» 18-09-2022

La 14-163 Legislatura. El reparto del coste de la inflación.

La patronal ha decidido que el coste la inflación la paguen los trabajadores. Mientras sus salarios no alcanzan una subida del 2,5% los precios -que han subido un 6,5%, excluida la inflación energética- dejan sus expectativas de beneficio de la patronal dentro de lo razonable. Es más, los alimentos han subido mas de un 14%, lo que quiere decir que el sector de la alimentación está aprovechando la inflación para hacer su particular agosto, y no se trata de que los productores agrícolas hayan mejorado sus ingresos sino que esa desproporcionada subida ha ido a parar exclusivamente al bolsillo de los intermediarios. Es un paso más en la escalada de la desigualdad que cada vez se descara más vergonzosamente. No solo se trata de que haya cada vez muchos más ricos (un 15% más en la última crisis) sino que la vida de los trabajadores sea cada vez más difícil, hasta que con el advenimiento de la robótica, desaparezcan como clase.

 

Por su parte el gobierno ha decidido que su nicho de votos debe ser ampliado a lo que llaman: “las clases medias y trabajadoras”. Tiene lógica puesto que las clases medias están sufriendo con la subida de la inflación tanto como los trabajadores y el PP no está haciendo nada por aliviar ese sufrimiento. No solo defiende enconadamente a la patronal en su desmesurado aumento de beneficios sino que se niega a la negociación de los agentes respecto al reparto de la inflación. El cacareado “pacto de rentas” (mediante el que se debía pactar el reparto del coste de la inflación entre trabajadores: aumento de los salarios  y empresarios: disminución de los beneficios) tiene cada vez menos fuelle a medida que la facticidad del aumento de los beneficios se consolida a la vez que se congelan los salarios. Tiene lógica que si la derecha abandona a su suerte a las clases medias (tan reacias ellas a ser tomadas por obreras) la izquierda les dirija su atención preferente. La desigualdad solo admite dos clases: los pobres (trabajadores) y los ricos y a la clase media le ha tocado el primer grupo.

 

Porque la clase media paga impuestos como si fuera rica y gana dinero como si fuera trabajadora. Y esto no lo hace solo la derecha, sino que también colabora la izquierda. Al decir que paga impuestos como si fuera rica me refiero, obviamente, a como si los ricos pagaran impuestos, pues ya sabemos que los gobiernos (sean del color que sean) dispensan mediante, exenciones, axacciones, sociedades patrimoniales, tipos reducidos, paraísos fiscales, y trato preferencial de hacienda, de la progresividad constitucional del impuesto a las clases privilegiadas. Y recordemos que progresivo no quiere decir ariméticamente proporcional a los ingresos (o beneficios), sino que esa proporcionalidad debe ser multiplicativa.

 

La dictadura franquista (prácticamente libre de impuestos en una época en la que se entendía que a los ricos no había que molestarlos y de los pobres no había nada que rascar) hizo que la ley de arrendamientos urbanos (LAU) cargara el precio de la vivienda sobre los hombros de la clase media, los pequeños propietarios. La democracia desplazó el péndulo hacia el otro extremo (como por otra parte era normal en un sistema capitalista de libre competencia). El péndulo se desplazó tanto que los precios resultaron abusivos. El gobierno decidió que esa situación debía incidir sobre los hombros de los pequeños propietarios y no de los fondos buitres y grandes poseedores. Pero además la reforma de la ley fue lo bastante ambigua para que los trabajadores entiendan que se defiendan sus derechos cuando cualquier buen (caro) abogado (de los que contratan los grandes poseedores) conseguirá que los beneficios sigan fluyendo a favor de los poderosos. Previamente se habían subido las tasas judiciales para evitar que los pequeños propietarios pudieran acceder a la justicia. El caso del artículo 11 LAU es significativo. Por un lado es asimétrico (lo que es abusivo en una situación contractual). Los arrendatarios pueden rescindir a los seis meses pero los arrendadores de aguantar cinco años limitando la subida del alquiler al 2% anual. Solo este año perderán un 8% de poder adquisitivo. Y no es que no se deban regular los alquileres sino que no debe hacerse sobre la espalda de los pequeños propietarios (trabajadores al fin).

 

La clase media no está desapareciendo “naturalmente”. La están matando. Los poderosos aumentan su dominación y la desigualdad. La derecha defiende los intereses de los ricos y el gobierno carga contra las clases medias para que soporten la subvención de las clases trabajadoras. Ni que decir tiene que el respeto reverencial de la izquierda por los poderosos es cuasi religioso. Los poderes fácticos establecieron en los años ochenta (ultraliberalismo de Reagan-Thatcher) un contubernio con los políticos, a cambio de numerosas prebendas como puertas giratorias y puestos en los Consejos de Administración. La pregunta es ¿quien soportará el sistema cuando las clase media hayan desaparecido a manos del gobierno? y ¿cuando haya desaparecido la clase trabajadora a manos de la robótica? Seguramente imaginan una sociedad de ricos donde solo trabajan los robots, la sociedad del bienestar ha desaparecido,  todos los trabajadores son gestores-especuladores-emprendedores, el crédito es la única riqueza y el mercado es la jungla. En vez de una utopía, una distopía.

 

Como en aquella serie “The orange is de new black” una nueva desigualdad sustituirá a la desigualdad actual. Los trabajadores del sector servicios se convertirán en los nuevos esclavos del capitalismo (ya lo son). Los capitalistas no pararán hasta que todo el capital revierta a sus manos. La desigualdad se producirá entre los propietarios y los desheredados, entre los amos y los esclavos. La izquierda se habrá fusionado con la ultraderecha (que previamente lo habrá hecho con la derecha) y el partido único se unirá al pensamiento único y al “fin de la historia”. El individualismo habrá acabado con la sociedad y la ciudadanía se habrá despolitizado absolutamente. Afortunadamente el cambio climático, el deshielo, la contaminación, las mutaciones, las pandemias, la sequía, la globalización y los dominadores, habrán acabado con la especie humana y la tierra volverá a reverdecer sin el parásito humano. ¡Y vuelta a empezar! Porque sin sociedad, sin política, sin ética, sin igualdad, nuestra sociedad ya no tendrá sentido.

 

El desgarrado. Septiembre 2022.




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