» 01-09-2020 |
Leo de G. Agamben “Creación y anarquía”, Adriana Hidalgo editora, 2019 (2017) en el que enfoca la estética desde el punto de vista la obra. En la primera lección: “Arqueología de la obra de arte” se pregunta ¿cuál es el lugar del arte en el presente? Necesitamos analizar el pasado y proyectarlo en el presente: arqueología. La performance y el arte conceptual han desplazado la obra del arte hacia manifestaciones “inmateriales” mientras las vanguardias atacan más a la obra de arte que al arte en sí. El arte se presenta hoy como actividad sin obra y exige ser realizado en la vida y no en la obra. En un ejercicio de arqueología de la estética se sitúa en tres escenarios históricos en los que analiza la obra de arte.
1) Grecia S. IV antes del cero. El artista es un artesano más y se caracteriza por la obra que produce. No se distingue, en los artesanos, entre la actividad y la obra. Aristóteles distingue, en general, entre la potencia (dynamis): posibilidad, y el acto (energeia): ser en obra. a) Hay casos en los que el fin último se agota en el uso, como en la visión y no se produce nada más. Como no hay obra construida la energeia (ser en obra) reside en los sujetos: la visión en el vidente. b) Hay otros casos en que se produce algo más: la obra o cosa construida. La energeia reside entonces en la cosa construida. Si hay obra la energeia no reside en el artista sino en la obra. El artista tiene su fin su telos fuera de sí (metafísico): en la obra, carece de entelechia (poseerse en el propio fin). El problema no era estético sino metafísico. La praxis (acción), que tiene su fin en sí misma es superior a la poiesis (producción) cuyo fin está en la obra.
Y aquí se produce una aporía (contradicción). ¿Existe una obra que caracteriza al ser humano? Aristóteles descarta que esa obra no existe y responde: la energeia del alma según el logos. Cada artesano tendrá pues dos obras la especifica (los zapatos en el zapatero) y el alma para todos. En el Renacimiento se produce un desplazamiento de b) a a). El arte se sale de la esfera de las actividades que tienen su energeia en la obra hacia aquellas actividades que tienen en sí mismas su energeia, como la visión o la teoría. Se abre la concepción según la cual el arte no reside en la obra sino en la mente del artista, en la idea por la que se guía al realizar la obra. Esta concepción tiene su modelo en la creación divina: dios creo el mundo siguiendo la idea que tenía en su mente, como un arquitecto lo hace siguiendo su proyecto previo. Pero lo que gana el artista que deja de ser un remanente dudoso de la obra lo pierde la obra que se convierte en un remanente dudoso de la actividad creativa del artista. La hipótesis de Agamben es que obra y operación creativa (energeia) son nociones complementarias y sin embargo estancas que forman la “máquina artística” de la Modernidad, imposibles de separar o de hacerlas coincidir. Un nudo que estrecha la obra, el artista y la operación artística.
2) Alemania 1920. Odo Casel publica “La liturgia como celebración de los misterios”- Estamos en la época de los movimientos (fascismo, movimiento obrero, movimiento sicoanalítico, movimiento litúrgico). La liturgia (obra, servicio público) es un misterio, no un enigma sino una praxis, “una especie de acción teatral conformada por gestos y palabras que se cumplen en el tiempo y en el mundo para la salvación humana” (Agamben, 2019, 21). El cristianismo no es una religión sino un misterio, una acción litúrgica, una performance cuyos actores son Cristo y su Iglesia en la que se juega la salvación. Para Casel, la liturgia no es una representación o una conmemoración del acontecimiento salvífico; es ella misma el acontecimiento, la acción salvífica. Por eso la acción litúrgica actúa “por la obra hecha” por el hecho mismo de cumplirse en ese momento y en ese lugar independientemente de las cualidades del oficiante. En movimientos como el simbolismo y el esteticismo, artistas y poetas (Mallarmé) comienzan a considerar las practicas artistas como la celebración de una liturgia (dimensión salvífica + dimensión ritual), eficaz por el mero hecho de celebrarse. Lo que define la praxis de las vanguardias del SXX es el resuelto abandono del paradigma mimético-representativo. “La acción del artista se emancipa de su tradicional fin productivo o reproductivo y se convierte en una performance absoluta, en una pura liturgia que coincide con la propia celebración, y es eficaz “por la obra hecha” y no por las cualidades intelectuales o morales del artista. Entre la poiesis y la praxis la liturgia-performance insinúa una tercera posición en la que la acción se constituye en obra.
3) Nueva York 1916. Marcel Duchamp inventa el ready-made. Sabía que al hacerlo no operaba como artista, y que el camino del arte estaba bloqueado por “la máquina artística” (obra-artista-operación) de la modernidad. Para desactivarla a) toma un objeto cualquiera, b) lo introduce en un museo, c) lo fuerza a presentarse como obra de arte. No hay obra de arte (es un objeto cualquiera de producción industrial); no hay artista (en todo caso filósofo, crítico o simple viviente) que actúa además con nombre falso; no hay tampoco operación artística, poiesis o producción. Son la especulación y el museo los que convierten el ready-made en obra de arte. Lo que no quiere decir que el arte comtemporáneo no tenga interés sino que el conflicto entre artista y obra ya nunca más podrá ser eludido. Hay que abandonar la máquina artística y hay que olvidar que existe una actividad humana suprema que a través de un sujeto, realiza una obra de incomparable valor. No es la facultad de crear la que caracteriza al artista sino seres vivos que tienen la experiencia de sí y se constituyen como formas de vida. “El arte no es sino el modo en el que el anónimo al que llamamos artista, manteniéndose en constante relación con una práctica, busca constituir su vida como una forma de vida: la vida del pintor, del carpintero, del arquitecto, del contrabajista, en las que, como en toda forma-de-vida, lo que está en cuestión es nada menos que la felicidad” (Agamben, 2019, 26)
El desgarrado. Septiembre 2020.