» 17-04-2021

La 14-102 Legislatura. Diaz: una sicópata a los mandos.

Arendt acuñó el término de “la banalidad del mal” para referirse a Eichman. Asistió a su juicio en Israel (A donde fue conducido tras raptarlo de su escondite americano) y sus crónicas cabrearon considerablemente a los prebostes judío-americanos que la habían enviado para que se cebara. Arendt era una filósofa y no pudo menos que sorprenderse ante un funcionario que lejos de destilar racismo o animadversión resultó ser un probo funcionario que cumplió las órdenes que le dieron. La banalidad del mal hacía referencia a esa cuestión: cómo se puede ser un monstruo desde la absoluta carencia de sentimientos contra las víctimas. Simplemente cumplía órdenes que no se planteaba. Este tema se ha suscitado muchas veces con los científicos: ¿Ser científico exige que, además tenga una conciencia moral que se sobrepone a su talante científico? Si en vez de conciencia moral dijéramos sentimiento religiosos casi todos diríamos que no es de recibo mezclar (supeditar) la ciencia a la religión. El científico que elaboró el gas Ziclón (con el que se extern¡minó a seis millones de víctimas del holocausto) simplemente cumplió con su deber de científico: hacer un gas que matara al mayor número de gente de la manera más efectiva. No olvidemos que la máxima efectividad es una aspiración masculina (metafísica) que no se halla presente en la actitud femenina que antepone la calidad a la cantidad (genes, relaciones, hijos, salud, etc.).

 

La efectividad tiene esos problemas. ¿Un científico es antes científico (efectivo) que hombre (moral)? Eso precisamente nos propone el sistema capitalista en su competitividad a ultranza. Arendt se horrorizó ante esa jerarquía que anteponía el trabajo a la humanidad y cuando lo expuso abiertamente fue durísimamente criticada. Luego comprobamos que el talante bíblico de que “o estás conmigo o estás contra mi” era algo que el estado de Israel mantendría hasta sus últimas consecuencias frente a los palestinos. Ojo por ojo y diente por diente, aunque los consecuentes no correspondan a los de los agresores (desviación de la respuesta). Hoy en día podemos afirmar que la banalidad del mal está plenamente asentada entre nosotros, por la efectividad del capitalismo y por la inhumanidad de la política. M. A. Rodriguez es una de esas personas cuya moralidad es un estorbo para su carrera política. Hasta Aznar se horrorizó y lo largó (cuando ya había conseguido lo que se proponía como presidente). Y la heredera de esa perla es Diaz La Madrid.

 

Para Rodriguez mentir no es un defecto sino una virtud. Sabe que los ciudadanos no escuchamos ni a los políticos ni a los medios (Rancière lo llama la superioridad de la inferioridad). Nuestro desprecio por lo superior, nos da la razón. Ante esa situación, mentir no es importante, es necesario. Dice Diaz: “y si yo hubiera tenido el poder, todos los madrileños estarían ya vacunados”. Una de las tácticas esenciales de este tipo de personajes es achacar a los demás lo que tú mismo estás perpetrando (fascismo, totalitarismo, inhumanidad), y apoderarse de sus logros (como la libertad, el feminismo, el estado del bienestar…). En el oír sesgado de los ciudadanos eso genera confusión y la confusión es el alimento de este tipo de tipos. Su gran desgracia es que los conozcan, que los desenmascaren, porque si los llegan a conocer están perdidos. Rodriguez lo sabe y se escuda en Diaz para permanecer en la sombra. Probablemente se siente Maquiavelo. Tras que lo desenmascaren aparecerá a la sombra de otro político que necesite de sus servicios: mentir, intoxicar, achacar a los demás sus propios defectos.

 

Esta forma de actuar es de sicópata. Un sicópata tiene una falla en la empatía que le impide reconcerse en los demás. Como consecuencia nada les impide ser mosntruosos. Consideraciones finalistas, de resultado, de efectividad, se anteponen a cualquier consideración humanitaria. Por supuesto la finalidad de la actividad política no es el bien común sino salvar el culo y conseguirle la mejor poltrona posible que se debe conservar indefinidamente. Estas características son comunes a todos los políticos pero hay algunos que los ejercen de forma sicopatética, A tumba abierta, sin perdón. La historia nos ha dado muchos ejemplos de esta forma de actuar: Hitler o Stalin son dos casos paradigmáticos. Pero los políticos han conseguido que el aspecto totalitario se superponga a su lado sicópata de modo que pareciera que todos son inocentes, excepto algunos casos señalados (como diría Rajoy). Si analizamos los emperadores romanos, prácticamente todos eran sicópatas. Quizás simplemente va con el cargo.

