» 30-11-2023

Filosofía y política 1. Introducción.

La filosofía no pasa por sus mejores momentos. La ciencia la ha barrido del panorama intelectual a pesar de que se lo debe todo, desde la lógica (que es como decir todo lo que es racional fuera de la experiencia), hasta la metafísica, que es el marco al que la ciencia no ha renunciado nunca. La filosofía no hace experimentos para comprobar sus asertos. De alguna manera esa verdad se justifica por el simple transcurrir del tiempo. Toda la filosofía es hoy en día un “ensayo”, ideas que no necesariamente tienen que tener una justificación inmediata. Y eso no se lo perdona la ciencia. De hecho la ciencia teórica o especulativa se parece mucho a la filosofía pues emite hipótesis que solo los físicos experimentales corroborarán… y como ha ocurrido recientemente con el bosón de Higgs, no precisamente de forma inmediata. Incluso las matemáticas actúan de esa manera pues consolidan teorías mucho antes de saber, tan siquiera, para que servirán (los números imaginarios, sin ir más lejos)., conformándose con ofrecer herramientas a los físicos que ellos, sí pretenden que reflejen la realidad.  Las matemáticas (de la mano de Hilbert) renunciaron oficialmente hace más de un siglo, a ser un reflejo de la realidad.

 

Decía Witgenstein que la filosofía no es un cuerpo de doctrina sino una actividad que se dirige a la clarificación del pensamiento, no aporta nada acerca del estado actual de las cosas en el mundo físico (Tractatus logico-philosophicus). Hace unos años asistimos con estupor al anuncio de la desaparición de la filosofía de los programas educativos. Es posible que no sea necesario saber quién fue Platón, ni siquiera aquella parte de su pensamiento que se ha tornado obsoleta, pero la filosofía no solo es historia del pensamiento, es también metodología del pensamiento. Estudiar cómo-la-humanidad-ha-pensado es aprender a pensar en tiempos revueltos. Si más no, el que no conoce la historia (del pensamiento en este caso) está condenado a repetirla. No discuto que la enseñanza de la filosofía (como cualquier enseñanza) deba adaptarse a los nuevos tiempos porque es evidente, pero no subviene a las mismas necesidades que antaño. Debemos plantearnos si la filosofía es una disciplina de acción (además de la tradicional de reflexionar) como defiende Witgenstein. La ética es una parte de la filosofía y la ética es hoy en día una disciplina indispensable: política (corrupción, posverdad), ciencia (células madre, embriología, inteligencia artificial), tecnología (contaminación, residuos radiactivos, cambio climático). La ética debe rellenar los huecos que el derecho deja en el comportamiento humano y debe hacerlo  al margen de la normativa, de la compulsión obligatoria. 

 

Pero en el campo en el que la filosofía es imprescindible es en la política. La política es hoy un basurero. Para el ciudadano medio (y probablemente también para el generalmente bien informado) es imposible juzgar la bondad y la verdad de las acciones políticas. La intoxicación, la posverdad, la opacidad, la torticería, la mala fe, la estulticia, la desfachatez, la ambición desmedida, la descalificación,           construyen unas maraña en la que es imposible sacar nada claro. Parecería que los primeros interesados en buscar la verdad, la claridad y la honradez serían los propios políticos, pero no es así. Como los malos equipos de fútbol prefiere evitar que le metan goles que jugar para ganar, y así se llega a los penaltis. No se trata de acertarla sino de no cagarla, no se trata de ganar votos si no de no perderlos. Una vez la desinformación obtenida, utilizando cualquier medio por delictivo que parezca, se trata de populismo (decir lo que el pueblo quiere oír), descalificación (mejor hundir al opositor que alcanzar la altura necesaria), mentiras vestidas de verdades (posverdad), espectacularidad (toda ideología que fracasa se convierte en espectáculo)… pagada con dinero negro y con la financiación ilegal de los partidos, etc. Se trata de introducir al electorado en la ceremonia de la confusión. ¿Por qué? Porque se trata de no rendir cuentas jamás, se trata de la irresponsabilidad, se trata del poltronismo, se trata de la política como profesión, se trata de pertenecer a los privilegiados amparados (aforados, amnistiados, indultados) de la ley y de la Constitución. Se trata de votar por convicciones ancestrales o adhesiones de otros tiempos. Se trata del voto visceral, el voto contra, el voto de castigo, el voto por exclusión, el voto inútil… Contra más cabreado y desafectado está el votante… mejor. Las verdades suenan a propaganda y la propaganda suena a verdad. 

