» 22-06-2021

El relato 29-2. El relato como filosofía. Rorty. Ironía.

¿Cómo se produce la solidaridad? Para la metafísica (la filosofía) depende de encontrar algo común entre los participantes (la igualdad de los seres humanos). Es fruto de la universalización. Pero Rorty minimiza la idea de persona, la idea del yo. Rorty busca la solidaridad en la historia y no en la racionalidad metafísica. No necesitan compartir una naturaleza humana sino que basta, aunque los hombres sean diferentes, que sean leales a una democracia liberal, que crean en el experimento liberal. La solidaridad se logra por la capacidad de ver a los que se veían extraños como más semejantes a nosotros. Es efecto de la imaginación y de la percepción más detallada de otras vidas. ¿Qué detalles? ¿Qué semejanza percibimos?  La posibilidad de hacer sufrir y padecer sufrimiento. Nos sentimos solidarios cuando percibimos el dolor de otro. No es necesario invocar una naturaleza humana común. La solidaridad dimana de  vivir en una sociedad que ha dejado atrás algunas barbaridades como el esclavismo o que logró separar la Iglesia del Estado. Una sociedad que se cuida más de sí misma, que procura evitar la incivilización de sus miembros y que sus instituciones no sean indecentes. La raíz de la solidaridad no es algo positivo sino las propias dudas que nos han inculcado sobre nosotros mismos, sobre nuestra sensibilidad al dolor y a la humillación de los otros, preocupada por ser racista, sexista e imperialista.

 

Pero no existe un argumento neutral de defender la afirmación de que la crueldad es lo peor que podemos hacer. Percibir cada vez con mayor claridad que las diferencias tradicionales (de raza, religión, costumbres) carecen de importancia cuando se las compara con las similitudes referentes al dolor y a la humillación. No es que la racionalidad (filosofía) nos enseñe algo más profundo sobre la  crueldad, sino perfeccionar la sensibilidad hacia esa crueldad que se ha conseguido desarrollar gracias a ciertas costumbres. Y es las literatura quien más ayuda en el pasado y en el futuro. Los humanos somos especialistas en ofender y en humillar. Y lo hacemos muchas veces a través del lenguaje y la fantasía. Ser persona, después de todo, tiene que ver con la capacidad para contarse alguna historia concreta, reconocerse en alguna historia propia. Fue Freud quien  mejor expresó la idea de que es posible ver la idea de todo ser humano como un poema. Una vida -libre de dolor- puede generar una redescripción de sí misma. El sicoanálisi es un vocabulario que proporciona a todos los individuos la posibilidad de convertirse en personajes de la historia de su vida. Freud democratizó el genio dando a cada uno un inconsciente creativo.  Dio a la noción de fantasía tal complejidad que ya no podemos dar por sentada la división entre arte y vida.

 

Pero describir a los humanos como productores de ficciones no es describir la naturaleza humana. La facultad de contarnos historias es algo útil y fascinante pero no es sublime. No tiene porque ser relevante para los demás. Pero muchas de las ideas del sicoanálisis seguirán formando parte del sentido común de nuestra época incluso si desaparecen como terapia. Pero lo relevante es que la sicología profunda no ocupa el papel de la filosofía, solo es otro instrumento para defender la imagen de los individuos de las sociedades modernas como narradores por sentido común. La literatura prevalece sobre la filosofía y sobre la sicología. “La literatura empezó a establecerse como rival de la filosofía cuando personas como Cervantes y Shakespeare empezaron a sospechar que los seres humanos eran, y debían ser, tan diversos que no tenía sentido pretender que todos ellos abriguen en su seno una única y honda verdad” (del Castillo, 2015, 100). Una sociedad solidaria es heredera entonces del mundo de la novela porque es el paraíso imaginario de los individuos, el territorio donde nadie posee la verdad, pero todo el mundo tiene derecho a ser comprendido (Kundera). La literatura ha ayudado a sus miembros a pensar que no vale la pena vivir una vida que carezca de ficción. “Eso explica que una sociedad que fomenta la tolerancia y trata de evitar la crueldad, la destrucción de la capacidad de convertir las contingencias de la vida en una historia medianamente interesante se considere una forma de tortura que hay que evitar y condenar” (del Castillo, 2015, 101).

