» 31-05-2020 |
Parece que vemos la luz. Cuando pasas de 1.000 muertos diarios a 50 muertos en la última semana solo se puede hablar de éxito. No está la tarea acabada (es posible que no se acabe nunca, como el SIDA) pero la actuación ha sido ejemplar. No se cayó en errores que han cometido otros países como: anteponer la economía a la sanidad, fiar la iniciativa estratégica a los propios ciudadanos o a las comunidades, menospreciar al virus, contemporizar con medidas que satisficieran a todas las sensibilidades, ni en la desunión, la mezquindad y el partidismo a ultranza (esto último es patrimonio del nuestro). Me he pasado la vida de este blog denunciando las continuas cagadas de los políticos solo atentos a los réditos electoralistas de sus actuaciones. No diré que no se hayan contemplado esos réditos, pero en balance de éxitos sanitarios, es evidente que el gobierno de coalición, sin mayoría absoluta y con un frente fascista unido en su contra, ha actuado de forma ejemplar.
Pero es que -una vez sentada la primacía de lo sanitario sobre lo económico- la actuación económica también ha sido notable. Las ayudas sociales, desde los Ertes a la renta universal, pasando por las ayudas a los autónomos han conseguido que la economía (sobre todo la bolsa) no se desmoronara estrepitosamente. Una caída del 30% es pavorosa pero no catastrófica, y sobre todo se ha conseguido que no se acabe de perder toda confianza en que se estaba haciendo todo lo necesario y que esto tiene salida. Medidas de ayudas a las comunidades autónomas están en marcha. Las ayudas conseguidas de Europa son un rescate, pero un rescate parcial (el 66% es a fondo perdido) y comunitario (no solo para España). Los acreedores han demostrado que creen en que la situación está controlada porque si no, la prima de riesgo se habría ido donde se fue con la crisis de 2008.
Y tras lo sanitario y lo económico solo queda hablar de lo político. El gobierno de coalición ha funcionado perfectamente, con una unidad que no han tenido los órganos centrales del PP con sus comunidades. Pero además ha tenido que lidiar con una oposición mezquina, rastrera, mentirosa y envidiosa. Finalmente -tras ensayar varias posiciones de Estado paralelo- se ha dedicado a tratar de derrocar al gobierno aprovechando lo que sus manuales le decían que era una ocasión inmejorable: el sufrimiento de la población. Su técnica de tirar la piedra y esconder la mano, chillando como parteras cuando se les acusa de lo que hacen, amplificado con las empresas mediáticas que los apoyan nos presentan su indigno proceder como estrategia y la respuesta proporcionada del gobierno como insólita. Si algo hay que juzgar en esta crisis no es la actuación del gobierno sino la actuación de la oposición. Porque la oposición a acusado al gobierno de todo lo que no ha hecho y ella misma no ha hecho nunca.
Acusar al gobierno de los muertos, la falta de medios materiales y humanos, la falta de vacunas y tratamientos, que son consecuencia de los recortes en Sanidad de Rajoy, de los recortes en I+D de Rajoy, de las privatizaciones de la sanidad pública de Rajoy (y Aguirre y Camps) es simplemente obsceno. Lo primero que tiene que ser un político es responsable, pero claro, eso no va con la ultraderecha. Lo suyo es mentir y mentir para que parezca que sus cagadas son las cagadas de la izquierda, que sus corrupciones son las corrupciones de la izquierda, y no estoy diciendo que no haya ni cagadas ni corrupciones en la izquierda; estoy hablando de estrategias.
Sabemos porque mienten: para confundir, para intoxicar, para extender una densa cortina de humo que haga que a la hora de votar los ciudadanos no sepan a que atenerse. La estrategia del villano que sabe que en un sistema de información perfecta nunca podría ni convencer ni ganar. Frente a la honorabilidad ideológica de la izquierda (algo estúpida a veces) la ultraderecha nos muestra el pragmatismo del fascismo. Siempre ha sido así. Si la izquierda se derechiza para ocupar el centro, la derchona se pragmatiza en dirección al fascismo (ese pragmatismo que le hace renunciar a: que el Estado es el peor empresario si se le puede sacar la investigación básica; al rescate de los bancos; al soporte a las empresas demasiado grandes para dejarlas caer), a favorecer políticas sociales para no asfixiar a la gallina de los huevos de oro, a aliarse con los políticos y sindicalistas (cuando no comprarlos) para obtener prebendas sin cuento.
En esa mierda vivimos y a esa mierda nos atenemos, pero cuando alguien -por razones difíciles de entender- lo hace bien, lo justo es reconocérselo y eso hacemos aquí: ¡gracias, gobierno por salvarnos la vida, por evitar la catástrofe económica, por no convertir esto en un circo mediático-político. Por todo ello, y a pesar de los innumerables errores de detalle: ¡gracias! Ya veremos lo que hacen las comunidades cuendo les devuelvan las competencias. En cualquier caso…nos veremos en las urnas.
El desgarrado. Mayo 2020.