» 03-12-2019 |
Como si de Papá Noel se tratara irrumpe en nuestro imaginario pantallístico Don Agustín Mazarrón. Todo dulzura, Todo espíritu navideño. Pide disculpas en nombre de sus compañeros (ante su extrañeza). Es Presidente por un día, como en aquel programa infausto se era reina por un día. Es el espíritu del Parlamento, como aquel calvo fue -en los anuncios de la lotería- el espíritu de la fortuna. La recalcitrante posición de los tercos diputados le ha vuelto a dar la oportunidad de ser protagonista. Le gusta. Es como si el calvo de la lotería se aliara con el barbudo del Parlamento. Es probable que a partir de ahora cada partido tenga un nonagenario presto, para poder presidir la mesa de edad, como tiene a diputados prestos para pelearse como colegiales por coger el mejor sitio en en la sesión no numerada o en aquella sesión de infausta memoria, todos corriendo en desbandada para no perder el tren. Quizás la representación parlamentaria debería exigir mayor dignidad. Esa dignidad que ellos se autootorgan y que sin embargo no nos devuelven… Señorías.
Os diré lo que pienso. Agustín Mazarrón no existe. Analicemos. Su apellido nos indica que parte de la “A” para llegar a la “Zeta”. ¿Hay algo más integrador? Y también parte de lo pequeño (-in) para llegar a lo más grande (-on). ¿Hay algo más amplio? Su aspecto no es de este mundo (ni probablemente de este siglo). Encarna el espíritu de la Navidad. ¿Cómo no sospechar que es un producto de marketing? ¿Cómo no pensar que es imposible que parezca diseñado para ejercer el papel que ejerce? Solo ha faltado que -en el más acendrado espíritu navideño- pidiera perdón en nombre (suponemos) de todo los políticos. Pero hay más. Es un ferviente creyente en la democracia, en el diálogo y en el pacto, en el respeto y en el decoro (MVT, la Sexta, 03/12/19). En una palabra: es un producto de ficción. Ni siquiera en “Qué bello es vivir” consiguieron un producto tan creíble (con todo lo que supone esta afirmación). Lo siento pero no me lo creo. Agustín Mazarrón es un invento de la publicidad política.
Cansados del “y tú más”, de salvar España… y no a los españoles y de establecer cordones sanitarios sesgados: aquí, sí, aquí, no. Sus señorías han optado por la publicidad. Al fin y al cabo la publicidad fue el primer ejercicio de posverdad y la posverdad es el caldo de cultivo de la política. Agotados por el esfuerzo de mentir incansablemente (obsérvese la contradicción) nuestros ediles han decido descansar y dejar que los publicistas les hagan el trabajo más duro. La próxima constitución del Parlamento (probablemente dentro de ocho meses) estará lleno de venerables ancianos de barba blanca con nombres de la a a la zeta, de lo pequeño a lo grande, llenos de bondad y de disculpas, dispuestos a publicitar las bondades de los corruptos y los imbéciles, de los tercos y los inflexibles, de los chupones y de los teledirigidos. ¡El Parlamento será una fiesta! La realidad virtual okupará el Parlamento y lo convertirá en lo que todos los políticos quieren que sea: un mundo de fantasía.
Don Agustín Mazarrón es de verdad. Pero ha cometido el error de asemejar un ser de fantasía. Pronto sus clones invadirán el Parlamento. ¿Quien se puede resistir a tener un elfo entre sus filas? Dentro de poco (ocho meses) la mesa de edad estará tan abarrotada que parecerá un geriátrico. Quizás también se entregará turno para entrar en el Parlamento… para evitar accidentes. La política consiste en eso: en organizar lo accesorio mientras lo fundamental persiste en el caos. Y lo oculto, oculto. ¡Orden Señorías, les llamo al orden! ¡Ni pa dios!
El desgarrado. Diciembre 2019.