destinó fue el de fundar ciudades en las que refugiarse (plebeyo), ante la negativa de la tierra a alimentarlo. Cain el nómada se vio obligado a saquear y a matar para vivir y así fundó la guerra… como consecuencia del arriendo de la tierra. Urbanismo y guerra quedarán así, ineluctablemente unidas.
2. Atenas y Esparta. Ciudades estado enfrentadas adoptan dos estrategias opuestas para vencer: la guerra económica y la paz armada. Mientras Atenas invade el mercado con monedas desestabilizantes, mira hacia el mar y renuncia al mantenimiento de un ejército en guardia permanente, centrándose en la guerra interior, Esparta con Licurgo se desentiende del mar, mantiene un ejército permanente haciendo de la preparación de la beligerancia su política interior y desprecia las monedas de metales preciosos. Su austeridad llega a invalidar su potencia militar permanente y pese a ganar el combate final de las Guerras Púnicas cae en la anomía (la descomposición social) y resulta, en definitiva la gran perdedora. Las victorias pueden resultar pírricas. La lección que se extrae de este enfrentamiento quedará como ejemplo de estrategia para Europa y el mundo.
3. La Edad Media europea. La caída del imperio romano de Occidente (475) se produce por la invasión de diversas hordas centro-europeas (Suevos y Vándalos) de las que la más importante son los Godos. Los godos en España -tras diversas guerras con hispanorromanos y Suevos se asientan el 490. La sociedad que establecen se trata de “una sociedad prefeudal o de transición al feudalismo, por concurrir en la misma una serie de características que serían propias de etapas posteriores de la Edad Media y que la diferencian de la Hispania romana. En primer lugar, se produce una paulatina ruralización social, abandonándose las grandes ciudades en algunos puntos y creándose en torno a las villas romanas núcleos de población más reducidos. Por otro lado, se tiende al autoconsumo y se desarrollan lazos de dependencia personal que anticipan el feudalismo. Así, de los reyes dependían como clientes los gardingos. Los nobles, a su vez, tenían a los bucelarios. Y de los grandes propietarios de la tierra dependían los colonos”, o por lo menos así lo ve la Wikipedia.
Para Virilio esta etapa prefeudal tiene características especiales. La primera es el inicio de la comunalización de los burgos en los que una incipiente sociedad burguesa de artesanos tratan de lograr el poder frente a oligarcas tenedores de tierras (la nobleza), y la monarquía. Su avance es imparable e irán consiguiendo privilegios para sus ciudades, que contrastan con la generalizada ruralización del territorio. Los nobles godos son caballeros (literalmente) que prefieren el trayecto al asentamiento, desprecian la propiedad de la tierra (que ceden a los autóctonos) frente a la dominación, el control de la dimensión. En esta época se produce “el alto y la división” es decir el asentamiento en el marco rural y la estrategia de dividir a los hispano-romanos con tal de dominarlos. No les interesa el cultivo de la tierra que ceden a los colonos a los que proporcionan protección armada, según la fórmula de extorsión que ya había creado los cazadores-saqueadores en el Neolítico. Su invasión no es extensiva (en el sentido de roturar todo el territorio) sino intensiva, dejando amplios espacios sin ocupar.
Paralelamente se produce el fenómeno de la proletarización militar, es decir la lucha de los soldados por obtener salario, ventajas y alojamiento. Un 16% de la población son nómadas que recorren el territorio en busca de un enganche al servicio de un señor. Solo los nobles saqueadores y la incipiente burguesía rural (que empieza a dominar al proletariado productivo o civil) es capaz de afrontar los gastos que supone la contratación de estos mercenarios. Desde luego la monarquía dista mucho de poder afrontarlo. En una auténtica reivindicación laboral, los mercenarios (por vocación o por necesidad) comienzan a ser reconocidos y respetados (al fin y al cabo tienen las armas). Europa es recorrida por estos foráneos en perpetuo peregrinar en busca de un enganche hasta el final de la guerra de los cien años (1553) en que desaparecen. El film “Paseo por el amor y la muerte”, 1969, de Huston, lo retrata admirablemente. El monacato militar (la religión armada, los guerreros de Cristo), las órdenes militares, como el Temple, se encargan -por caridad- del alojamiento de estos parias que comparten espacio con enfermos, locos y hospicianos. (“Historia de la locura” Foucault, 1961). La idealización de estos soldados nómadas por una Europa devastada por la guerra cuajará en los libros de caballerías en los que un noble guerrero, amadrinado por una hermosa y virtuosa dama, recorre Europa luchando por la justicia y protegiendo a los desfavorecidos (antes o después de haber luchado en las cruzadas por la liberación de la Tierra Santa). O donde un rey justo y generoso, reúne entorno a sí a un puñado de nobles paladines alrededor de una mesa redonda (a-jerárquica) y funda las monarquías absolutas. ¡Así se escribe la historia! Cervantes acabará con el cuento y fundará la literatura moderna.
