» 07-02-2022

La 14-145 Legislatura. Hecha la ley, hecha la trampa. El diputado del colon irritado.

La dificultad de la ley es que está sujeta a interpretación y no por su carácter de ley, sino por que su vehículo es la palabra y la palabra es perversa. La palabra no es un medio técnico creado para la comunicación sino un medio emotivo, vocativo, proactivo, poético, enunciativo, etc. cuyo fin no es la exactitud del mensaje sino muchos otros cometidos. El derecho anglosajón prefiere el precedente (la evolución histórica) que el código, para armar su sistema legal; el derecho napoleónico (europeo) prefieren el código y relega el precedente a la jurisprudencia (el quehacer histórico de los jueces). Los códigos incluyen las reglas de interpretación con acuerdo a las que deben entenderse y aplicarse las leyes y la primera de ellas es el diccionario, que como sabemos propone diversas “acepciones” para una sola palabra. Todo esto conduce a la inseguridad jurídica. Si además añadimos que la política añade sus propios fines a los fines jurídicos, que el tema de la oportunidad hace que se legisle en caliente, que son los mismos políticos los que regulan legislativamente su propia actuación (con la consiguiente debilitación de la responsabilidad), entonces, la posibilidad de unas leyes de interpretación única es imposible. En resumen: hecha la ley, hecha la trampa.

 

Nuestra democracia es una democracia representativa es decir que la soberanía reside en el pueblo pero no se permite a éste que intervenga en la gestión de su destino. Entre el pueblo y el ejercicio del poder democrático se intercala o un político o -modernamente- un partido político. Nuestra Constitución -de cuño reciente- se decanto por la representación de los partidos pero no ajustó lo suficiente los principios que defendían la representación de los políticos, generando contradicciones. Los políticos no se pueden presentar individualmente sino que deben encuadrarse en listas de partidos que son cerradas y bloqueadas (no permiten que los electores escojan a un político sobre otro, o exterior a la lista), la subvención por escaño se paga a los partidos, no se adjudica a cada político un grupo de lectores sino que todos los de un partido representan a todos los electores del partido, etc. Claro que todo esto se regula en la ley electoral y no en la Constitución. Por otra parte el acta de representante es propiedad del político, su responsabilidad jurídica es personal (aunque amparada por el aforo) y sus decisiones son también personales creando una ambigüedad entre lo que hace en nombre del partido y lo que le atañe exclusivamente a él.

 

Y de aquellos polvos vienen estos lodos, y el barro es el transfuguismo, es decir el modo en que los partidos tratan de que el acta no se le quede el político que deserta o es expulsado de un partido, o visto desde el otro lado el valor añadido que aporta un político cuando se cambia de partido llevando su acta bajo el sobaco. La regulación del transfuguismo no alcanza el grado de Constitución o de ley, ni siquiera de reglamento; es un acuerdo entre partidos políticos. Y es su carácter de acuerdo  interno el que le da su debilidad pues el PP ha decidido que puede romperlo cuando quiera (y quiere a menudo) y comprar las voluntades de diputados ajenos para torcer la voluntad de los partidos acordada por medio de pactos. En un momento político en que las votaciones son enormemente ajustadas este recurso de tahúr es enormemente efectivo. Y a eso hemos asistido en la reciente votación de la reforma de la ley laboral.

 

Pero la vida es perversa y quiso que esta jugada de tahúr quedara invalidada por el error de un diputado del PP que se equivocó al votar telemáticamente debido a una irritación del colon que le “impidió” asistir al pleno. ¡La culpa de la ley laboral es del culo de un diputado! Y recordemos lo importante que es el culo para los políticos (ver “reflexiones tipográficas” y “lecciones de política alternativa”). Pues no se puede hablar de justicia poética divina cuando se beneficia una coalición demoníaca, republicana, que exige responsabilidades a los diáconos católicos por su pederastia y responsabilidad por las inmatriculaciones de inmuebles y evasión a hacienda, que apoya el matrimonio homosexual, el aborto y la eutanasia y que llama a Franco: dictador. Y sobre todo, que quiere mejorar la vida de los trabajadores.

 

Y a partir de ahí se desarrolla la ceremonia de la confusión de la interpretación de las leyes y de la invalidación del resultado por cualquier medio: en primer lugar el PP invoca el error informático, pero en cuanto dispone de argumentos jurídicos cambia, a que se debía haber confirmado telefónicamente el voto del diputado irritado colónicamente. Pero esa disposición estaba derogada por lo que debe cambiar a otro argumento: la mesa del congreso no actuó de acuerdo al reglamento. En la calle (y en los medios) las palabras son más gruesas: golpe de estado, régimen totalitario, conculcación de la democracia, Zapatero como corre-ve-y-dile de Maduro, árbitro (la mesa del congreso) comprado. Evidentemente recurrirán al Constitucional… cuya composición no en vano han mantenido tres años sin renovar para no perder la ventaja conservadora que las urnas les han negado. Los caminos de Dios son inescrutables y el PP tiene la simpatía de Dios.

 

Pero de lo que no hablarán (ni tan siquiera han negado) es de si compraron la voluntad de dos diputados navarros, en riguroso secreto, para torcer la voluntad de pactos alcanzados entre partidos políticos. Lo de “pacta sunt servanda” no es para el PP. La estrategia es: “de los navarros… ni palabra”. Por su parte los diputados navarros siguen dando versiones contradictorias de sus razones, que si bien son legales, no explican por qué mintieron, ocultaron y sobre todo explicaron de forma torticera, con tal de obtener la sorpresa que daría al PP la ventaja definitiva. Porque seguramente los disidentes del pacto de investidura no habrían permitido que la derecha ganara la votación, pues no es lo mismo oponerse con resultado positivo, que oponerse y perder la mejora de los derechos laborales de los trabajadores. Pero no son los únicos que la cagaron. Al PSOE le pareció estratégico expulsar a Rodriguez (IU) del Parlamento, por una sentencia que no avalaba dicha medida. El voto de Rodriguez se perdió (al no ser sustituido… puesto que recurrió) y hubiera sido decisivo si el diputado del colon irritado no la hubiera cagado estrepitosamente. La estrategia, como el fuego en el caso de los niños, no debe ponerse en manos de inexpertos.

 

¿En manos de quién estamos?: tahures, estúpidos, estrategas de salón, falsos, ambiciosos, torticeros, desalmados, oportunistas, incultos, etc. Así como también de los autores de leyes inoperantes y contradictorias. Pero no me resisto a ampliar la teoría del culo político. A las conocidas de: salvar el culo, apoyar el culo en la mejor poltrona y el teorema del culo: al amigo el culo, al enemigo por el culo y al indiferente la legislación vigente debemos añadir que el colon irritado te puede llevar a cagarla. ¡Una joya!

 

El desgarrado. Febrero 2022.




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