» 27-05-2020

La 14-33. Legislatura. El rey (la democracia) está desnuda. Marlaska/Cobos.

Todo sabéis ese cuento -de tan grande éxito entre los sicoanalistas- del rey que se muestra desnudo engañado por un truhán embaucador, pero al que nadie se atreve a avisar de la patraña, hasta que llega un niño que se limita a reflejar la realidad sin cualquier otra componenda protocolaria. Pues bien los truhanes son los políticos, el rey es la democracia y el traje es la división de poderes. Falta el niño. La mirada pura capaz de denunciar que a la democracia se le ve el culo. Durante años (todos los de la democracia española) los políticos han socavado la división de poderes con el fin de obtener el poder absoluto (eso que trata de evitar la propia división).

 

Se trata de controlar al poder legislativo, lo que se consigue con el reglamento del Congreso, las mesas de autoridades, los decretos-ley, pero sobre todo con la mayoría absoluta. La mayoría absoluta debería atenuarse en un estado democrático (con el derecho de las minorías). Sin embargo en nuestra “democracia” es una realidad aumentada. Las leyes electorales así lo disponen: se votan partidos (listas, cerradas y bloqueadas) lo que concentra el voto, en circunscripciones desigualitarias: la provincia (lo que rompe con la igualdad del voto y beneficia enormemente el voto rural), se aplican leyes de proporcionalidad que favorecen a los partidos más votados) y se establecen límites de acceso al congreso y a los grupos parlamentarios. Si a esto añadimos las dificultades del voto rogado (casi diríamos: la imposibilidad) y por correo, ya tenemos el panorama de la mediatización del voto electoral al control de los resultados. Por supuesto además están las trampas pero solo hablaba de las corruptelas y no de la corrupción.

 

El otro poder a controlar es el judicial. Este es especialmente sensible en un pueblo donde los políticos son mayormente chorizos. Para controlarlo se articulan las siguientes medidas:  la fiscalía depende del gobierno, así como el reparto de las causas. Los políticos han situado, en la elección a la cúpula del poder judicial, a políticos que finalmente determinan de forma partidista estos órganos. Pero no olvidemos que las leyes las hace el Parlamente, que ya hemos visto antes como controla el ejecutivo. Las leyes tratan de forma desigual (respecto a los otros ciudadanos) a los políticos: redacción de leyes que favorecen netamente a los políticos por acción u omisión; aforamiento (solo serán juzgados ante el tribunal que controlan), amnistías (decretadas por el ejecutivo) indultos (idem). Reforma de la ley de procedimiento judicial para que se abrevien las causas de manera que sea imposible instruir causas complejas (como las de corrupción política). Apoderamiento de los datos de los electores lo que permite campañas electorales personalizadas (¡aprovechando la reforma de la ley de protección de datos!), etc.

 

En la actualidad el PP se niega a renovar la cúpula del poder judicial, porque lo controla y si se renueva perderá su control. Prefiere paralizar la judicatura que perder el mangoneo que le permite salvar el culo en tantos y tantos casos de corrupción. Pues bien este PP, que es el primero que le está diciendo al rey que está vestido, ha iniciado una campaña en la que acusa al PSOE de injerencia: es decir de intervenir en el poder judicial. ¿Es cierto?: sí es cierto. Pero es cierto porque existe un contubernio entre los dos partidos del bipartidismo en hacerlo de esta manera. La cuestión es que el tema de la separación de poderes es como esos juicios en los que se involucra dinero negro. Todo es dar vueltas y vueltas porque nadie quiere reconocer que existe ese dinero lo que los colocaría en un delito fiscal. Pero es que la existencia de dinero negro es algo que involucra a las dos partes. Como en el dilema del prisionero el mejor resultado se obtiene si ninguno denuncia al otro para salvarse… sin perder de vista que cualquier referencia al dinero negro supondría un delito distinto y añadido.

 

La democracia está desnuda porque los políticos le han arrancado el vestido, el vestido de la separación de poderes. Han urdido, a la vez, la patraña de que está vestida. Los ciudadanos no salimos de nuestro asombro porque vemos que la separación de poderes que la cubría no existe. ¿Quién es el niño que puede acabar con la pantomima? No lo sabemos pero si nos tenemos que fijar en lo que ha ocurrido en todas las ocasiones en que se ha destapado un escándalo, deberá ser un cornudo. Desde el caso Pujol a los Ertes de Andalucía el asunto lo destapó un cornudo. Lo que debe la democracia a los cornudos es incalculable. Quizás por aquello de que donde tengas la olla no metas la polla. Este es un llamamiento público a los cornudos de la separación de poderes: ¡Haced de niño y desvelar la falta de velo, denunciad que la democracia está desnuda! Solo la pasión puede acabar con esta patraña. Quizás por eso los políticos son tan moralistas. O, no.

 

Mientras tanto la farsa sigue.

 

El desgarrado. mayo 2020.




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