» 20-01-2020

La 14-18 Legislatura. La Ironía.

De repente ciertas palabras cobran una significación especial. La ministra habla de ironía y los medios explotan. Marhuenda utiliza siempre la “ironía” -cuando interrumpe a todo el mundo- para no responder a lo que le incomoda, pero se pone en situación “de estupendo” cuando exige que no le interrumpan, y hablar ex cátedra. En unos casos sonríe con suficiencia y en los otros frunce el ceño como un profesor airado. Las expresiones se popularizan. Es decir se transmutan a populares. Todo el mundo habla de deconstrucción pervirtiendo el sentido que le dio Derrida: la destrucción de la metafísica. Rorty nos explicó el ironismo como una forma de huir de la racionalidad, de escapar de la ilustración. El pueblo se apropia de los conceptos y -por ignorancia o por sabiduría- los convierte en otra cosa, en algo vulgar, es decir, en vida. Os voy a hablar de lo vulgar, de lo común, de lo que hoy los políticos llaman populismo.

 

La ironía forma parte de la retórica: el habla que trata de persuadir y no de poseer la verdad. Esa verdad que, finalmente, era patrimonio de los filósofos y sobre todo ahora, es patrimonio de los científicos. La ironía es una reducción al absurdo retórica. “escúchame lo estúpido que suena tu argumento” Es una manera de plantar en la cara del oponente la falsedad de su argumento pero no por la refutación sino por la evidencia de la estupidez, de la incongruencia, de la imposibilidad. La ironía es fenomenológica: “¿oyes, lo que oyes?” “¡Puedes seguir defendiéndolo!” Los políticos ya no son retóricos y por tanto tampoco son irónicos. La eficacia de su discurso se basa en decir pocas cosas y simples. La remota posibilidad de decir algo que deba ser entendida gramaticalmente de forma contraria a la que se enuncia les espeluzna. Es, precisamente lo contrario de lo que ellos piensan que es un mensaje: claro, directo, corto y simple. Como aquella descomunal frase de Reagan: “lean mis labios: no subiré los impuestos” Era un mensaje corporal, el que nunca miente. El que no necesita cerebro. Solo cuerpo. La verdad de los animales.

 

No son irónicos en los mensajes, pero sí son irónicos en la recepción de los mismos. La ironía -el ironismo- se ha trasladado del emisor al receptor. La ironía, hoy en día, es una forma de desautorizar, de despreciar, de  descalificar. No es retórica, es contraofensiva, es argucia, argumentario. Los políticos son como Sheldon Cooper: inasibles a la ironía. Ver a Martinez en la alcaldía de Madrid i a Diaz en la comunidad homónima, es desalentador. ¿Son esos los políticos que con su inteligencia y su ingenio nos van a sacar de problemas? ¿Esos mismos que no saben hablar, ironizar, retorizar. Esos zafios del lenguaje, de hablar cansino y peroración infantil? ¿Recuerdan, a veces, lo cerca que están de donde vivió y escribió Lope o Cervantes? Lo de los gigantes hace tiempo que desapareció. Quedan los piojos, la miseria intelectual y la podredumbre mental. Heredero/as de aquellas glorias que protagonizaron el Tamayazo, los negocios sucios, el urbanismo de los campos de golf y de la ciudad de la justicia, de las escuelas y de las viviendas sociales pero de finalidad buitre. Las ranas de la lideresa. Pero eso sí, vestidos de chulapas y de chulos con ese aire caduco de zarzuela, tan retórico, tan carnavalesco.

 

Y en este escenario, si alguien ironiza, no es entendido. ¡Aprenda la lección Sra. Ministra. No está el horno para bollos! ¡Absténgase de licencias literarias porque los cerdos y las margaritas no están al caso! Y sobre todo no es cuestión de pasar al terreno didáctico y explicarles que si empieza por idos (en este caso “se figuran” y termina por culo (en este caso una carcajada), no es un saludo. Así es la vida. No solo hay que explicar el significado (el contenido) del mensaje. También hay que explicar el significante (la forma) porque el que con niños se acuesta, cagao se levanta. Sabíamos que la legislatura sería bronca, pero no sospechábamos que también sería desveladora. Que dejaría con el culo al aire a estos retóricos de salón que a duras penas saben desautorizar y descalificar. ¿Han nacido ustedes para jueces y no para políticos? Quizás por eso se convierte en imposible la renovación del CSPJ! Por eso y por muchas cosas más…

 

El desgarrado. Enero 2020




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