» 25-07-2023 |
Uno de los conceptos más fructíferos en Virilio es el de accidente original. El accidente original hace referencia a un accidente primigenio que en su esencia destructora es, sin embargo, productor. En el accidente original se produce la sustancia. (Virilio, 2009, 112). Estamos en la inversión del proceso habitual en el que la sustancia produce el accidente. El más conocido es el Big Bang “singularidad” en la que se origina el universo. No es el único: la mitologia produce la divinidad, la destrucción del átomo (fisión) produce la energía, el estado de guerra produce la sociedad, y la destrucción del paisaje produce la ciudad. “No hay adquisición sin pérdida” es la idea más repetida por Virilio en sus libros, sobre todo en relación al progreso técnico y científico que junto a sus innegables luces ha producido multitud de sombras. Me ceñiré ahora al paisaje dado que origina la ciudad y define la metafísica específica en la que la arquitectura es posible.
La primera destrucción del paisaje natural producida por el hombre es la agricultura. Hace 11.000 años el hombre neolítico se sedentariza, cesa en su migrar constante y abre la puerta a una arquitectura estable (excepto en el caso de la arquitectura de la divinidad (Gobeki Tepe), la del “paraiso” (el lugar idílico con todos los recursos en el que el establecimiento es evidente), y la del transporte trashumante, que ya podían haber originado pequeñas estructuras duraderas. Es el final de un camino ancestral que tan bien “explica” (metafóricamente) la Biblia en la huida de Egipto del pueblo elegido. Nos encontramos en una etapa pre-mítica en la que el pensamiento “salvaje” (Leví Strauss) predomina, Una cultura tribal en la que el parentesco es el aglutinador del grupo, pero en el que la guerra (el tumulto) ya hace acto de presencia. La agricultura y la ganadería se complementan con la caza y la recogida de frutos naturales (recolección), pero con un constante aumento de las primeras. La relación del ser humano con la naturaleza es de temor reverencial, de pertenencia y de respeto: no hay diferencias acusadas entre los seres humanos y la naturaleza. Estas relaciones se definen por la ecología (de oikos: hogar o lugar donde vivir en griego): la naturaleza es el primer hogar del ser humano y con el que mantiene una relación de colaboración. Por ello, hasta este momento, las cuevas habían sido su cobijo natural. La destrucción de la naturaleza supondrá la construcción de la arquitectura y de una nueva alianza con ella.
Distingue Virilio tres tipos de naturaleza, en cuanto hogar del ser humano: el medio, el terreno y el territorio. El terreno es una porción acotada (individualizada) de naturaleza, espacio limitado estático y físico; el territorio es ya “una emancipación del terreno por los medios de transporte o comunicación”, espacio vertebrado, físico y móvil y “el medio es (meta)físico: más allá de lo físico y por tanto abstracto (trascendente)” (Virilio 1997, 107). En una enigmática frase Virilio dice: “El paisaje es el más allá del medio ambiente, pero al mismo tiempo es como una venda sobre una pierna de madera” (Virilio 1997, 107). Respecto a la primera parte podemos inferir que el paisaje es la metafísica del medio ambiente, lo que trasciende al entorno físico; respecto a la segunda el paisaje es el objeto de todos sus cuidados… aunque no los necesita. El ser humano se erige en defensor y garante del paisaje (el más allá del medio ambiente) aún cuando la naturaleza es autónoma y no necesita de sus cuidados. A no ser que la agricultura (y la arquitectura) sea la manera de cuidar la tierra para que ofrezca sus frutos a los seres humanos. Es decir, estamos ante una simbiosis: el ser humano cuida la naturaleza (la cultiva, le hace ofrendas) y ésta le resarce con sus frutos. Este modo de copresencia o simbiosis se mantendrá durante milenios (y lo sigue haciendo en algunas culturas “primitivas”) hasta la aparición del progreso técnico de la mano de la revolución (industrial) del transporte.
Pero en el panteismo que caracteriza esta época el ser humano y el paisaje no son separables. El paisaje es el paisaje + el ser humano: el paisaje de acontecimientos. En la actualidad: “Hay que reintroducir al hombre, a los acontecimientos en el paisaje” (Virilio 1997, 107). En el escenario rural existen más paisajes que acontecimientos. En el escenario urbano, al contrario, existen más acontecimientos que paisajes. Ocurren (acontecen) muchas más cosas entre los hombres en una ciudad que en el campo. Se trata de “… concebir el espacio como un escenario para los hombres y no simplemente como un objeto de contemplación, más o menos nostálgico. Hay que reinventar una dramaturgia del paisaje” (Virilio 1997, 108). Recordemos que para Virilio, drama es lo que ocurre entre seres vivos. No es la tragedia. Dramaturgia se opone a taumaturgia (la ejecución de milagros o la intención de hacerlos). “El dramaturgo no está contra los hechos aunque desea mostrar su drama, desea mostrar que algo se pierde” (Virilio 1997, 55)… como es el caso en el progreso técnico. “Hay que reinventar una escenografía del paisaje con actores y no simplemente con espectadores. El paisaje rural que hemos perdido era un paisaje de vivencias surgido del inicio del cultivo por los hombres. de la vid, del trigo, etc. la historia de los campos es una historia mucho más importante que la de la ciudad pero lo hemos olvidado. (Virilio 1997, 108). El paisaje de acontecimientos es ya un paisaje abstracto.
