» 16-01-2022

La 14-137 Legislatura. La esquizofrenia política del PP.

Machín -hace algunos años cantaba: “…No es posible, amar a dos mujeres a la vez y no estar loco”. Y eso es lo que le pasa al PP (y por extensión a sus socios de la ultraderecha). A las órdenes del pollo descabezado -que perdió el norte hace ya tiempo obsesionado por recuperar un poder que piensa que le pertenece- pretende atacar al gobierno en todos los frentes, lo que le lleva a la esquizofrenia. Por una parte- dice- que la reforma laboral del gobierno no es más que un leve maquillaje de su propia reforma; por la otra es una reforma inadmisible que no se puede apoyar. No importa que la patronal lo haya firmado, no importa que sea el producto de un consenso amplio. La derechona no acepta, ni lo que viene de su propio bando, con tal de minar las expectativas electorales de su opositor. En derecho, es la doctrina de “ir contra los propios actos” y en sicología se llama esquizofrenia. Esa es la oposición que tenemos: descabezada (o como mínimo: bicefálica… que nada tiene que ver con tener dos falos… aunque todo se verá). Aquí también muestra su esquizofrenia: o no tiene cabeza o tiene dos.

 

Todo esto viene del argumentario. La RAE acoge el concepto como: “el argumento” dependiente de una ideología política. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que argumento e ideología política son palabras incompatibles. Es decir: no se trata de un argumento dialéctico-filosófico (ni siquiera retórico) sino una argucia política. No tienen que ser (en el caso de más de uno)… homogéneos, compatibles, armónicos o simplemente coherentes. La política es el ámbito de lo posible lo que sus señorías han entendido que es lo posible incluso fuera de la lógica, de la axiología, o de la ética. ¿Es posible atender a las palabras de quien no acepta el lenguaje común, y que, por tanto no se atiene a esos conceptos citados? Dice Rancière -parafraseando a Platón- que la política (en el “orden natural”) es la legitimación para gobernar por la tradición, la antigüedad, la sangre, la fuerza o el saber. Es un reparto (de lo sensible) de lugares y capacidades. En el caso de la derechona podemos excluir el saber. Todo lo demás les avala: son tradicionalistas, antiguos, aristo-oligócratas y dictadores. Platón añadió una última legitimación del poder: la democracia: el poder para gobernar de los que no tienen ninguna legitimación para gobernar ni ocupan el lugar de los que gobiernan, y eso la derechona, no lo puede soportar.

 

De dónde viene esa esquizofrenia no es difícil de rastrear: la necesidad de la intoxicación del electorado. La política es filosofía de la acción y cuando los políticos tienen pocas acciones de que vanagloriarse no les queda más remedio que recurrir a la palabrería, a lo dicho y no a lo realizado. Convertir las palabras en hechos meritorios mediante la manipulación, la mentira, la intoxicación, la demagogia, es relativamente fácil. Mucho más fácil que realizar acciones dignas de mención. Y en esa escalada de la palabra, la intoxicación (el engaño), la tergiversación, la calumnia, el populismo, son fases que conducen a lo que la política es hoy: “teatro, puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro” (La Lupe). Quizás no les suene la música pero seguro que reconocen la letra. Los políticos quieren que los electores voten por adhesiones incondicionales, por ideologías generales y no por los hechos realizados ni los logros conseguidos. Por eso confunden al electorado mediante la mentira (la falsedad), la demagogia (los argumentos torticeros) y el populismo (decir lo que el electorado quiere oír). Por eso la derechona ha caído en la esquizofrenia, el haberse instalado en un argumento y el contrario… si así puede denostar al opositor e intoxicar su percepción de lo real.

 

Su forma de combatir la corrupción generalizada (esa herencia de la dictadura) es denunciar que todos los políticos son iguales (de corruptos). Toda la fuerza se les va en achacar al opositor las mismas lacras que la justicia les ha achacado a ellos mismos. Poco importa que para ello acuse, de lo que ha sido acusado. El pollo descabezado fue acusado de que hablaba mal de España en los foros internacionales. Y no solo hablaba, también procuraba que los fondos de la UE no llegaran a España, para conseguir una ventaja estratégica sobre el gobierno. Como dijo el inefable Montoro, a la sazón ministro de economía: “Que se hunda España que ya la salvaremos nosotros”. Ahora acusa a Garzón de hablar mal de la carne española en el extranjero. Poco importa que esa acusación no corresponda a la literalidad de sus palabras (y la prueba es que UK no haya aprovechado las supuestas declaraciones para obtener una ventaja en sus exportaciones). Lo importante es intoxicar la opinión pública para obtener una ventaja de truhán.

 

Otra estrategia generalizada de la derechona es apropiarse de los conceptos tradicionales de la izquierda a la par que endosarle sus propias lacras. La libertad, el feminismo, el laicismo, los presupuestos más sociales de la historia, el contrato indefinido, los derechos humanos elementales, el estado social de derecho, el empleo, las bajadas de impuestos, son para ellos, logros de la derecha. Por el contrario la desigualdad, las feminazis, el totalitarismo, el nazismo, el comunismo (en el sentido expropiatorio del término), el precio de la luz, la inflación, la incapacidad de mejorar la economía (e incluso de conocerla, según Diaz), la incapacidad general para gobernar, son lacras de la izquierda. Es fácil ser político: no hace falta actuar, se puede robar, la ley te protege y mediante la ingeniería verbal todo se tergiversa. ¡País!

 

El desgarrado. Enero 2022.




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