» 12-04-2022

La 14-153 Legislatura. ¡La ultraderecha ya gobierna en España!

El debate en los medios y en los foros es el cinturón sanitario, es decir el acuerdo de los partidos contra la ultraderecha para que no gobierne. El debate, en España, ha acabado casi antes de empezar. El PP de CyL ha hecho un pacto de gobierno con VOX para gobernar en coalición. ¿Dónde ha quedado aquello de que el PSOE solo quiere gobernar a toda costa? ¿Dónde ha quedado aquello de que no se puede pactar o gobernar con los partidos presuntamente antidemocráticos, anticonstitucionalistas o separatistas? Fernández lo ha dicho con claridad: respecto a lo primero: “La gran mayoría de los ciudadanos castellano-leoneses así lo quieren” ¿De donde saca estos datos? No lo dice lo que equivale a que es una opinión. Respecto a lo segundo: “Establecer líneas rojas o cinturones sanitarios respecto a facciones políticas salidas de las urnas parece escasamente democrático” ¿Por qué eso mismo no se ha aplicado a los pactos de gobierno del PSOE con Podemos o con aceptar el apoyo de partidos como Bildu (tan salidos de las urnas como VOX y aceptados como partidos democráticos por el Supremo). Se llama intoxicación.

 

La derechona acuñó un término propagandístico para referirse a los partidos que abogaban por modificar la Constitución: anticonstitucionalistas. Oído así parece que lo fetén es conservar la Constitución tal como está por los siglos de los siglos. Dado que la Constitución se ha modificado dos veces debemos colegir que la Constitución no es inamovible y que la aspiración de cambiarla, por garantismo de los derechos humanos, por mejora del estado de bienestar o social, por quitar la impunidad al Emérito y -en consecuencia- a los políticos, por un Estado federal o incluso por la independencia es absolutamente legítima. Y eso serviría para los cambios que proponen los ultraizquierdistas y los ultraderechistas. Hasta aquí, ambas facciones deberían callarse y aceptar la realidad constitucional. Pero no se trata de eso. Se trata del ventajismo de los tahures: yo puedo hacer trampas pero tú no.

 

Los argumentos son por parte de la ultraderecha que los de Bildu son terroristas o que los separatistas declararon unilateralmente la independencia durante once segundos… pacíficamente. La izquierda afirma que los cambios que lleva la ultraderecha en su ADN fundacional son: el cuestionamiento de la democracia, del Estado de las autonomías, el negacionismo de los derechos fundamentales como la memoria histórica, los derechos de las mujeres, el estado laico, los derechos de los emigrantes, la sociedad orgánica, la desigualdad basada en el contubernio con los poderes fácticos y con las minorías “oprimidas” como los taurinos, los cazadores, los padres cornudos, y los ciudadanos (inflación, impuestos, bienestar, precio de la energía…), el adoctrinamiento en las escuelas, etc. Es evidente que también hay argumentos en que ambos se ponen de acuerdo en detrimento de los ciudadanos pero dado que no desestabilizan la balanza… los obviaré.

 

El Fernández muñeco -presidente “in pectore” de CyL con los votos de VOX- nos ha regalado unas cuantas perlas impagables que hacen que no echemos de menos a Rajoy: “¡Hay que acabar con el adoctrinamiento en las escuelas!” y cuando la periodista pregunta “¿hay adoctrinamiento” el muñeco contesta: “No”. Ante la pregunta de qué es la inmigración ordenada, responde con suficiencia (como lo hacía Solanas: “Yo le contestaré y usted me entenderá”: Uhm, ehh, si, claro… una inmigración ordenada. A la violencia de género le llama violencia intrafamiliar… pero nos garantiza que la primera no se derogará (¡cómo si pudieran!), a la nueva “ley de memoria histórica” la llama Ley de concordia. Por su parte su socio de gobierno anuncia que derogarán el título 8 de la Constitución que regula el Estado de las autonomías., y aclara: “por lo legal. No como los independentistas catalanes” Por lo visto no ve contradicción entre participar en un gobierno autonómico y tratar de derrocarlo.

 

El cinturón sanitario no aparece en la Constitución (porque no es posible). Es una estrategia pragmatista, utilitarista, y por tanto afín al fascismo (Habermas). No se puede afirmar que no sea democrático. O aceptamos la libertad de expresión y la libertad de estrategias de los partidos, o nos salimos de la democracia. Lo otro es ética y esa no está regulada por la Constitución. Pero eso tiene una contrapartida: o vale para todos o no vale para nadie, lo que vulneraría la Constitución en su principio de igualdad. Lo que no es de recibo es que unos puedan pactar y gobernar con partidos anticonstitucionalistas y otros no. Pero los partidos son así y lo importante es la intoxicación. Siempre se habla de que gobierne el partido más votado, que el segundo vote la investidura del primero para evitar la irrupción de terceros, que renuncien a los apoyos de partidos “anticonstitucionalistas”, que el del gobierno llame a consultas a la oposición, que la oposición sea leal, que el del gobierno sea transparente, que se alcancen pactos de estado, que no se utilicen fakes continuamente, que la política consiste en lo que los otros hacen mal y no lo que ellos hacen bien, que consideren idiotas a los electores, etc. Pero nunca ocurre porque ambos, lo que quieren es lo ancho para ellos y lo estrecho para el otro. Esa crispación perpetua (y galopante) es la que abre paso a la ultraderecha, al populismo, a la desafección del electorado, al voto por descarte. A toda la mierda que rodea hoy a la política. Pero es igual. Nunca llegarán a un pacto de no acusarse de lo que hacen los dos, como si fuera una actitud del otro.

 

No es una actitud inútil por cuanto la atención de los ciudadanos a la mierda que desarrollan los políticos se queda en los titulares (y a eso colaboran los medios con denuedo). La inteligencia hace años que no comparece. Se trata de ofender, desprestigiar, insultar y acusar. En definitiva: intoxicar. Si las palabras envenenaran todos los partidos estarían en el Tribunal de la Haya. Y así estamos con una ultraderecha desbocada, un electorado diletante, una información inoperante, y una crispación nauseabunda. Los ciudadanos votan para castigar, por descarte (al que todavía no la ha cagado), for fun, o para joder. Las ideologías ya no existen (son incapaces de captar nuevos proselitos), pero las elecciones seguirán siendo una fiesta más parecida al festival de Eurovisión que el ejercicio de la decisión de nuestro futuro. ¡Felicidades! Lo habéis jodido todo, pero tenéis la solución: el cordón sanitario. ¡España, mañana, será ultramontana!

 

El desgarrado. Abril de 2022.




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