» 05-02-2020

Estética 4. La trascendencia física. Benjamin.

Retomo aquí un blog de 2018 que escribí a propósito de Benjamin y el urbanismo: “Urbanismo 12. La trascendencia en Benjamin”. Lo transcribo, tal cual pues lo dicho allí es totalmente pertinente para esta estética que estamos desentrañando.

 

Partiré de una frase de Benjamin en el capítulo “El narrador” de “Iluminaciones”, Taurus, 2018: “Hoy los ciudadanos son como pobres inquilinos de paso en una falsa eternidad, residen espacios inmaculados y sin que la muerte haya dejado en ellos su rastro, hasta que, en el ocaso de sus vidas, son aparcados por sus herederos en sanatorios y hospitales. Pero es precisamente en el moribundo en quien no solo el saber o la sabiduría del ser humano, sino, sobre todo, su vida vivida -y ese es el material del que nacen las historias-, adquiere una forma transmisible” (Benjamin, 2018, 236).

 

Pensemos en un aeropuerto. ¿Responde al mandato moderno de que la función crea la forma? Su tramoya tecnológica puede hacernos pensar que sí. Pero analicemos. ¿Son necesarios esos techos tan altos que lo deshumanizan? ¿Son necesarios esos recorridos tan largos que los eternizan? ¿Es necesario, en suma, ese despliegue de tecnología que nos abruma? Podemos colegir que son inhumanos. La función principal de un aeropuerto (al margen de su función comercial que nos obligará a recorridos innecesarios con tal de forzarnos a pasar por todas las tiendas) no es facilitarnos la función del aerotransporte. Su función principal es convencernos de que varias toneladas de metal… vuelan. Y la manera de hacerlo es desplegar una parafernalia de tecnología que sea abrumadora. Todo es grandioso y todo es tecnológico. Entrar en un pequeño aeropuerto tercermundista y empezar a pensar que los aviones no serán capaces de volar es… automático. La función principal de un aeropuerto es fomentar nuestra fe y nuestra confianza, convencernos de que la muerte no es posible.

 

Pensemos ahora en un hospital: todo es limpio, todo es nuevo, todo es inoxidable, reluciente, puro. ¿Cómo pensar que un contagio sea posible? ¿Como sospechar que los gérmenes puedan vivir en semejante exhibición de higiene? Se ha sacrificado la humanidad (que se aviene con los materiales cálidos y la tecnología baja) en favor de la propaganda: ¡aquí no habitan los gérmenes! Si volvemos a Benjamin un hospital lo que tiene que convencernos es de que la muerte no existe. Resumiendo: la función de la arquitectura es convencernos de la trascendencia física, la imposibilidad de la muerte.

 

La arquitectura nació proponiéndonos la trascendencia y sigue con esa meta. La arquitectura es un gigantesco dispositivo cuya finalidad es convencernos de que somos inmortales… físicamente. Otras disciplinas han tratado de convencernos de la trascendencia espiritual o especulativa: la religión (la vida eterna), la ciencia (la prolongación de la vida, la criogenización), pero la única que sigue proponiéndonos la trascendencia física es la arquitectura (desde la i-rracionalidad, por supuesto). Naturalmente eso no ha impedido que se establecieran alianzas mixtas entre ambas estrategias: la arquitectura religiosa. El gótico es probablemente el intento más espectacular. El gótico no puede ser entendido desde la tecnología y desde la religiosidad. El gótico es una gigantesca alianza entre la trascendencia física y la trascendencia espiritual. Una alianza como no se ha producido nunca. Por eso es sobrenatural, prodigioso, increíble. Que unos patanes, sin tecnología adecuada, sin medios y sin tiempo fueran capaces de construir los templos góticos solo puede ser explicado desde una confluencia cósmica. La fe mueve montañas pero no inventa tecnología. Claro que lo mismo podríamos decir de las pirámides, que no lo olvidemos, eran monumentos funerarios.

 

La vivienda se ha convertido en la expresión más importante de la individualidad humana. Pero además trasciende la vida de sus propietarios. Su función de trascender ha sido realizada. Es hoy el patrimonio más importante que pueda tener una familia y objeto privilegiado de la herencia. Aunque no se incluye entre los derechos fundamentales de los ciudadanos en las constituciones, no deja de ser algo que extraña a los mismos. Existe la sensación de que lo es. Incluso ha admitido entelequias tan potentes como la propiedad horizontal o la multipropiedad. Podemos pensar que esas ficciones son producto de la propiedad privada pero también podemos pensar que devienen del enorme encanto de la trascendencia de la arquitectura. De una o de otra manera la arquitectura es mucho más que cobijo, inversión o anhelo de propiedad. La arquitectura es promesa de inmortalidad. El desgarrado. Octubre 2018.

El desgarrado. Febrero 2020.




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