A partir de 1077 las libertades urbanas van a extenderse poco a poco a todas las ciudades comerciales. Es la revolución comunal instada por el poder burgués, asimilable a una “guerra de liberación nacional” que enfrenta sobre el terreno a una población autóctona con un ocupante militar que viene de centro-europa (del Este). La garantía de las libertades gira en torno a la reorganización del antiguo emplazamiento galo-romano según la fórmula de las fortalezas (construcciones inexpugnables por los medios en uso). A mediados del SXIV -en los inicios de la guerra de los cien años (1337) se empieza en Europa a fabricar la pólvora que cambiará radicalmente el arte de la guerra. Deja de ser posible oponer al asalto, la solidez y duración de las fortalezas, que pueden ser destruidas por la artillería, (y no solo ser tomadas al asalto) aunque la dialéctica del estado de sitio y la plaza fuerte todavía durará, hasta la aparición de las armas nucleares (la guerra fría o de disuasión). Pronto se producirá la alianza entre burgueses y militares (constructores y destructores, implosivos y explosivos, movimiento y fuego) dando lugar al proletariado productivo (burgués) y el proletariado destructor (militar). La cuestión militar (rodeada por un halo caballeresco) quedará excluido de la relación social como una incógnita jamás despejada y sin embargo, impulsora de todas las revoluciones que en la historia han sido.
4. La revolución francesa de 1789 siempre se ha entendido como la rebelión del pueblo contra la monarquía absoluta. Sin embargo los “sans culottes” son tropas de asalto en todo similares a las que -en el ascenso del nazismo- constituyeron las SA (La Sección de Asalto, el ejército pardo), hasta el punto, que una vez desarrollado su cometido revolucionario, fueron desarticuladas y sus jefes ejecutados en ambos casos. Fue la revolución de la burguesía (y el ejército) contra la monarquía absoluta. No en vano cinco años después se produce la movilización general de la población, raptada socialmente para le guerra. El ganador de la revolución es Napoleón, un general militar al que sus socios burgueses no tardarán en derrocar. La revolución industrial (la explotación del proletariado productivo por la burguesía) se había iniciado 50 años antes, en Inglaterra, dando lugar a una burguesía rica y poderosa: los capitalistas. También se había originado la guerra industrial, guerra de desgaste, de consumo (de hombres y de material bélico) y desaparición (de hombres y de lugares). Las consideraciones del Estado Mayor dan paso a la evaluación económica de armas y contingentes en una modernización militar sin precedentes.
La guerra clásica (prusiana) trataba de una coerción territorial histórica que se centraba en un belicismo sangriento y breve en el que se trataba de deshacer al enemigo. “Guerra terrestre de penetración rápida con batallas decisivas y cortas” (Virilio, 2006, 53). Napoleon ya ha comprendido que “la violencia puede reducirse solo al movimiento” (Virilio 2006, 44). También se ha extendido la guerra popular (por la supervivencia). Se inicia aquí la guerra total, ubicua (singularmente en el mar pero que con la invención de los carros de asalto se extenderá al territorio “acondicionado”). Sobre la accidentada orografía europea es imposible evitar el enfrentamiento directo, pero en el mar (la explanada marítima) bastaba con que estando presente permaneciera fuera del alcance del enemigo (Fleet & being) la armada podía eludir casi indefinidamente la batalla. La universalización (la guerra ubicua) de la guerra consistirá en “el acondidionamiento del territorio” mediante los carros de asalto. También la guerra absoluta, en todas partes y contra todos, sin limitaciones en el uso de la violencia (la destrucción definitiva del honor, la identidad y el alma del enemigo) pero limitada exclusivamente a la zona militar. Guerra externa. La guerra sin cuartel y sin piedad en la que todo es frente y la completa destrucción del enemigo, es el fin próximo de la campaña (Clausewitz). El SXIX verá el desarrollo de todas estas clases de guerras a la espera de la guerra nuclear a mediados del SXX. El tiempo de recarga de las armas de fuego determina el tiempo del avance de las tropas de asalto apareciendo la guerra del tiempo. Paralelamente el territorio, el espacio (antaño objeto primordial de la guerra) va perdiendo importancia.
