» 18-08-2023 |
Vamos a adentrarnos en el concepto “habitat” tal como lo entiende Virilio en “El accidente original” Amorrortu editores, 2005. Para ello retomamos la entrega: “El pensamiento geométrico 27-6. Urbanismo 16-6. La metafisica y Virilio” en la que analizamos la afirmación: “…el ser es el habitar” (Virilio 2006, 75), y la comparamos con las diversas apariciones del vocablo “habitat” en el libro citado.
1.- EL ACCIDENTE, NUESTRO ÚNICO HABITAT “En efecto: así como en otros tiempos el accidente local estaba situado (in situ) aún con precisión -el Atlántico Norte en el caso del Titanic- el accidente global ha dejado de estarlo, y sus repercusiones se extienden a continentes enteros. En tanto se aguarda el accidente integral, que amenaza con convertirse, mañana o pasado mañana, en nuestro único hábitat, pues esta vez los daños ocasionados por el Progreso se extenderán no solo al conjunto del espacio geofísico sino sobretodo a periodos de tiempo multiseculares, por no hablar de la dimensión sui géneris de un Hiroshima nuclear” (Virilio 2005, 26).
Vamos por partes: accidente es la “generalización progresiva de acontecimientos catastróficos que no solo afectan a la realidad actual, sino también son causa de de ansiedad y angustia para las generaciones venideras” (Virilio 2005, 13). Hablamos de los accidentes fruto del Progreso científico-técnico. Accidente local es el que se produce en un espacio determinado; accidente global es el que se extiende a todo el espacio (e) y accidente integral es aquel que -además de a todo el espacio (e) se extiende a todo el tiempo (t) y a todo tipo de géneros (mecánico, atómico, informacional, genético…). Es el accidente generalizado a todo espacio, a todo tiempo y a todo genero como consecuencia del progreso científico-técnico y que causa ansiedad y angustia tanto a las generaciones actuales como a las venideras. Pues bien, éste accidente integral amenaza con convertirse en nuestro único hábitat, es decir nuestra única realidad, nuestra única posibilidad, nuestra única sustancia, vale decir nuestra esencia.
“De hecho, puesto que la sustancia es absoluta y necesaria y el accidente es relativo y contingente, ahora podemos identificar la “sustancia” con el comienzo del conocimiento y el “accidente, con el fin de esa intuición filosófica cuyos iniciadores fueron Aristóteles y algunos otros” (Virilio 2005, 27). ¿Cómo hemos pasado de la sustancia al accidente. Cómo nos hemos instalado finalmente en el accidente? mediante un progreso (el progreso científico-técnico) que nos ha llevado del inicio del conocimiento a su fin, entendiendo el conocimiento como conocimiento del mundo operado por el intelecto. Ha sido el progreso (el devenir) el que nos ha llevado de la sustancia (el ser) al accidente (espacio, tiempo, género). Y con ello nos encontramos en una nueva metafísica. La metafísica del accidente cuya categoría principal es el espacio-tiempo-género: el accidente. De esta manera las posiciones de la sustancia (absoluta y necesaria) y el accidente (relativo y contingente) se intercambian al fin del progreso, pasando a ser la sustancia: relativa y contingente y el accidente: absoluto y necesario. Es el accidente original, el accidente que precede a la sustancia y la determina. El ser queda determinado por el espacio-tiempo-género. Pero ¿cómo se ha producido esta inversión?
Por la compresión del espacio, del tiempo y de la información (los datos). La primera es evidente: la revolución de los transportes, la velocidad, acorta los tamaños y las distancias hasta alcanzar -con la velocidad de la luz- la inmediatez. Con la contaminación de las distancias (en una ecología gris en todo parecida a la ecología verde) se produce la contaminación del tiempo (si la relación entre espacio y tiempo es constante: la velocidad de la luz, entonces la disminución del espacio implica la disminución del tiempo). El tiempo se hace instantáneo en un acortamiento exponencial. La velocidad de las comunicaciones, del cálculo, de almacenamiento con el establecimiento de las bases de datos (la cibernética, en una palabra) nos lleva a la compresión de la información. La inmediatez (la compresión del espacio) y la instantaneidad (la compresión del tiempo) nos lleva a la ubicuidad. Las conclusiones son extraordinarias: los límites interiores al mundo desaparecen estableciendose la mundialización o globalización. El mundo es una unidad absoluta fuera de cuyos límites no hay nada (como el Universo de la teoría de la relatividad). El mundo resulta entonces forcluido (encerrado geográficamente y cronográficamente, recusado por irreal, taponando los ideales y las ideas de su anterior visión antropológica, en el que a la ecología (de los fines ambientales) se añade la escatología de los fines absolutos (del universo y del hombre).
