» 24-12-2021

La 14-134 Legislatura. ¡El fin de la dictadura democrática absoluta!

Parecía que la aparición de los partidos presuntamente transversales, C’s y Podemos, iban a cambiar -precisamente por su transversalidad- la política española. Finalmente se han decantado por uno de los dos bloques tradicionales (derecha-izquierda) acabando con la ilusión transversalista. Sin embargo su aparición ha influido de forma sorprendente en la marcha de la política: el consenso. Hasta ahora los partidos del bipartidismo solo aspiraban a tener una mayoría absoluta que les permitiera mangonear a su antojo la política nacional.  Se le llamó “el rodillo” y consistía en una dictadura del partido con el poder absoluto… dentro de la más estricta legalidad que no es otra cosa que la legalidad que los propios políticos se autootorgan para poder mangonear y resultar irresponsables en esta Constitución de transición que clama por su modificación.

 

En esta legislatura, hemos asistido a una serie de cambios que nos muestran que la evolución política todavía es capaz de sorprendernos. La primera es el primer gobierno de coalición de la corta historia constitucionalista de nuestro país. Si en vez de fijarnos -como hacen los partidos fascistas (PP y VOX)- en sus desavenencias y las expectativas de su desaparición nos fijamos en sus logros, nos encontramos con agradables sorpresas. Nunca los consensos (más o menos tirantes, pero ¿quién dijo que el consenso debería ser pacífico?) habían florecido de forma parecida. Aceptamos que la democracia es litigio pero suponíamos que entre partidos enfrentados en el eje derecha-izquierda, pero nunca hemos aceptado que la democracia es litigio en todas direcciones (incluso dentro de los partidos). Lo importante no es el litigio, sino la solución: el consenso. Rancière llega más lejos y además de entender la democracia como litigio, da otro sentido a la palabra consenso que lejos de ser acuerdos o coincidencias se transforma en lo opuesto al disenso: la igualdad de las inteligencias, las capacidades y las oportunidades.

 

La campeona de esa forma consensual de hacer política ha sido una mujer: Yolanda Diaz. La ideología (de cualquier signo) ha estado siempre del lado del absolutismo (el modelo monárquico): el que tiene la razón (divina o humana), es decir: el poder, debe imponerla. Ningún gobierno en mayoría ha consensuado nada con su oposición. Todos han preferido sesgar la sociedad hacia sus premisas de derechas o de izquierdas. Ello conduce a que cuando cambian las tornas se legisla en el sentido contrario, en un vaivén inútil y estéril. Hemos tenido ocho leyes de educación o de reforma laboral. Increíble pérdida de tiempo y de dinero público. Ha hecho falta que las mayorías absolutas sean imposibles para que la cultura del consenso se imponga en España. Pero no solo eso. También ha hecho falta un toque femenino y una nueva cultura política, que la oposición en pleno y una buena parte de los partidarios del gobierno no han entendido. Se puede entender que no han sido ajenas las injerencias de la UE (y sus ayudas) o la necesidad pura y dura, pero quiero creer que hay algo más.

 

Es evidente que no se han cumplido las promesas de derogar la reforma laboral, de derogar la ley mordaza, o de alcanzar un SMI que conservara el poder adquisitivo de los trabajadores, pero se ha mejorado. Eso quiere decir que se ha preferido consensuar a aplicar el rodillo en beneficio del concierto. Se ha aprobado los presupuestos ante la denuncia desaforada de la oposición fascista que solo ve las prebendas que se dan a los radicales rompe-españas y no ve el consenso mayoritario que evita el bochornoso espectáculo de la prolongación de su vigencia ante la imposibilidad de llegar a acuerdos. Pero en vez de ver el vaso medio vacío podríamos ver el vaso medio lleno. No se ha cumplido todo lo que se pretendía, pero ese regateo es la esencia de la democracia en la que la igualdad (aunque sea de pérdidas y ganancias) es mucho más importante que las decisiones absolutas de cortas piernas.

 

La política no es revolucionaria, no consigue grandes cambios en escasos lapsos de tiempo. La política lo que pretende es, precisamente, abolir la revolución, lograr los cambios (aunque menores) al margen de la violencia. Debemos reciclarnos y olvidar que las ideologías son la exigencia del cambio inmediato. España es plural y la política debe tenerlos en cuanta a todos (incluso a los que aspiran a separarse). Somos muy viscerales y queremos (exigimos) que nuestras ideas ganen por goleada como lo hacen nuestros equipos de futbol favoritos. Pero a veces hay que conformarse con empatar o ganar por la mínima, en el último minuto y sufriendo. Y sobre todo hay que saber perder, tomar impulso, no perder la fe y seguir adelante (y meto la cuña del futbol porque es evidente que ya no es machista). Y eso no quiere decir perder los ideales, sino respetar los ideales de los demás.

 

Yolanda Diaz apunta a llevar más allá del consenso su proyecto político. Sus encuentros con otras mujeres apuntan a crear un frente feminista-político. Sus palabras apuntan a una transversalidad desligada de las ideologías del eje derecha-izquierda. Si Podemos  fracasó al querer querer jugar al comunismo y C’s al querer jugar al fascismo, no parece que eso le vaya a pasar a Diaz. Hay serios indicios de que Diaz puede dar un cambio radical (en el sentido blando de la palabra) a la política. Descartando al pollo descabezado, que está agotando sus últimos minutos en el campo de juego, Sánchez será un poderoso contrincante para Diaz. No repetiré los argumentos por los que sostuve que Sánchez es un animal político importante y tampoco obviaré que la política del consenso también le pertenece. La superpopulista Diaz Ayuso se desinflará tarde o temprano  (a pesar de su posicionamiento por un frente femenino con Álvarez, Arrimadas y posiblemente Monasterio y Olona). Y si todo eso ocurre acabaremos viendo a la primera presidenta de España…  probablemente derrotando a Diaz Ayuso. La vida es perversa y asistiremos a un duelo Diaz-Diaz. Seguramente, entonces, nos lamentaremos de que la política se repite.

 

En cualquier caso hemos asistido -en esta legislatura- a la mayor “revolución” ocurrida ocurrida desde el nacimiento de la democracia. Pero no se lo pondrán fácil a Diaz. En la política de los hombres, de las poltronas y de los culos (salvarlo, mullirlo, conservarlo y utilizarlo como objetivo) nada es simple. ¡Pero igual hay suerte! Lo que es seguro es que no sobrevivirán el pollo descabezado y la libertadora de Madrid. Uno de los dos caerá porque la política de los consensos ha traído otra cosa: la desaparición de las ideologías como aglutinantes de los partidos. Los personalismos han entrado en juego. ¿Acabaremos como los USAnos con dos partidos sensiblemente iguales? ¿Acabaremos en un pragmatismo fascistoide? ¡No se pierdan nuestra próxima entrega!

 

El desgarrado. Diciembre 2021.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web