» 12-05-2020

Estética 10. El gusto como exceso de significación.

Leo “Gusto” de Giorgio Agamben, Adriana Hidalgo editor, 2016, extraordinaria exposición del arte a través del concepto de “gusto” pero sobre todo del exceso de significación de la representación por sobre del conocimiento, constituida en placer (Kant). Partiendo de la fractura metafísica que se realiza entre verdad y belleza (pero también sensible/inteligible, esencia/apariencia, etc.) Desfilan diversos autores desde Platón hasta Leví-Staruss coincidiendo todos ellos en incidir sobre el excedente de significación entre significante y significado y en definitiva en el exceso de significante que se produce al no existir la igualdad (identidad) entre ambos. También se incide en las diversas disciplinas en que ese exceso de significante es caracterizado con distintos nombres pero con un mismo espíritu.

 

1) Platón se centra en los pares de oposiciones metafísicos partiendo del par verdad/belleza: invisible/visible, esencia/apariencia, inteligible/sensible, en los que encuentra un tercer término medio, que originan la paradoja en la que Platón cifra el amor (la manía amorosa): la visibilidad de la idea en la belleza (“Fedro”) como el término medio entre la sabiduría y la ignorancia (capta lo verdadero -y por eso es sabiduría- sin poder dar razón de ello -y por tanto es ignorancia-). Este término medio es el nexo (la unidad y al mismo tiempo la diferencia). En “Banquete” caracteriza este término medio entre la visión de la belleza corporal y la ciencia de lo bello, como lo bello en sí, ni cuerpo (visible y aparente) ni ciencia (invisible, inteligible): la idea. El nexo verdad-belleza constituye el centro de la teoría platónica de las ideas. La belleza no puede ser conocida, la verdad no puede ser vista; esta doble imposibilidad define la idea. Este término medio es el otro saber (del amor).

 

Pero esta teoría platónica del amor no es solo la teoría de un saber distinto, sino también la teoría de otro placer, Si el amor es deseo de poseer lo bello, si poseer lo bello es ser felices, y si por otro lado amor es amor-de-saber, entonces el problema del placer y del saber están estrechamente ligados. Estas dos fracturas, la del placer y la de del conocimiento caracterizan la metafísica occidental pero a la vez señalan el punto de conciliación (sin abolir la diferencia). Solo desde este punto de fractura/conciliación es posible plantear el problema estético del gusto, que es a la vez un problema de placer y un problema de conocimiento, lo que Kant caracterizará como la enigmática relación del conocimiento y el placer.

 

2) A partir del SXVI se formula el concepto de gusto estético, traicionando el origen metafísico que funde ciencia y placer. El gusto se presenta desde el comienzo como “un saber que no sabe pero goza” y como “un placer que no conoce”. Ya desde el principio adopta la metáfora gustativa con el significado de una forma particular de conocimiento inmediato “como con la lengua de repente advertimos el sabor…” (Campanella). “La idea de una forma de conocimiento distinta, que se opone tanto a la sensación como a la ciencia, y es al mismo tiempos placer y saber, es el rasgo dominante de las primeras definiciones del gusto como juicio sobre lo bello” (Agamben 2016, 22). Esta caracterización en negativo del gusto como “saber que no sabe” coincide con la formulada por Leibnitz: “percepciones confusas de las cuales no se podría dar suficiente razón” y nos remiten a un “no sé qué”.