“El tiempo no es más que una ilusión, decía Albert Einstein en el periodo que separaba a la primera guerra de la segunda. Accidente del conocimiento histórico o, en otras palabras de la percepción de las cosas, verdadera desrealización -fruto de una realidad ahora en acelerada fuga a semejanza de las galaxias en la expansión del Universo-…” (Virilio 2005, 60). Tras la contracción del espacio el primer elemento a analizar es el paso y la naturaleza del tiempo porque es en el pasaje del tiempo que la inversión se ha producido. Accidente (generalización progresiva de acontecimientos catastróficos) de la percepción de las cosas y del conocimiento histórico, capaz de afectar a la realidad desnaturalizándola, desrealizándola. Accidente de los accidentes, es decir generalización progresiva de los accidentes catastróficos (Aristóteles “Física IV: nota en Virilio 2005, 88). Volveremos sobre el tema.
2.- LA MUNDIALIZACIÓN. CIERRE DEFINITIVO DEL HÁBITAT DE LA ESPECIE HUMANA. “Finalmente, tras la implosión de la guerra fría entre el Este y el Oeste, la mundialización es, sobre todo, una especie de viaje al centro de la tierra en las oscuras tinieblas de una compresión temporal que cierra en forma definitiva el hábitat de la especie humana, ciertos utopistas lo denominaban ya sexto continente, aún cuando no se trata sino del hipercentro de nuestro entorno” (Virilio 2005, 60). Y aquí nos vemos abocados ineluctablemente al concepto de mundialización (globalización). El concepto parte de McLuhan que nos habla de una compresión del espacio que hace que nos encontremos en la aldea global (un nuevo hábitat, un nuevo mundo), un mundo sin límites espaciales en el que todo influye en todo, limita con todo. Ya nada puede considerarse independiente o autónomo; todo está relacionado e imbrincado. El hábitat humano queda cerrado de forma absoluta pues no limita con nada. Pero no solo se comprime el espacio. También se comprime el tiempo hasta quedar reducido al tiempo presente, al tiempo real, en el que pasado y futuro han desaparecido.
“Una sociedad que privilegia de forma desmedida el presente, EL TIEMPO REAL, a expensas del pasado tanto como del futuro, privilegia también el ACCIDENTE. Puesto que a cada momento ocurre de todo y casi siempre de manera imprevista, una civilización que se desenvuelve en la inmediatez, la ubicuidad y la instantaneidad, pone en escena el accidente, la catástrofe (Virilio 2005, 44). Y un accidente que abarca todo el tiempo (instantáneo) y todo el espacio espacio (inmediato y ubicuo), es el accidente integral. Porque tras el horizonte de expectativas de la revolución y de la guerra, el horizonte de expectativa que se produce es el del accidente integral.
“El sentimiento de inseguridad que desde hace unos diez años se percibe en la Ciudad no está ligado únicamente a los llamados “actos de incivilidad” que afectan a sus habitantes. Parece ser el síntoma de un nuevo horizonte de expectativas. El tercero de este tipo después de la “revolución” y de la “guerra” de la Gran Guerra. Me refiero a la expectativa del accidente integral, ese gran accidente no solo ECOLÓGICO, presente desde hace treinta años en las mentalidades, sino además, y sobre todo, ESCATOLÓGICO: el de un mundo ahora forcluido en lo que se ha dado en designar “globalización”, esa mundialización a la vez esperada y temida respecto de la cual se debate hoy sin descanso, como si el horizonte antropológico de los ideales y las ideas apareciera de pronto taponado por la forclusión de un encierro geográfico y, conjuntamente por la inmediatez del tiempo mundial en el que se despliega la interactividad de los intercambios” (Virilio 2005, 66).
Aquí se aclara que de entre los horizontes de expectativas, es el accidente integral el origen del sentimiento de inseguridad de los habitantes de la Ciudad y el horizonte definitivo. Y más allá se caracteriza al accidente integral como ecológico (“temor por los fines últimos de la humanidad”, “las diversas poluciones ambientales” “ligadas al accidente del medio donde se asienta el hábitat humano”, “las diversas contaminaciones biosféricas”, “de los riesgos ante la contaminación ambiental”, “contaminación de las sustancias (el aire, el agua, la fauna, la flora” (Virilio 2005, 26, 35, 52, 45, 64, 68)) y como escatológico (“que se preocuparía por acumular los dividendos del terror” “que afecta al poder de anticipación de la mente, a la racionalidad en sí” (Virilio 2005, 35, 64), destino último del ser o del universo. Respecto a la forclusión es un concepto sicoanalítico (rechazo de un significante primordial no inscrito en la cadena significante); jurídico (recusación) y que en Virilio acepta las acepciones de encierro (geográfico), exclusión, taponamiento…
Y por hoy lo dejamos. Quedémonos con la idea de que estamos ante una nueva metafísica en la que el ser (la sustancia) ha sido sustituida por el accidente (integral), complejo de espacio, tiempo y género. Continuará.
El desgarrado. Agosto 2023.