Hoy nos encontramos ante el abandono de los campos de cultivo, de la agricultura, lo que supone por una parte la recuperación de la naturaleza primigenia pero por otra parte el abandono de ese jardín cultivado que ha sido Europa durante milenios, en el que el agricultor nunca ha faltado, creador de ese paisaje rural, de vivencias, que es la historia de los cultivos. Todo ello debido a la industrialización del campo con la mecanización, los cultivos intensivos, las semillas seleccionadas y transgénicas, los sistemas hidropónicos de riego y el abandono de los seres humanos en dirección hacia el paisaje urbano. Ello supone un drama (en nuestro caso: la España vaciada) que hay que corregir aunque, probablemente nos contentaremos con maquillar. La atracción actual por el paisaje corresponde a la nostalgia por la pérdida de “la extraordinaria jardinería de la dulce Francia de los campesinos” (Virilio 1997, 107).
Existen diversas acepciones del paisaje: 1) estética: proveniente de la pintura y la representación en un lienzo. La puesta en práctica de una estética. 2) sico-sociológica: estado del alma, vivencia, 3) técnica: organización de la perspectiva, 4) metafísica: más allá del medio ambiente. En definitiva es una inversión (de lo técnico y lo estético a lo sico-sociológico) de una población que vive el paisaje como una relación. Para entender esta “inversión” hemos de tener en cuenta lo siguiente: 1) el ser vivo es un ser en el tiempo, un estar; 2) El ser sustancial es un ser en el espacio, una esencia; 3) la inversión es el paso del ser vivo, al ser sustancia; 4) el paisaje es el medio ambiente en el tiempo. Y añade Virilio: No soy ni panteísta ni naturalista, salvo para un paisaje de acontecimientos, es decir, no pretende la (con)fusión del ser humano con la naturaleza o con Dios ni la preponderancia de la naturaleza sobre las cosas. El término “paisaje de acontecimientos” procede de una visión teológica. Para Dios la historia es un paisaje de hechos (una metáfora), los acontecimientos de la historia son los elementos del paisaje. “Es una imagen del paisaje de la acción que tiene lugar en alguna parte y que es necesario reencontrar” (Virilio 1997, 109).
Y apostilla “ De otro modo, no resolveremos lo que ocurre en los suburbios” (Virilio 1997, 109). ¿Por que? “Porque no son un paisaje, no hay inversión… si existe un estado del alma es un infierno monstruoso. Existe todo el confort que se puede desear, pero no se da ese estado del alma sino el carácter infernal de un lugar abandonado por todos” (Virilio 1997, 109). Es un espacio (organización de la perspectiva, sin tiempo (historia), sin estado del alma o vivencia (o en caso de existir: monstruosa). En pocas palabras: el suburbio es un no-paisaje, no-tiempo, no inversión, no estado del alma, no medio, si espacio, sí confort.
También podemos escrutar el paisaje desde la política (es decir desde el movimiento, la acción): 1) política de la acción (organización de la perspectiva); 2) política de la pasión (estado del alma); 3) política de la utilidad (confort); 4) política del conocimiento. La ecología (relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno) es la primera filosofía de la especie humana por cuanto ahonda en el conocimiento de la naturaleza como modo de controlarla y dominarla (aún cuando no logre separase de ella). La metafísica del medio ambiente (ingenua) se abre a la posición, la relación, el lugar (espacio) y el tiempo, acepta universales perceptivos (la naturaleza, la divinidad, opera mediante prueba-error-memorización, topológica, cronológica, tópica (repertorio de máximas de sabiduría experimentadas) y el relato (la ficción, en cuanto invención de la realidad) como estructura de realidad. Sin ninguna sistemática la historia del pensamiento comienza su andadura.
Y por último unos pocos conceptos más. Todos nos enfrentamos al mundo con un paisaje interior, mental, que organiza nuestras relaciones con el mundo. Es un paisaje relacional, imagen del mundo, necesario (debemos tener uno) y cambiante. Pero elegido por nosotros (dentro de la necesidad), dinámico/estático. paisaje local/global, modelo reducido del mundo, y por tanto conflictivo (Virilio 1997, 110).
El desgarrado. Julio 2023,