» 08-02-2020

Estética 7-2. La trascendencia de la contradicción. La metafísica de la presencia. Derrida.

El estructuralismo (dominante en los sesenta) es una metodología de estudio de las ciencias humanas que las propone formadas por una estructura inmanente que las dota de objetividad científica. Es en esa estructura donde reside el sentido que se desliga así del autor y del receptor. Mediante la comparación de esas estructuras se construyen modelos generalizables. Saussure en lingüística, Levi Strauss en antropología, Lacan en sicoanálisis, Althusser en Historia abrazan la nueva fe científica. Pero Derrida considero que era excesivamente metafísica. La metafísica de la presencia es el deseo de acceso inmediato al significado, el privilegio de la presencia sobre la ausencia. El habla (logos) es pura presencia frente a la escritura que se limita a ser el registro de la primera, su suplemento. El propio Saussure privilegia el habla sobre la escritura en flagrante contradición con su afirmación de que la oposición entre significante y significado no se resuelve nunca o caracterizar la lengua como un sistema de diferencias (el valor de un signo procede de la manera con que se relaciona con los demás en términos de diferencia).

 

El texto encierra un querer decir que la lectura trata de recuperar de devolver a la presencia. Según esto el sentido del texto estaría siempre fuera de él, en el decir originario anterior a su plasmación escrita. Derrida se opone: “no hay un afuera del texto” El texto no puede oponerse a la palabra dicha o a la realidad porque la realidad tiene también la estructura de un texto. Todo tiene carácter textual. Lo que desbarata la oposición dentro/fuera y habla/escritura. Ambos extremos de los pares de oposición se mantienen en la diferenzia sin acceder a la identidad tal como la metafísica quiere. Derrida quiere un pensamiento de la escritura que la metafísica logocentrica (de la presencia) impide. Este pensamiento es la gramatología (ciencia general de la escritura) que aúna la idea de que no hay afuera del texto y que el texto es un sistema de diferencias, con tal de superar la metafísica de la presencia. En última instancia lo que la gramatología pretende es impedir que “en ningún momento, en ningún sentido, un elemento simple esté presente en sí mismo y no remita más que a sí mismo” (Massó 2015, 57). En una palabra, impugna el principio de no contradicción aristotélico.

 

Lo escrito (grama o grafema) remite siempre a otro texto (ausente) y este a su vez a otro, rompiendo la preponderancia de la presencia. La escritura sería pues el seguimiento de una huella. Pretender escapar de esta trampa es imposible pues a) no hay afuera del texto y b) porque la remisión (iteración) es infinita. Estamos ante una nueva forma de pensamiento que impugna la metafísica de la presencia y la reducción a la identidad de los pares de oposiciones metafísicos (materia/forma, sujeto/objeto, mente/cuerpo…). Los dos extremos de la oposición se hacen, pues indecidibles. Nos instalamos en una ambigüedad de sentido. Derrida denuncia la desconfianza hacia la escritura de Platón (que la considera un veneno contra la memoria viva del hombre) o de Lèvi Strauss (la violencia se liga a la aparición de la escritura). Arremete contra el estructuralismo y su concepto de centro que sustituye por la noción de centro descentrado o ambiguo, en permanente remisión o diseminación. El estructuralismo privilegiaba el significado  frente al significante. Derrida invierte los términos y propone la liberación del significante (no otra cosa era su concepto de escritura). Se trata de hacer del sentido algo abierto y dinámico. Mientras la metafísica trata de encontrar una verdad o un origen en el libre juego de significante y significado la gramatología afirma el libre juego de ambos sin resolverlo.  Su propuesta no es bien recibida en Francia pero cuaja en USA.

 

Allí, el New criticism propiciaba el análisis formal de los textos por encima de las consideraciones al autor o al receptor (intérprete). La lectura atenta (close reading) se centra en las ambigüedades, la polisemia o la retórica con exclusión de factores históricos o sicológicos. Lo formalista se combinaba con lo lúdico. Fue en esos departamentos de literatura donde se acogió la deconstrucción desde donde se contagió a los estudios de género y de colonialismo. A partir de aquí la experimentación formal en los textos de Derrida es imparable (notas al pie aútonomas o de mayor extensión que el propio texto, elementos tipográficos, combinación de recursos, etc.) La nueva escritura es un hecho. Su pensamiento se aproxima a la literatura y a la poesía.

 

Si de estética hablamos la literatura se debate entre el derecho a decirlo todo y  la necesidad del secreto. No hay literatura sin secreto, estructura sin centro o texo sin sentido. Lo determinante es que el elemento que permanece oculto no aguarda su desciframiento. Ese secreto es un mecanismo de atracción. Frente a la legalidad de la literatura que otorga el texto a su autor, un género a cada escrito, un sentido a cada pieza, Derrida nos propone que el texto no pertenece al autor, ni a un género, ni posee un sentido. Todo se contamina. Existe una posibilidad de decirlo todo sin tocar el secreto. Esa búsqueda del secreto corresponde a un deseo, a una pasión que no tiene objeto. Una invitación a una búsqueda imposible porque está -como la huella- diseminada, huida.

 

El desgarrado. Febrero 2020.

 




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