 

Rorty se anticipó a la acusación de frivolidad y cinismo, que vio venir, afirmando que la propia banalidad en temas filosóficos contribuye al desencanto del mundo, ayuda a hacer a sus habitantes más tolerantes. No tomarse las cosas seriamente ha sido un importante instrumento de progreso. La ligereza no ha sido necesariamente enemiga de la moral. Una sociedad tolerante es aquella que ha aprendido a tomarse las cosas con menos espíritu de seriedad. La seriedad conduce al dogmatismo y éste a la intolerancia. Los filósofos sistemáticos quieren dar grandes argumentos y transcender. Los filósofos edificantes son reactivos y ofrecen sátiras, parodias y aforismos (aunque también asoció la reacción a la ironía). Un irónico suele ser alguien que simula ser menos de lo que es. Pero podría ser el que se muestra más moderado, no recurre a la fe, aprecia la contingencia, o devalúa lo humano sin volverlo ínfimo (Nietzsche). Sería entonces un filósofo que considera que un marco cómico no es insuficiente ni indigno para dar sentido a las contingencias de la historia. Rorty sugirió esta prioridad del espíritu cómico sobre el espíritu trágico y épico, aunque también se conformó con oponerlo al espíritu de seriedad. La ironía no es ni una exigencia socrática, que busca definir los términos para escapar de la circularidad del sentido común, ni una figura retórica. Para Rorty es un modo de percibirse a sí mismo, un estado de ánimo que depende de si estamos en el espacio privado o en el público.

 

1) En el espacio público hay que distinguir la ironía del cinismo. La ideología es una visión deformada de uno mismo (Marx), que una falsedad sea tomada seriamente como verdad. El cinismo no necesita la seriedad: reconoce la falsedad y no renuncia a ella. En el mundo posmoderno no solo se habla del fin de las ideologías sino que se habla de cinismo. Los herederos de la Ilustración creían que el conocimiento podía curar a la ideología, creían en el poder redentor y liberador de la razón. Aunque la ironía de Rorty nació en la posmodernidad escapa a la lógica del cinismo, lo que no quita que defienda sus ventajas sobre la seriedad tomándose a sí mismo con un poco más de ligereza, consciente de que  está a merced de las contigencias de su educación, cultura y ambiente. 2) En el espacio privado la ironía es reacción, se aparta de la vida común. Rorty cree que los ciudadanos de las sociedades libres necesitamos construir lenguajes básicos con los que expresar adhesiones y rechazos, formular nuestros proyectos y nuestras esperanzas, discursos con los que narramos la historia de nuestra vida. Pues bien los ironistas son de entre ellos los que no son capaces de tomarse en serio a ellos mismos, los más propensos a percibir la contingencia de esas historias y colocan en su lugar la metáfora historicista de la mirada retrospectiva al pasado. El espíritu irónico no es una teoría (explicación razonada), pretende mantener la conversación. Su principal virtud es la tolerancia.

 

Distingue entre liberales: que piensan que los actos de crueldad son lo peor; ironistas: que reconocen la contingencia de sus creencias y deseos más fundamentales y los ironistas liberales: que incluyen entre sus creencias y deseos que ha de cesar la humillación y la crueldad (lo que no impide que lo que ha provocado la convicción no es más profundo que las contingencias históricas). Se insertan en el historicismo (la razón no es lógica, sino histórica) y en el nominalismo (todo es particular menos los nombres que son universales).  Si bien una sociedad democrática podría organizarse con una retórica pública historicista, cierto grado de ironía debería deberían restringirse a la esfera privada, el ámbito de la fantasía. La filosofía -siempre tentada por la trascendencia, por la búsqueda de algo grandioso- sin embargo, siempre ha tenido la tentación de que ese ámbito sea público. Es la literatura (Proust) la que se autoconfina a la esfera privada. La forma de la teoría ironista es la narración. Nabokov -fascinó a Rorty- entregado a su propia reinvención, a sus evasiones (las mariposas) pero tomando de forma ligera (irónica) su propio éxtasis.

 

La literatura se nos presenta con cuatro tipos de libros: 1) los que construyen fantasías individuales (y nos hacen más libres); 2) los que nos ayudan a ser menos crueles en la esfera pública 3) los que nos señalan los efectos nocivos de las instituciones en las personas (mostrándonos lo que no veíamos sobre la sociedad y 4) los que nos muestran los efectos de nuestras fantasías individuales en los otros (haciéndonos ver lo que no veíamos sobre nosotros mismos). Son libros en los que se dramatiza el conflicto entre los deberes públicos y los privados (evasiones). La comprensión del conflicto entre entre las dos esferas no la proporciona la filosofía sino la buena literatura.

 

El desgarrado. Junio 2021.    

 

 




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