» 08-02-2020

Estética 7-3. La posmetafísica.

Sobre el desmantelamiento de la metafísica podríamos añadir cientos de páginas. Lyotard escribió algunas de las más significativas con la desaparición de los grandes relatos. Pero toca ahora establecer lo que queda tras la demolición. Porque no basta con demoler. También es necesario construir. Derrida nos propone una alternativa a la reducción metafísica de los pares de oposiciones, a uno de ellos. Nos propone la indecibilidad. Y no siempre de la misma forma. A veces la indecibilidad es ambigüedad (el farmakon que es veneno y remedio); a veces es reverberarancia (el pueblo y la soberanía se realimentan en un círculo infinito; a veces  es inalcanzabilidad lineal (el rastro de la huella). Lo que la metafísica esconde es que sus sistemas no son definitivos. Si analizamos sus fórmulas: el de la cantidad-matemática, el del concepto-lingüístico, el de la verdad-lógica o de la igualdad-éticopolítica, ninguno de ellos es perfecto. Por lo tanto no estamos oponiendo un sistema nuevo e imperfecto a un sistema antiguo y perfecto. Estamos hablando entre pares, por más siglos que avalen al primero. Lo primero que hay que decir es que ningún sistema de pensamiento es completo (Gödel).

 

Por lo tanto no estamos comparando un sistema nuevo (la antimetafísica) a un sistema contrastado (la metafísica), porque la metafísica no está contrastada.  No voy a denostar el viejo sistema  -como lo fueron el mito o la religión- porque fueron sistemas por los que había que pasar. La cuestión es que ya no son útiles.  Pero ese no es el mayor problema: ¿cómo pueden ser útil la deconstrucción, la diferenzia, la posmodernidad o cualquier otro nombre que le queramos aplicar? Voy a resumir lo que la posmodernidad (reduciendo todas las tendencias antimetafísicas en una), pretende en una sola fórmula. Lo que hay que demoler es el principio de no contradicción. Durante veinticinco siglos fue imprescindible que una cosa fuera ella misma y no fuera otra. Hoy esa premisa ya no es válida. La indecibilidad es que una cosa es dos cosas diferentes a la vez. La reverberación es que una cosa oscila entre un y otro valor. La huella nos indica que la naturaleza de las cosas puede ser la ausencia y no la presencia. La ontología se tambalea. El ser ya no es lo que era. El ser deviene y al devenir cambia al ser. Aquella fijeza ha desaparecido. La dinámica se impone a la estática. Los procesos, las relaciones, están por encima de las esencias. La metafísica se ha acabado.  Entramos en la dinamis.

 

Pero ¿eso es posible? Bien, la ciencia lo cree posible. La física cuántica (la de las cosas más pequeñas) tampoco acepta el principio de no contradicción. Todas sus “contradicciones” con la lógica macrofísica se resumen en una: el principio de no contradicción es inviable. Aunar la ciencia y la filosofía depende hoy en día de caducar el principio de no contradicción. Primero se vio en la ciencia y después en la filosofía. La propuesta es sencilla (pero supercompleja): cancelar el principio de no contradicción. ¿Quiere decir eso que dejará de operar en las circunstancias “normales”? No. Como pasa con la relatividad, solo opera en las proximidades de la velocidad de la luz (no porque no opere sino porque es inapreciable). El sentido común lo podrá seguir utilizando, pero sabiendo que es una aproximación. Es más, deberíamos acostumbrarnos a que todo es una aproximación. Nada es exacto porque la exactitud es una espiración, no una realidad. Lo que devuelve a la probabilidad y la estadística a esa posición central que ya la ciencia cuántica le ha dado. El sentido común es estadístico.

 

Durante siglos pudimos aplicar simplificaciones groseras porque en aquel momento eran suficientes. A medida que pasan los siglos  muchas de ellas debieron ser desechadas. Ahora le toca a la metafísica (25 siglos). Solo queda agradecerle los servicios prestados y ¡A otra cosa, mariposa! Son herramientas y cuando se vuelven obsoletas, no queda más remedio que abandonarlas. Nuestro problema es ¿que nuevas herramientas están a nuestro alcance? A un mundo más complejo corresponden herramientas más compleja y eso ¡no quiere decir que sean más simples!. La neometafísica de la contradicción, de la indecibilidad, del reverbero, no nos facilitan las cosas a la hora de decidir. Pero ¿es ese nuestro mayor problema?

 

Pero nuestra reflexión iba  por los derroteros de la transcendencia. ¿Cómo influye toda esta tramoya del fin de la metafísica en nuestro problema? ¿Sigue existiendo algún tipo de trascendencia o ha desaparecido? La respuesta en la próxima entrega o… quizás nunca.

 

El desgarrado. Febrero 2020.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web