 

La Señora Diaz (en cuanto heredera de una saga de expoliadores y ladrones del PP que llevan “gobernando” la comunidad desde hace 25 años, por cierto después del tamayazo que les permitió acceder al gobierno ilegítimamente) es culpable de que Madrid no tuviera ni la investigación, ni los recursos (materiales y humanos) para enfrentarse a la pandemia. Los recortes y las privatizaciones lo habían impedido. Madrid tiene el menor gasto de la península en sanidad y los más bajos impuestos. Claro que lo último no compensa la pérdida de la vida como los ha ocurrido a más de 12.000 madrileños: un genocidio. La desastrosa gestión de las residencias de ancianos también ha propiciado el mayor número de muertos de España en su sector… intensificado por la orden expresa de que no se desviaran enfermos a la sanidad pública, condenándolos, así, a la muerte. La solución fue echarle la culpa al gobierno central. Cuando se demostró (que en ausencia de vacunas) las únicas soluciones efectivas eran las preventivas organizó una revuelta contra las decisiones de gobierno central y la interterritorial para favorecer la recuperación económica en detrimento de la recuperación sanitaria. Se ha demostrado que no lo consiguió (sus números económicos no son mejores que los de otras comunidades, que sí han seguido las directivas) y siguió echándole la culpa al Gobierno central. Cuando llegaron las vacunas denunció que no le llegaban porque el Gobierno central “castigaba” a la comunidad de Madrid iniciando una causa independentista exactamente igual en argumentos a la de las comunidades independentistas tildadas de rompeespañas, radicales y terroristas por el PP y por ella misma. Madrid se convirtió en el burdel de Europa como la Habana lo fue de USA. Cuando en Murcia hubo ruido de sables convocó elecciones sabiendo que ese solo gesto costaría la vida a miles de madrileños. “Manipuló” a los jueces para que no admitieran el recurso interpuesto por la oposición, como también trató de manipular la inclusión fraudulenta de Cantó y otros, esta vez sin conseguirlo.

 

Y ahora empezará la campaña (es un decir: están en campaña eternamente). El cuatro de mayo ganará las elecciones y probablemente gobernará con VOX por quien ya ha mostrado sus simpatías. Un gobierno de ultraderecha en contra de los deseos de Casado que trataba de deslindarse de los ultras. Pero la pregunta es ¿Por qué los madrileños quieren a una sicópata genocida como presidenta? Para responder hay que entender al electorado. Vamos a ello: 1) a los ciudadanos no les interesa la política por lo que su información es parcial y sesgada (por los políticos y los medios). Los políticos lo saben y se aprovechan mintiendo en la seguridad que los ciudadanos nunca llegarán a saber quién miente. Para ello hay que acusar al oponente de lo que tú mismo estás haciendo. 2) Tal como explicamos en “Lecciones de política alternativa 79. Hábitos de voto y crispación política” los ciudadanos aplican modos de pensamiento limitados para decidir su voto: a) prueba y error, b) intuición, c) analogía y d) mitología. Esos medios son insuficientes para lograr un voto responsable e informado, pero superar el asco que produce la política es muy difícil para el ciudadano. 3) La aplicación de las técnicas independentistas (“Madrid es España dentro de España”), la defensa a ultranza de la hostelería y el turismo, la negación de la perimetración, el enfrentamiento con el Gobierno central, etc. impone la idea de que Diaz, “por los madrileños, mata” (como la Esteban, por su hija). 4) El rapacismo político de anteponer los intereses partidistas y personales a cualquier consideración del bien común, llevado al extremo de la teoría del culo (salvarlo, apoltronarlo y aplicarla)… incluso a costa de la vida de los madrileños. 5) La ventaja que le otorga a Diaz el bloqueo de la renovación de los jueces realizado por su partido que hace que el PSOE/UP tengan que gobernar con un poder judicial netamente del PP. 6) Sin olvidar que el ciudadano prácticamente solo perciben la bondad de un político por como cuida al ciudadano, como trabaja por él. Gabilondo y Arrimadas abandonaron a su electorado y ahora pagan las consecuencias. Más Madrid y sobre todo Diaz, se han significado como cuidadoras del electorado.

 

Poco importan los datos y las verdades. Diaz gobernará Madrid sobre un montón de cadáveres, pero no importa. La parcial y sesgada percepción que los madrileños tienen de su actuación es que no saben quien miente y que ella ha trabajado por ellos. En una actitud infantil (cerebral y afectivamente),  votarán a quien les defiende. Aunque sea una defensa envenenada, interesada y criminal. ¡Así es la vida! y así les conviene a los políticos que sea. ¡Contra menos sepa el electorado, mejor! Si ya ahora con una atención difusa, un desafección política intensa y una actitud infantil de requerimiento de cuidado, la soberanía del pueblo está en discusión ¿qué ocurriría si el voto fuera responsable y meditado? Lo que está en juego es la soberanía y ahí los políticos no cederán nunca.

 

El desgarrado. Abril 2021.




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