Bono pertenece a la socialdemocracia cristiana. Meapilas de izquierdas. No extraña a nadie que le rechinen los dientes en cuanto le hablan de Podemos (‘¡esos comunistas!) y mucho menos que se metan con sus sacrosanto González cuando lo entrevistan en la Sexta, en “Liarla Pardo”. En la línea de la “Teoría de la jovencita” (Tiqqun) se implantó pelo en la calva con lo que eso significa de postureo y de chaqueterismo. Su “baronismo” acendrado dentro del PSOE dejó en manos de la derecha a “su” comunidad tras que la perdiera y se lanzara a la aventura de tratar de presidir el PSOE y el gobierno. Se tuvo que conformar con presidir el Parlamento, fracaso que no le ha hecho callarse. Siempre está disponible para todo aquel que quiera escucharle (defecto de todos los altos cargos en bajas horas). Apostó por Diaz en contra de Sánchez y volvió a perder. La actual situación del gobierno de coalición le pone de los nervios y en nombre de la democracia lo ataca con ferocidad. Así es él y -como diría el vendido Buruaga- así se lo contamos.

Bono considera que Gonzáles está por encima del estado de derecho. Que se enzarzara en la guerra sucia es algo que niega y que disculpa… dada su altura de estadista. Las cloacas del poder -que tanto atacaron los socialistas antes de tomar el poder- fueron las autopistas de su gobierno. Ver, como vimos, a Vera y Barrionuevo en la cárcel mientras González se libraba, pertenece a la historia de la ignominia. Los casos de Lasa y Zabala y la siniestra figura de Amedo y Dominguez nos perseguirán, a los de izquierdas, por toda nuestra existencia. Tratar de disculparlo es negar la historia y el estado de derecho. Y eso es lo que hace Bono, con su peluquín de postureante. El PSOE consideró a los comunistas como su principal enemigo. Los atacó -Guerra a la cabeza- con una ferocidad que dividió a la izquierda para siempre. El PSOE aspiraba a ser un partido de Estado y para ello renunció a Marx con absoluta tranquilidad. ¿Cómo se compagina lo de Obrero y la renuncia a Marx? ¿Existe algún tipo de defensa de los trabajadores fuera de Marx? Así fue y los trabajadores se quedaron sin defensa. El principal autor de reformas laborales infames ha sido el partido socialista.

Por eso los votantes socialistas huyeron despavoridos hacia cantos de sirena de defensa de sus derechos nacidos en la ultraderecha. Fue obra de Le Pen lo de reclutar obreros para sus filas. Pero no hubiera sido posible sin que los socialistas se hubieran vendido al partidismo de Estado, responsable y dispuesto a sacrificar a los trabajadores en beneficio del “bien común” como si lo más común en la sociedad no fueran los trabajadores. Lo que está pasando ahora lo gestó el PSOE (y la izquierda en general) cuando se “transformó” en partido de Estado. Quedan votantes recalcitrantes de los socialistas que nunca cambiarán su voto (el voto cautivo) pero muchos han huido de un partido que no defiende sus intereses. El contubernio de los socialistas con el capitalismo se plasmó en la corrupción, en los puestos en consejos de administración, en las prebendas, en la información privilegiada y en el tráfico de influencias. Los socialistas más que renovadores de la sociedad querían renovarse a sí mismos… y lo lograron. Pero perdieron su electorado.

Y en este panorama, perfectamente controlado por los barones regionales (taifas) aparece Sánchez. Sánchez apela al electorado de base y no a las células jerárquicas del poder institucionalizado por el PSOE. Sánchez apuesta por un PSOE de los trabajadores en la que la O del encabezamiento no fuera un cero. Conecta con el electorado pero no con con la corrupta dirección del partido. Es derrocado (tras pactar con C’s siguiendo las directrices de la cúpula) y contra todo pronóstico se levanta y disputa -en una de las primeras primarias de su partido- a Diaz (la candidata oficial) la presidencia del PSOE (y por tanto el derecho a ser presidente de la nación) y la gana. En un gesto conciliador sigue las directrices de los barones que pretenden pactos con C’s y de ninguna manera con Podemos o IU. Trata de complacerlos (en contra de su propio criterio) pero con una condición: si fracasa en un plan que no es el suyo, hará lo que le de la gana. Fracasa, y como lo prometido es deuda, se alía con Unidas Podemos, sin más. Es el gobierno de coalición que nunca hubieran querido los barones y Bono.

Y así estamos. Sánchez tiene dos enemigos: la ultraderecha (para resumir) y el ala derecha del PSOE. Se alía con los comunistas y los podemitas y se lanza a un gobierno de coalición reformista y socialista. Recurre a apoyos que la ultraderecha considera inconstitucionales (los nacionalistas y los independentistas) en un gobierno que necesita cualquier apoyo venga de donde venga y en ese momento aparece el coranavirus. Contra todo pronóstico su gobierno sale reforzado con un enfrantamiento a la crisis de gran seriedad. La estrategia de desestabilización de la ultraderecha (además de la del ala derecha del PSOE) no consiguen que los errores sean descomunales (algo raro en las actuaciones políticas habituales) y las encuestas le siguen dando su confianza. Por todo eso Bono sale a atacar frontalmente a Unidas-Podemos y no solo defiende a González en su abyecta actuación con los Gal sino que apoya que no se suban los impuestos a los ricos, declarando su admiración por Ortega y afirmando que la riqueza es un concepto relativo y que Iglesias es rico para muchos españoles.

Tanta mierda le ha debido parecer incomible (¡eso sin hablar de la Iglesia de sus amores!) y declara que su hijo es homosexual para que nos demos cuenta de que él es más de izquierdas que cualquiera, como si una situación así creara patente de izquierdismo. Así es él. Socialdemócrata meapilas, olvidando que la S de su partido significa que la religión es el opio del pueblo. En su cabeza germinan los brotes de cabello que cual jovencita (Tiqqun) cambian su imagen convirtiéndolo en chaqueterista impostural. Probablemente es lo único que germina en su cabeza una vez extraídas de su titular la S y la O con lo que se queda en PE: partido español. ¡Viva España!

El desgarrado. Junio 2020.