 

La única manera de desentrañar el embrollo, de desenredar el ovillo, es analizar, evaluar, comparar, medir, como única oportunidad de decidir adecuadamente, de votar informadamente. Y eso requiere dedicación, esfuerzo, estudio. Nuestros votantes no estás para ese esfuerzo ¡sobrevivir ya es suficientemente duro! Y los políticos lo saben. Nos muestran el campo de batalla como la lucha entre ideologías enfrentadas, y digo campo de batalla porque el oponente es el enemigo al que no solo hay que vencer sino que hay que destrozar. La victoria del otro es la peor catástrofe, el fin de España o su fractura. Se recurre al patriotismo más visceral para conseguir la atención del espectador/votante y en esa fracción de momentánea atención, proceder a inocularle su veneno: la supervivencia no tiene que ver con las ideas o con las palabras. La supervivencia es la total destrucción del enemigo. Y la violencia (verbal) engendra violencia física. Las agresiones a mujeres, altersexuales, inmigrantes, escolares, se agudizan. ¡Son el enemigo y hay que acabar con ellos! La pureza de la raza es imprescindible, la unidad de España insoslayable, los valores religiosos (es decir: nacional-catolicistas) exigibles, la educación doctrinal saludable. Ciudadanos adocenados por la intoxicación informativa, henchidos de seudodemocracia, desafecos a la política. Ese es el rebaño que quieren nuestros pastores (iglesia incluída).

 

La relación entre filosofía y política es intensa. Solo sabiendo pensar sabremos, que lo que hacen los políticos no es lo que más nos conviene sino lo que más les conviene a ellos. Los partidos políticos son empresas que amordazan las voces individuales e imponen la ley de su fuerza grupal. Las empresas no tienen sentimientos, tienen fines, objetivos y a ellos se deben. La filosofía es lo que nos hará saber que la Constitución es una farsa a beneficio de los poderoso, redactada por los partidos políticos y apoyada por la casta y los poderes fácticos. Solo analizando sus triquiñuelas y sus argucias podremos constatar que la soberanía solo reside en el pueblo nominalmente (porque lo dice la Constitución) y que son nuestros representantes (los políticos) los que hacen y deshacen a su antojo sin ninguna institución de democracia directa (conexión con las bases electorales, consulta con los ciudadanos, instituciones intermediarias: asociaciones de vecinos, o gremiales, etc.).  No podemos dejar que sean los políticos los que vigilan a los políticos como ocurre ahora. Como no deberíamos permitir que una separación de poderes nominal, pero intervenida por los partidos políticos, garantice la conducta cabal de los políticos y los poderes del estado, el llamado equilibrio de poderes. Esa tarea nos corresponde a nosotros los ciudadanos. Es ingrato, incómodo e injusto, pero la alternativa es que la zorra cuide a las gallinas. Sin instituciones de democracia directa nuestra seudodemocracia solo nos otorga el voto como medio de control a los poderes del Estado. O ejercemos ese poder de control o perderemos la poca libertad que ahora nos concede el Estado.

 

Porque la auténtica lucha no es la que se ha establecido entre las diversas facciones políticas (y sus partidarios) sino entre los ciudadanos y los dirigentes. Ellos son el enemigo, a los que hay que vigilar y los que tenemos que fiscalizar. Y para ello necesitamos la mente clara y el entendimiento despierto. Y eso solo nos lo puede dar la filosofía. No su historia sino su práctica, su aplicación justa e inmisericorde. Y a eso dedicaré los próximos blogs: a mostrar como la filosofía y la política se debe desarrollar de forma inseparable. No hará falta que volváis a la escuela (donde por otra parte seguramente no encontrareis la filosofía). Bastará con que perdáis unos minutos leyendo este panfleto. La alternativa ya la sabéis, la aplicación de la divisa de los políticos: “A los amigos, el culo; a los enemigos, por el culo y a los indiferentes… la legislación vigente! Es lo que hay…

 

El desgarrado. Noviembre 2023.  

 




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