5. El SXIX. El marxismo. A mediados del SXIX la revolución industrial llevaba un siglo de historia. El capitalismo se había consolidado de la mano de la alianza de la burguesía y la clase militar. Tanto el proletariado productivo (civil) como el destructivo (militar) se habían consolidado en su alienación: “categoría de cuerpos totalmente domesticados, clase prolífica y a la vez traccionadora de artefactos, presencia fantasmática en el relato histórico de una población flotante ligada con la satisfacción de las exigencias de la logística (Virilio 2006, 74). Domesticada, autorreproductora, vehículos metabólicos robotizados por la prótesis técnica, flotante, y ligada a la logística. Las reivindicaciones salariales y sociales de los proletarios civiles siguen la pauta de las militares de siglos anteriores. Se consolida la lucha de clases y la burguesía pasa de conservadora a liberal (la guerra libre, la economía libre). La guerra evoluciona a la guerra industrial (de cálculo de daños de la destrucción y el consumo, en la que el inventario se superpone a las directrices del Estado Mayor) -y su necesidad insaciable de mano de obra-; la guerra de desgaste (absoluta, pero exterior); la guerra práctica (lo que hace cómoda la guerra, de un uso más fácil, lo que le impide zozobrar en sus propias imposibilidades). La nueva clase militar del cálculo y la medida se consolida. El uso masivo de mano de obra para acondicionar el territorio desvela la existencia de la estructura del campo de batalla.
6. El SXX es el tiempo de la guerra total y absoluta (mundial). Los carros blindados aparecen en 1915, cortando el auge de las armas de repetición. La artillería barre la zona de asalto mediante el uso masivo de proyectiles. Se diseñan y construyen armas químicas y biológicas y los aviones inician su andadura como vectores de información (la destrucción vendrá luego). Las estructuras defensivas se colosalizan (Los búnqueres, La línea Maginot). La técnicas de tierra quemada se consolida. En 1932 la población china de Shangai fue la primera que sufrió por parte de los japoneses ataque aéreos masivos que apuntaban a la destrucción total de los centros urbanos (Virilio 2006, 52). Las trincheras estabilizan los frentes y las batallas llegan a durar un año (Verdun) entre ejércitos inmovilizados.
Pero el inmenso poder destructor (además del incremento exponencial de las bajas civiles sobre las militares) conduce a la guerra económica en la que la destrucción es más importante que la victoria en la batalla. “La inteligencia dromocrática (del imperio del movimiento) no se ejerce contra un adversario militar más o menos determinado, se ejercita como un asalto permanente al mundo y a través de él como un asalto a la naturaleza del hombre; la desaparición de la fauna y la flora; la supresión de las economías naturales… estrategias de inanición” (Virilio 2006, 63) La guerra se retroalimenta, se autorrecicla en un proceso económico de destrucción/construcción que involucra a los proletarios civiles y militares y en un proceso capitalista en el que los destructores/reconstructores se enriquecen y los destruidos, reconstruidos se arruinan… más allá de ganar o perder… El juicio de Nuremberg (pero antes el Tratado de Versalles) institucionalizará este proceso de criminalización del vencido y único responsable de las pérdidas económicas.
Las estrategias de inanición siempre habían existido: estado de sitio, bloqueo, food power, pero ahora se convierten en prioritarias. La estrategia extensiva (la invasión del territorio) cede terreno frente a la intensiva (el poder sobre la economía, la política, la responsabilidad jurídica, etc. en una palabra la influencia de modos ajenos de vida). El ejemplo de Atenas en las guerras púnica cobra todo su sentido. “El objetivo esencial de todo sistema social debe ser organizar la institución militar como las demás” (Aristóteles) (Virilio 2006, 65). Pero el punto de no retorno de las estrategias militares se produce al final de la segunda guerra mundial con el uso de las armas nucleares. Las armas nucleares lo cambian todo y no solo por la efectividad de su uso sino por la amenaza del mismo: la disuasión. Pero el miedo a la destrucción nuclear no afecta a la carrera armamentística que sigue imparable tras el final (?) de la guerra fría. Carrera que no solo aumenta el poder, la precisión, la deslocalización, el alcance de las nuevas armas sino que disminuye el tiempo de respuesta hasta hacerlo inhumano. Por debajo del minuto (actualmente la guerra de las galaxias está en dos minutos) el comandante en jefe de los ejércitos ya no tendrá tiempo de evaluar y tomar la decisión, por lo que deberá delegarla en una máquina, previsiblemente de IA. La destrucción nuclear del planeta se producirá entre máquinas. La guerra del tiempo nos conducirá a la guerra de las máquinas (en cuanto decisoras), como en las peores películas de ciencia-ficción.
La guerra en Ucrania nos ha mostrado todo esto hasta la saciedad. La guerra económica: embargos de gas, petróleo, grano; la guerra anti-ciudad (total); las matanzas masivas de civiles en una continuación del pago por vivir en la tierra, de la extorsión para la protección y la seguridad; la amenaza nuclear; la guerra ecológica contra la flora y la fauna y el medio ambiente en general. Paro también el ascenso del fascismo, de los impuestos para pagar la guerra (llámese inflación o bloqueo) y el nuevo armamento, la deuda que algún día deberemos pagar para destruir todo el arsenal nuclear (¡Ójala!) y el aumento continuo de la inseguridad del que tantos réditos obtienen los gobiernos, el creciente e imparable ascenso de la militarización de la sociedad convertido en garante de nuestra seguridad e incluso de nuestro confort.
El desgarrado. Junio 2023.