 

3) Montesquieu capta las dos características de ese otro saber: “El gusto natural, no es una ciencia teórica; es la aplicación pronta y exquisita de reglas que ni siquiera se conocen” Por otra parte afirma: “El gusto no es sino la prerrogativa de descubrir, con fineza y prontitud, la medida del placer que toda cosa debe darle a los hombres” “En esta perspectiva el gusto aparece como sentido supernumerario, que no puede hallar lugar en la  partición metafísica entre sensible e inteligible, pero cuyo exceso define el status particular del conocimiento humano” (Agamben 2016, 26). Cyrano de Bergerac lo definirá como sentido faltante para poder percibir todo lo que existe. Este sentido (faltante o supernumerario) es el gusto que solo puede ser descrito por medio de metáforas (sentido antimetafísico que permite aquello que es imposible: el conocimiento de la apariencia sensible como verdadera y la percepción de la verdad como apariencia y placer). Lo bello se constituye -en perfecta simetría con el gusto- como un significante excesivo, que ningún sentido puede percibir, ni conocimiento alguno completar. Montesquieu conecta el “no sé qué” con la sorpresa, la pura y simple percepción de una inadecuación entre el conocimiento y su objeto.

 

4) Para Descartes el asombro es la percepción de un distanciamiento y de una diferencia entre el objeto y nuestra conciencia. Lo bello termina asemejándose cada vez más al objeto de la sorpresa, un objeto vacío, un puro significante que ningún significado ha todavía completado.

 

5) Será Diderot el que lleve al extremo esta depuración y vaciamiento de la idea de belleza: “todo lo que contiene en sí mismo el poder de suscitar en mi mente la idea de relaciones”… sin que esta idea de relación remita a ningún contenido o o significado preciso. En definitiva definía lo bello como un significante excedente (y el gusto como el sentido de la significación).

 

6) Rousseau separaba la acción física de los objetos sobre los sentidos, de su poder en cuanto signos y atribuía el placer que nos causa lo bello exclusivamente a este segundo aspecto…. “no nos impresiona solo como sensaciones, sino como signos o imágenes”.

 

7) La reflexión del SXVIII en torno a lo bello y al gusto culmina así en la remisión a un saber, del cual no puede darse razón porque se sustenta en un puro significante y a un placer que permite juzgar, porque se sustenta no en una realidad sustancial, sino en eso que en el objeto es pura significación.

 

8) Es en Kant donde la concepción de lo bello como significante excedente, y del gusto como saber/placer de este significante encuentra su expresión más rigurosa. Kant define el placer estético como un exceso de la representación sobre el conocimiento. Y es ese excedente lo que se presenta como placer. Existen tres facultades o capacidades del alma: la facultad de conocer, la facultad de desear y el sentimiento de placer. Los juicios del gusto revelan una inmediata relación de la facultad de conocer con el sentimiento de placer. Relación que caracteriza de enigmática. El juicio del gusto es un excedente de saber que no conoce… pero se presenta como placer, y un excedente de placer que no goza… pero se presenta como saber. A esta condición híbrida del gusto le corresponden, tanto la imposibilidad de definir lo bello -si no a través de una serie de determinaciones puramente negativas (Placer sin interés; universalidad sin concepto; finalidad sin propósito)- cuanto aquella de resolver de manera convincente la antinomia del gusto (el juicio de gusto no se funda en conceptos/el juicio del gusto se funda en conceptos). La imposibilidad de resolver la antinomia condujo a Kant a admitir que las fuentes del juicio del gusto permanecen desconocidas para nosotros.

 

“<<… la idea estética de la imaginación puede llamarse una representación inexponible de la imaginación (en su libre lugar)>>. En estas palabras Kant todavía se halla presente en todo su carácter enigmático la original fundación platónica de la idea a través de la diferencia-unidad de belleza y verdad. Como la idea platónica, también la idea estética kantiana está por entero contenida en el juego entre una posibilidad y una imposibilidad de ver (imaginar), entre una posibilidad y una imposiblilidad de conocer. La idea es un concepto que no puede exhibirse (hacerse visible) o una imagen que no puede exponerse (reducir a conceptos). El excedente de la imaginación por sobre el intelecto funda la belleza (la idea estética), así como el excedente del concepto por sobre la imagen funda el dominio de lo suprasensible (la idea de la razón)” (Agamben 2016, 38). La idea kantiana excluye (como en Platón) que pueda haber una ciencia de lo bello. Continuará.

 

El desgarrado. Mayo 2020.

 




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