» 07-04-2021 |
Solo una vez Rancière ha hablado sobre filosofía: “El uso de las distinciones” incluído en “Disenso” FCE. 2019 (2015). Rancière no es anti-metafísico sino que la metafísica (la ontología) le es ajena. La metafísica es un relato del conocimiento occidental. Pero su cualidad de relato (tal como lo definió Aristóteles en la “Poética”: secuencial, causal, lineal, necesario, intrigante, etc.) se antepone muchas veces a su cualidad de casuística del conocimiento. “Argumentos ontológicos que rebaten otros argumentos ontológicos” es como la calificó. Para Rancière la filosofía participa del conflicto y de la heterogeneidad, entendida como ausencia de consenso (la ternura común por las cosas de Hegel) y de causalidad lineal (homogeneidad). Como el mismo afirma, muchos otros autores han hablado de la heterogeneidad pero como diferencia ontológica (o como poco, constitutiva) y no como disenso: diferencias paradójicas de situación o de opinión. Pero vamos a la explicación de Corcoran.
Empieza por una definición del disenso: “organización de lo sensible en la que no hay ni realidad oculta bajo las apariencias, ni régimen único de presentación e interpretación de lo dado que imponga a todos su evidencia” (Ranciére 2019, 43). Es una declaración en contra de la metafísica: ni esencias ocultas por las apariencias, ni verdad única. Tanto el arte como la política participan de este disenso, no de manera directa sino indeterminable. Responde a la idea de que toda situación es susceptible de ser reconfigurada a otro régimen de percepción y significación. Para Rancière la filosofía está ligada a la distinción de formas artísticas y políticas de disenso, es decir arte, política y filosofía están unidas por el disenso (y por tanto por el conflicto) y ello implica su independencia de los social (consensual y homogéneo). La práctica filosófica debe concordar con el “método de la igualdad”: el rechazo de las distinciones rígidas de los territorios disciplinarios o, entre los que conocen la verdad o son su objeto. ¿Cómo se aplica este método de la igualdad la práctica de la filosofía?
Corcoran se retrotrae a el concepto de Althusser de la filosofía: la repetición creativa: un acto vacío que trabaja sin objeto y sin descanso para restablecer la línea entre el idealismo y el materialismo. Pero la noción de disenso no admite distinciones de este tipo. Sin embargo las distinciones de Rancière entre política/policía y Régimen representativo/estético del arte se podrían equiparar a distinciones o jerarquías parecidas y ahí cobra sentido el título de su artículo: “El uso de las distinciones”. Rancière ha hablado mucho de arte y de política pero poco de filosofía. En este artículo responde a las críticas de su pensamiento haciendo especial hincapié en la heterogeneidad, objeto de las reflexiones de Badiou, Negri, Zizek y Agambem, de las que se desmarca. Corcoran acaba con tres puntos:
1) La práctica filosófica establece una relación jerárquica entre dos puntos (política/policía, arte representativo/arte estético) que se desliga del discurso histórico de la filosofía. Pero por otra parte afirma con rotundidad que no existe ninguna distinción constitutiva. Mas bien la política y la policía representas dos tipos de regímenes de opinión o de tipos de escenario. Pero hay una jerarquía. Esa opinión, expresada en el disenso, no es igual a otra opinión. Al negar el registro de la verdad no afirma que todas las opiniones son iguales. Cuando la policía niega la igualdad de los seres hablantes deja de ser pensamiento (es un no pensamiento) mientras que las opiniones que despliegan todas las consecuencias de la igualdad de las inteligencias son pensamiento genuino. Su autonomía, independiente de la objetividad, basada en la única presuposición de igualdad le confiere la genuinidad. El disenso político se manifiesta superior al determinar la distancia entre el ser hablante y el ser social, formando la igualdad de las inteligencias.
2) Esa sincronía ahistórica de la filosofía permite que haya transformaciones dentro de la filosofía (debido a las presiones de las operaciones y los acontecimientos). Los disensos políticos y artísticos son esos acontecimientos, esas operaciones que condicionan el acto filosófico.
3) Ese cambio gira entorno del concepto de heterogeneidad. Ya hemos dicho que otros pensadores han reflexionado sobre ella, pero siempre como soluciones constitutivas (ontológicas o no) lo que no les ha permitido comprender la heterogeneidad del arte y la política en el sentido de un disenso. Rancière obliga a tomar partido: o la heterogeneidad es constitutiva “o bien está basada en formas paradójicas de acción y experiencia inducidas por la presuposición igualitaria” (Rancière 2019, 46). Dicho de otra manera: o se reduce a una diferencia ontológica (y se convierte en no pensamiento) “o bien plantea una estructura retroactiva en la cual las invenciones políticas y artísticas construyen la efectividad de lo que presuponen, y renuncia a todo lugar propio de la filosofía para situarla, de una forma igualitaria, en los intervalos entre los discursos, entre la filosofía y la no filosofía” (Rancière 2019, 47).
Estamos en una paradoja: postular una diferencia real (constitutiva) para explicar los escenarios disensuales, termina por descartarlos. La solución parece ser que los efectos del disenso en la filosofía solo se crean al relacionar: un mundo en el que el poder de lo heterogéneo se basa en una diferencia ontológica distinta con otro mundo, en el que la heterogeneidad se proyecta como la reelaboración de divisiones del espacio y del tiempo de acuerdo a la presuposición de la igualdad de las inteligencias. La filosofía es, pues, una actividad conflictiva. Rancière establece un desacuerdo entre la idea de que la filosofía tiene un acuerdo con el ser (ontología) o la verdad (lógica) -una justificación, al fin-, o de la filosofía que extrae y saca consecuencias de los cuerpos de experiencia o conocimiento a través de procedimientos de verificación.
El desgarrado. Abril 2021.