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» 11-03-2020 |
Si algo nos enseña esta crisis sanitaria es la absoluta incapacidad de los políticos para gestionar algo que no sea la descalificación, el insulto y la controversia estéril. La crisis se está gestionando con el culo. Se prohiben los viajes en avión (de Italia a España) pero se permiten por carretera o en tren; se realizan los partidos de fútbol a puerta cerrada pero se permite que los aficionados se atumulten en los alrededores; se manda a los colegiales a casa pero se permite que se concentren en los parques y se encomienda a los abuelos (principal colectivo de riesgo) que los cuiden, ante la imposibilidad de los padres de gestionar su inasistencia a clase. Medias medidas que no resuelven sino salvar el culo de los políticos, pero en absoluto, afrontar la crisis.
Pero no todo es negativo. Dicen que los amigos son para las ocasiones. Quizás también los enemigos (aunque sean víricos) también lo son. En nuestra pretendida modernidad cibernética el virus ha demostrado que las incongruencias son enormes.
1) La robótica no es tan hegemónica como se pretendía. La robótica gestiona pero no produce. Las materias primas (y no tan primas) son producidas en última instancia por mano de obra esclava, en el tercer mundo, que nada tiene que ver con la robótica. La industria se empieza a lamentar de que sin materias primas y piezas elementales no podrá seguir produciendo (la automovilística, sin ir más lejos). El monstruo tiene los pies de barro. La robótica se paraliza si la mano de obra esclava enferma. ¿Interesante, no? Por otra parte siempre hay un cierto personal humano al que se le encomienda misiones de control y supervisión y que si enferman joden el misterio. Parece que a los capos de la industria se les ve el culo: ni las materias primas ni la supervisión están exentos de la intervención humana. Quizás las huelgas deban desplazarse de las fábricas robotizadas a los centros de extracción y de producción de materias -sino primas, primeras-, quizás el sindicalismo deba globalizarse.
2) La descentralización del trabajo ha demostrado cabalmente que tiene defectos insoslayables. Si en esta crisis la gran mayoría de las empresas hubieran estado preparadas para implementar el trabajo en casa (el teletrabajo) el noventa por ciento del problema del virus habría desaparecido. Pero no. Las empresas no invierten en supuestos sino en realidades como, por ejemplo, los beneficios. De hecho solo invierten en beneficios. Es evidente que el teletrabajo reduce los puestos físicos de trabajo y por tanto las inversiones. Pero las empresas prefieren mantener el férreo control de las asistencias sobre el etéreo resultado de la productividad. Recuerdo que hace pocos años las empresas oponían a las ventajas laborales la productividad (que consideraban baja). Cuando ha habido la oportunidad de medir la efectividad por la productividad y no por la asistencia se han puesto de perfil. ¡El control es el control y los empresarios lo llevan en el ADN! Y que no se eche la culpa a las PIMES porque no se trata de empresas de menos de cinco trabajadores sino de las grandes empresas y las grandes concentraciones de personal.
3) Si la educación hubiera iniciado el camino de la descentralización (siguiendo el modelo de la universidad a distancia, o abierta) los niños podrían seguir escolarizados en sus casas, no se pondrían nerviosos por el confinamiento (que también se produce en el colegio) y no tendrían que desfogarse en los parques mientras se infectan los unos a los otros… y a sus abuelos. Pero los políticos no quieren renunciar a su primerísima función de intoxicar, adoctrinar y dirigir. No es casual que llevemos casi una docena de leyes de educación (de intoxicación política) porque todos los partidos quieren sus juventudes hitlerianas bien entrenadas para el futuro. No en vano el 50% del voto es cautivo de la ideología.
4) Si los políticos no hubieran perdido toda credibilidad podrían ser creídos en situaciones en las que la credibilidad es importante como en las grandes crisis. Puede parecer muy gracioso invertir la credibilidad en difamar, insultar y contravenir a todo lo que se mueve por la simple razón de que lo ha dicho el contrario (sea gobierno u oposición), pero eso tiene consecuencias, básicamente que pierdes toda credibilidad. Cada vez que un estúpido político subvierte la realidad para arañar unos pocos votos debería pensar que esa merma en su credibilidad será en el futuro la causa de que los ciudadanos, ni le escuchen ni le atiendan.
Sé que todo esto caerá en saco roto. La única y fundamental misión de un político es salvar el culo y subsidiariamente asegurar que ese culo tenga una poltrona mullida y duradera. Pero caerá en saco roto porque los ciudadanos no tenemos memoria. Somos del último que llega y de lo último que dice. Y así no tenemos solución. Dicen que tenemos los políticos que nos merecemos. No llegaría tan lejos (a las diez plagas de Egipto) pero lo que es evidente es que tenemos los políticos a los que votamos… no siempre por razones objetivas. La política no es algo que se hace cada cuatro años (¡con suerte! últimamente cada año). Se hace cada día y es importante apuntarse mentalmente todas estas cagadas para que los que las cometen no repitan en el cargo. La crisis se está gestionando con el culo y estos que lo están perpetrando no deberían repetir, sean del partido que sean.
Oigo a la señora Diaz decir que tienen la mejor sanidad del mundo cuando tienen la mitad de los casos y los muertos de toda España. ¿Es idiota? La mejor sanidad es la que resuelve no la que se queda paralizada ante la crisis. Y por supuesto no es la que se ha privatizado para que ciertos amiguetes se forren. Oigo a Casado decir que ha habido falta de previsión. Y añade: tengo constancia de que la comunidad de Madrid había previsto medidas hace meses. ¿por qué no las aplicó? ¿Se lo prohibió el gobierno? Si la comunidad tenía previsiones y no las aplicó es rea de inutilidad manifiesta. El Sr. Ortega se desplazó a Milán hace pocos días y se dio varios baños de masas en cuanto regresó. Eso es terrorismo sanitario. Ahora Abascal arremete contra el gobierno a ver si nadie se da cuenta que el Sr. Ortega es un inconsciente que no puede estar en cargo público alguno. Hay un virus peor que el corona (que tarde o temprano nos afectará a todos como ha confesado Merkel) es la estupidez congénita política que como su nombre indica es incurable y afecta esencialmente a los políticos. Estamos en manos del virus que en su limitadísima inteligencia sabe lo que quiere y como conseguirlo. Además no tiene oposición. Los políticos le han dado carta blanca. No dudo que este blog tenga continuidad. La capacidad de cagarla de los políticos es infinita.
El desgarrado. Marzo 2020.