» 06-08-2022

La 14-160 Legislatura. Diálogo.

El nihilismo político ha llegado a su máxima expresión. Haga lo que haga el gobierno la oposición lo niega todo: qué, cómo, cuando, donde, por qué… El qué, consiste en el texto de la disposición y no solo hace falta buscarle los errores (que siempre los hay) sino de inventarlos. El cómo es el tipo de disposición: decreto, decreto ley, reglamento, recomendación, etc. El cuando precisa el demasiado pronto o el demasiado tarde. El donde incluye los anuncios hechos fuera de España, en un foro que no era el adecuado, o en un canal que no era idóneo. El por qué se adentra en la teoría de la conspiración: ¿Cuál es la intención oculta del gobierno para actuar: chantaje, cambalache, partidismo, debilidad, arrogancia? Siempre hay un punto en el que se puede hacer leña del árbol a derribar, porque lo único que vale es el derribo del gobierno para ocupar su puesto. Porque la política es nihilista: no construye nada solo destruye, niega, cuestiona y sobre todo, lo grita a los cuatro vientos.

 

El reciente decreto de medidas contra la inflación (ahorro de energía) son un claro ejemplo: primero se cuestionó el texto (incluso con mentiras), para añadir que el decreto ley es un medio espurio para este tipo de disposiciones. Luego se dijo que las medidas llegaban tarde y que fueron precipitadas.,

Más tarde que el BOE no era el sitio adecuado para anunciarlas (se debía haber informado previamente a los afectados, previo diálogo). A continuación se hizo hincapié en el donde. Dado que los países “de nuestro entorno” han tomado las mismas medidas y estas se anunciaron en el BOE, el acento se puso en que no se llamó para “colaborar” con la honorable oposición. El porqué es de todos sabido: el gobierno se asocia con terroristas e independentistas (como si asociarse con ultraderchistas fuera menos malo), miente a los ciudadanos, favorece a su partido y, en su debilidad, tiene que ceder a todas las presiones Es un argumentario interesado porque la oposición no quiere vender sus bondades sino demoler a su contrario.

Los ciudadanos practican el voto por descarte. Ante una maraña de mentiras incomprensibles e indescifrables optan (como hacen con las compañías de telefonía) por descartar la que les ha jodido, sabiendo que todas son iguales. Bien le podríamos llamar el voto comercial. Lo importante no es lo que dicen (la publicidad es muy engañosa) sino lo que te han hecho a nivel personal (no mejorar tu nivel de vida o bajar tus impuestos), lo más elemental e inmediato. Respecto a la ideología (en el caso de que todavía exista) ha sido atropellada por el utilitarismo inmediato. Si un partido ofreciera diez euros por los votos ganaría las elecciones puesto que a los ciudadanos les importa una mierda lo que dicen (pues mienten) y saben que lo que hacen es absolutamente nada. Aceptarían una ventaja inmediata.

 

Pero volvamos al tema del encabezamiento. En la actual situación la oposición ha optado por reclamar el diálogo como lo inaceptable del gobierno. No es difícil saber por qué: no tiene argumentos fiables para oponerse a unas medidas, que si bien pueden ser discutibles, son las que han adoptado los países democráticos y son de sentido común. Es entonces cuando la oposición recurre a la exigencia del diálogo. Pero ¿es el diálogo lo que la oposición a usado en su quehacer habitual? El PP (la actual oposición mayoritaria) No dialogó con los independentistas prefiriendo (como casi siempre) la judicialización de la política amparándose en su “ventaja” adquirida con pasadas (muy pasadas) mayorías. No dialogó sobre la ley de educación, imponiendo la suya cuando tuvo mayoría absoluta, en un ejercicio de convertir la educación en adoctrinamiento, lo que nos ha conducido a tener ocho leyes de educación en la democracia. No dialogó con la oposición acerca de la ley de memoria histórica, la ley del sol (conduciéndonos a la situación de penuria energética en la que estamos), los recortes de la crisis del 08, la devaluación de la ley laboral, la ley del aborto, las leyes de protección del género femenino, el matrimonio homosexual (y todas las leyes que protegen a su colectivo). No dialogó con la oposición cuando tuvo el “rodillo” mayoriatario. No ha dialogado con la oposición para cumplir la constitución y renovar los puestos del poder judicial. En una palabra: no ha dialogado nunca.

 

Los políticos no tienen pasado. Nada de lo que hizo su partido tiene que ver con lo que son ahora (Fraga, Aznar, Rajoy, Casado dixit) y nada de lo que ocurrió en su pasado tiene que ver con lo que son ahora (o es una persecución infundada de la infame oposición). Los políticos son i-responsables. Lo dice la ley: aforamiento, leyes ad hoc (Constitución incluida), juicios amañados, indulto, amnistía, etc. Eso les exime de cualquier culpa pasada, como la de no haber dialogado jamás. Sin embargo eso no ocurre con los demás: los terroristas serán siempre terroristas y los independentistas serán siempre independentistas. Los falangistas, franquistas, pederastas-diáconos, torturadores, asesinos de posguerra, tampoco corresponden a la ley de responsabilidad. Quizás deberíamos equipara a estos últimos con los militantes del PP.

 

El mejor invento de la derecha (y al decir derecha me refiero a los explotadores, los que chupan la sangre a los desfavorecidos) es el “interés de Estado” (como he dicho en otros blogs consistente en confundir el interés de España con el interés de los españoles). Mediante esa artimaña la derecha ha conseguido que la izquierda secunde sus propuestas (armamentismo, recortes laborales, respeto a los poderes fácticos…). Y de ahí viene la idea de que cuando la izquierda gobierna tiene que dialogar con la derecha, consensuar. Evidentemente la contraria es imposible. Jamás la derecha a dialogado con la izquierda estando en el gobierno.

 

No digo que la falta de diálogo no tenga sus razones. Cuando una formación gana las elecciones es para aplicar un programa en todo diferente al de sus opositores. El diálogo solo es posible cuando se quieren formar mayorías cualificadas (reforma de la Constitución, poder judicial) o en el interés del estado (como es el caso de la educación, de las reformas laborales, o de los derechos individuales), pero el de verdad. No el que nos condujo a la OTAN, a la guerra, al armamentismo, a la ley del sol, al apoyo incondicional a los poderes fácticos (esos que ahora no quieren colaborar con los ciudadanos ante la crisis) o a secundar la mierdo-democracias vecinas. Pero lo que pretende el PP es que las decisiones que el Gobierno toma acertadamente, puedan ser esgrimidas como propias en unas futuras elecciones. Eso es lo que quieren: el aprovechamiento del éxito ajeno. Por eso no se puede dialogar sobre determinadas cosas (las que los diferencian) y es necesario dialogar sobre lo que es dialogable: el independentismo, el poder judicial, la reforma de la Constitución, la ley de educación, las leyes de género, la inmigración, etc.

 

El diálogo no es una panacea universal. Es mejor que la dictadura pero no sirve para todo. Pero sobre todo no puede ser intermitente: ahora sí, ahora no. El diálogo no es una exigencia democrática (la democracia favorece la ley de la mayoría) sino una argucia de la derecha para socavar el poder a la izquierda.

 

El desgarrado. Agosto 2022.




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