» 19-07-2021 |
Sabemos ya -sin ánimo de ser exhaustivos- los sistemas de pensamiento que en nuestro mundo han sido: el mítico-religioso, el metafísico y el cibernético. También sabemos que es el concepto de verdad, que cada uno aplica, lo sustancial de sus diferencias. Pero esa distinción requiere un estudio más profundo. Recurro a Gadamer y “Mito y razón”, 1997, Paidos. Empezaré por una larga cita: “Cierto es que la relación entre mito y logos no está completamente exenta de tensión. Un mito es siempre solo creíble y no “verdadero”. Pero la credibilidad de un mito no es las mera “verosimilitud”, que carece de la certeza segura, sino que tiene su propia riqueza en sí misma, eso similar de la parábola en que aparece lo verdadero. Naturalmente, lo verdadero no es entonces la historia narrada misma, que puede ser contada de distintos modos, sino lo que aparece en ella: lo verdadero no es simplemente lo referido, que siempre estaría sometido a verificación, sino lo hecho presente en ello” (Gadamer 1997, 64).
El mito es siempre creíble pero no verdadero, ni siquiera verosímil (alejado de la certeza segura). Posee una riqueza especial en sí misma, similar a la parábola en la que aparece lo verdadero (que no es la historia narrada misma que puede ser contada de distintos modos) sino su contenido, lo hecho presente en ella, Se aleja así de lo referido (sometido a verificación). En resumen lo verdadero del mito es relativo a quien lo dice (la autoridad) y de quien lo dice: la divinidad. No es verosímil (que depende del receptor) ni verificable (que depende del contenido de verdad de lo afirmado: objetivo). Estamos ante dos conceptos de lo verdadero: la certeza segura, intrínseca, esencial, verificable que sería la verdad de la metafísica y el contenido que aparece en la locución, basada en quién lo dice (la autoridad) y de quien lo dice (la divinidad) pero no de su contenido intrínseco de verdad. Tampoco es la narración misma (cómo se cuenta). Lo verdadero en el mito es la apariencia de realidad basada en la autoridad del que lo cuenta y de la divinidad a la que se refiere. Es una verdad que viene del exterior. La riqueza de términos para expresar la verdad es abrumadora.
Como sabemos la metafísica coloca la verdad en el interior de la cosa, en su esencia. Trata así de combatir la apariencia de la que Platon nos dice que es engañosa. La esencia es una dimensión superior de lo verdadero que se sitúa en el interior de la cosa y que es independiente de la autoridad, del lugar, del referente y de la propia narración. Ni siquiera tiene que ver con el contenido como lo muestran las paradojas que pueden ser falsas a pesar de decir cosas ciertas, por ejemplo: todo es relativo (Russell). Y digo una dimensión superior porque si analizamos las proyecciones diédricas planas de una figura, su composición remite a un sólido con una dimensión más que las proyecciones. ¿Cuál es la verdad, la esencia, de una figura cuyas tres proyecciones diedrícas son un cuadrado un cono y una circunferencia? Es un sólido de tres dimensiones (una más que sus proyecciones): una cuña de base redonda (parecido a un tubo de dentrífico). Pero no tienen que ser proyecciones diédricas. Un cubo puede verse (en diversas proyecciones no diédricas) como un cuadrado, dos cuadrados colindantes o tres rombos asimismo colindantes. Su verdad (su esencia) es el cubo tridimensional.
El gran logro de la metafísica es la lógica formal cuya verdad no depende del contenido, sino de la forma de su formulación. Pero la lógica formal solo completa dos posiciones: la verdad y la falsedad absolutas, no existe la verdad fraccionaria (la probabilidad, el gradiente, la mezcla). En el caso de la cantidad la profunda abstracción de dejar reducida la cosa a un número provoca problemas de coherencia: no se pueden sumar peras y manzanas por más que dispongamos de sus cantidades. Para hacerlo debemos acceder a un nivel superior de abstracción (frutas), lo que no siempre resultará conveniente. El concepto (definición discreta de una realidad continua) presenta problemas en los límites: ¿Dónde se acaba un árbol y empieza un arbusto? Por último la igualdad requiere la coherencia de la abstracción lo que la hace siempre fraccionaria: la igualdad de derechos, de especie, etc. En definitiva la verdad de la metafísica es una verdad condicionada a la abstracción realizada y a la existencia de pares de oposiciones excluyentes que no admiten gradación o mezcla, consecuencia del principio del tercio excluso. Pero el problema susbsiste aunque introduzcamos la verdad fraccionaria (probabilidad, gradiente, mezcla) o sustituyamos la abstracción por otro medio de generalización como las bases de datos porque el teorema de incompletitud de Gödel dio la puntilla al sistema metafísico al establecer que no se puede determinar la verdad de un sistema desde el interior del mismo. Ningún sistema es autosuficiente. La verdad metafísica no es absoluta.
La verdad del sistema cibernético soslaya la abstracción como método de generalización (que ya hemos visto que conduce a errores) por el sistema de base de datos: contemplar todos los casos y no una abstracción de los mismos. La causalidad simple lineal se convierte en retroalimentación (efector y efecto interactuan continuamente en un bucle dinámico) y pierde la linealidad (teoría del caos) lo que produce que se abandone la ontología (estática) por el progreso dinámico. Admite la verdad fraccionaria (probabilidad) lo que deshace la absolutez entre pares de oposiciones excluyentes, en favor de un gradiente, mezcla o combinación. La verdad se convierte en algo colectivo: el conjunto de las trayectorias posibles en la base de datos (Feynman). Espacio y tiempo se convierten en magnitudes dependientes y por tanto equivalentes (su razón de equivalencia es la velocidad de la luz). Onda y corpúsculo, materia y energía también se hacen equivalentes. La igualdad cobra una nueva dimensión. La física cuántica deja de oponerse a la metafísica y cobra sentido dentro del nuevo sistema de pensamiento. Nos hallamos ante una verdad ampliada, fraccionaria, con igualdades (equivalencias) inéditas.
Estamos en los nuevos medios que Manovich nos proponía en los que se ha producido una inversión entre el paradigma (la base de datos) y el sintagma (la narración) y en el que la verdad (realidad, in presentia, materialidad…) recae sobre la base de datos. Porque ambos participan del fraccionamiento por el que se constituyen en los extremos de una gradualidad. La hibridación de la que hablaba Manovich cobra toda su fuerza y la verdad se halla en esa confluencia entre bases de datos y narración (computación, retroalimentación, teoría del caos, física cuántica). Los términos del sistema cibernético, se han hecho equivalentes.
El desgarrado. Julio 2021.