» 29-12-2021

La 14-135 Legislatura. El sentido común y el sentido “político”.

La inteligencia no es unitaria sino que se manifiesta de diversas maneras: tópica, experiencia, intuición, instinto, lógica, razón, inducción, deducción, abducción, método hipotético-deductivo, método experimental, etc. Nuestra mente los aplica dependiendo de la situación juntas o separadas. El método científico es hipotético (incluso intuitivo)-deductivo (incluso inductivo)-experimental (incluyendo la experiencia previa). La lógica es una cláusula de cierre que se suele aplicar como corroboración de cualquiera de los otros y coincide sensiblemente con lo que llamamos sentido común. La metafísica acepta tres principios (identidad, no contradicción y tercio excluso) válidos en la física pero no válidos en la microfísica y la macrofísica, lo que demuestra que no todo el monte es orgasmo. La irrupción de la política en el panorama cognitivo (recordemos que no es un sistema de cognición sino de acción) ha trastocado todo el sistema del conocimiento de acuerdo con sus “necesidades”, y en particular ha dinamitado el tradicional sentido común.

 

El sistema plutocrático (Rancière) formado por el Estado, el aparato militar, el poder económico y el poder mediático (los medios de comunicación), sin necesidad de concertarse, convergen muchas veces en sus intereses conformando el estado capitalista o el estado de la seguridad (militar-policial, económico, informativo, identitario), hasta el punto que la seguridad se ha convertido en una premisa y no en una respuesta del estado plutocrático a las necesidades político-sociales: procurar la inseguridad para alcanzar la seguridad. Los expertos en estos campos: políticos, economistas, militares y periodistas se alinean hoy en torno a los primeros conformando una verdad, un sistema de conocimiento que prevalece sobre cualquier otro. Ni siquiera la verdad científica (como hemos visto durante la pandemia) puede competir con este contubernio plutocrático. Por supuesto el sentido común ha sucumbido a este estado de cosas.  En especial, el poder mediático y el poder económico están alineados con el poder político de forma inextricable. La seguridad policiaco-militar no hace falta que se alinee por cuanto depende directamente del poder político, todo ello -como se ha dicho- envuelto en el concepto de seguridad.

 

En el campo en que este sesgo es más llamativo (dada la premisa de información veraz que lo constituye) es el poder mediático. Su total alineación con una u otra facción política les hace retorcer la verdad (y el sentido común) hasta que se avienen a sus sesgos. Si no fuera dramático resultaría cómico, siempre retorciendo los hechos para que se decanten por sus tesis. El resultado es que faltan a su más elemental obligación de veracidad y por tanto de información. Es esa una de las principales razones de la desafección de los ciudadanos por la política: la intoxicación es tan tenaz que es imposible informarse. No solo vivimos en un espacio de bulos, mentiras y troles, como consecuencia de la galaxia internet sino que cualquier información está teñida de partidismo y de sesgo por la propia militancia de los periodistas (si así se les puede seguir llamando). La campaña mediática contra Podemos es un ejemplo singular en el que se han llegado a falsificar documentos oficiales para hundir la formación de los indignados. Que los políticos mientan lo llevan en el ADN pero que mientan los medios de información es una corrupción de la institución democrática que la inhabilita. El cuarto poder es hoy en día tan corrupto como los tres previos (ejecutivo, legislativo y judicial).

 

El sentido común es una cláusula de cierre que permite que -sin necesidad de conocimientos especializados- se pueda entender cualquier situación, aplicando la lógica más elemental, la tópica, la intuición, la experiencia acumulada, etc.  Pues bien, eso se ha acabado. Las tradicionales mentiras de los políticos (que incluyen los tres poderes, pues los jueces, más allá de la injerencia de los políticos, han tomado partido y sesgan sus fallos de política, en nombre de la equidad, olvidando la letra de la ley), el alineamiento de los periodistas, la potencia intoxicativa de internet (redes sociales, granjas de trolls, campañas orquestadas, bulos, etc.), la politización de la economía y el estado de la inseguridad, todo ello ha conducido a que las instituciones estén profundamente corrompidas. No son las personas (esas “pocas” manzanas podridas que cacarean los políticos) las corruptas, sino que son las propias instituciones las que están podridas y así, una democracia -ni tan siquiera mediocre- es imposible.

 

La política lo ha invadido todo y permea todo el sistema plutocrático. No es pues de extrañar que converjan en sus intereses y decisiones, pues no son poderes separados (disjuntos) sino aspectos de lo mismo: la política. Vivimos en el estado político. Los políticos legislan, gobiernan, juzgan, informan, se encargan de la seguridad y resuelven los problemas económicos. Y a este absolutismo de dirigentes e ideas le llaman democracia, cuando se debería llamar monocracia, oligocracia, absolutismo, monarquía de los políticos, etc… es decir la dictadura de la política. La ceremonia de la dominación se ha completado. Los ciudadanos hemos sido excluidos de la vida política a los gritos de ¡libertad, igualdad, democracia, soberanía popular, separación de poderes! El opio del pueblo no es la religión (que bien se podría incluir entre los poderes plutocráticos) sino que es la política. Intoxicados, narcotizados, engañados. Con burundanga no habría sido menos efectivo. La admiración popular de los nacotraficantes viene de ahí.

 

El desgarrado. Diciembre 2021. Mensaje navideño.




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