» 18-08-2023

Exposiciones y espectáculos. Visto y oido 70. De museos, espectáculos y parques temáticos.

Voy al Guggenheim el 16 de Agosto. Error, pensaréis. No se puede ir a un museo en plena época de vacaciones porque los museos se han convertido en espectáculos de masas y es difícil aunar la íntima degustación estética y los acontecimientos multitudinarios. Los museos son hoy un destino vacacional como las playas, los monumentos, las rutas insólitas o los espectáculos: son parques temáticos. No puedo evitar ir enumerando los cambios que se han ido produciendo para favorecer esta mutación. Sa han suprimido los programas impresos trimestrales y las audioguías. Los niños entran gratis. El aire acondicionado no baja de los 27 grados (por la cuestión del ahorro de energía) y no se limita el aforo por cuestiones culturales sino exclusivamente por consideraciones práctico-legales. Si a eso añadimos que la programación no se centra en la cultura sino en el éxito de público y que la oferta debe ser ampliada a los cuantiosos fondos de que disponen los museos, nos encontramos que cada vez artistas de menor calidad son ensalzados (“descubiertos”) al Olimpo de los elegidos. El concurso de los curadores por la originalidad (descubrimientos y maridajes; nuevas miradas y éxitos de asistencia) completan el panorama de la conversión de la cultura de elite en cultura de masas (Arendt, Eco, Adorno, etc.),

 

La relación entre arte y espectáculo fue establecida por Dabord en los sesenta. Tal como lo interpreta Prieto, toda ideología (artística, política u otra) que fracasa (que no consigue cambiar el mundo) se convierte en espectáculo.  Hay aquí algo de aquella transformación de los significados en significantes de Saussure (los significantes flotantes) que permiten el paso del contenido al continente; algo de esa reificación de la idea en forma. O la formulación de Cristopher Alexander (“Notas sobre la síntesis de las formas” 1964) sobre  lo que permite crear asociaciones entre -alternativamente- los contenidos y las formas (frutas: naranja, limón; deporte: pelota de fútbol, pelota de rugbiy). La multitud de cadáveres que ha dejado esta “sociedad del espectáculo” es abrumadora, desde el comunismo a las escuelas de arte, desde los museos al  diseño. Pondré un ejemplo significativo aunque extremo y a lo que no es ajeno su continua deriva de nombres: el cuarto de baño doméstico reúne una serie de funciones (aseo, higiene, maquillaje, alivio de funciones orgánicas…) unidas por un hilo conductor: el (des)agüe, es decir el suministro y eliminación de agua (e incluso la necesidad de tuberías).  Es un parque temático: la reunión de medios diversos en una finalidad (paquete) común. En el caso del parque de atracciones: el ocio, y en el caso del baño: el (des)agüe. Hoy la ciudad es un parque temático en el que el urbanismo (la teoría y práctica de la conurbanización) y la historia, se unifican en el ocio. Pues bien. El museo también es un parque temático: el de la cultura convertida en asueto. 

 

A la formulación de Dabord, Virilio añade una precisión: “Cuando Guy Dabord habló de “sociedad del espectáculo”, omitió decir que esta transformación de la vida en libreto se organiza sobre la sexualidad y la violencia, una sexualidad que la década de 1960 pretendía liberar, en cuanto se trataba de, sobre todo, derribar una por una las inhibiciones que pesaban sobre la sociedad, consideradas por los situacionistas como intolerables grilletes” (Virilio 2005, 49). ¿Cómo no encontrar en ese “sexo y violencia” el eco de los documentales de naturaleza de “National geographic” en los que la cultura “naturalista” se presenta en el envoltorio de la muerte y el espectáculo de la reproducción explícita (¿Pornografía?). Al camino tomado por la cultura de envolverse en sexo y violencia como “gancho” para las masas, añadimos ahora, el ocio vacacional. ¡Por lo visto, todo vale con tal de culturizar a las masas!  Y todo ello entre la condena de Adorno y la defensa de Eco, de una cultura de masas, que a Arendt simplemente le parecía, un medio de manifestación de “La condición humana”.

 

Es difícil conciliar lo elitista y lo popular en el caso del arte y de la cultura. Es difícil proporcionar acceso generalizado sin banalizarlo hasta la náusea.  Lo que me parece desdeñable es abrir la cultura a las masas, excluyendo -a la vez- a las minorías. Es imposible disfrutar de un museo -y de su oferta cultural- rodeado de niños (de niños maleducados), masificado, con un calor insoportable, con una programación exclusivamente dirigida al éxito de público y sujeta a las extravagancias de curadores iluminados y directores con criterios utilitarios. Quizás -como en el cine- debería instituirse “el día del espectador informado” pues es evidente que aquella antigua práctica de abrir los museos, una vez al año a las masas, se ha convertido, exactamente en lo contrario: la necesidad de abrir los museos, una vez al año, a los artenautas.  Probablemente aquellos programas de mano y aquellas audioguías no tienen hoy sentido con un público que dispone de un dispositivo audiovisual  “de serie”, pero tenían el indudable encanto de “lo cultural” . Y no debe despreciarse el snobismo (etimológicamente “sin nobleza”) como medio de difusión de la cultura. ¿O no hay ninguna diferencia entre un museo y un espectáculo deportivo o un parque de atracciones? ¿O estamos confundiendo -en este ultracapitalismo SXXI- la viabilidad económica con la educación de los ciudadanos?

 

El desgarrado. Agosto 2023.




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